"GÉLIDA" BOHÈME
Bilbao. 24/5/2013. Director musical: Miguel Ángel Gómez Martínez. Director de escena: Emilio Sagi. Reparto: Stefano Secco, Inva Mula, Carmen Romeu, Simone Piazzola, Roberto Tagliavini, Manel Esteve - Orquesta del Teatro Regio de Parma - Coro de Ópera de Bilbao-Leioa Kantika Korala.
Es La Bohème un título especialmente difícil de programar, ya que a pesar de su popularidad (o precisamente por ella) hay tal cantidad de imágenes, voces e interpretaciones preconcebidas en el público que asiste a una representación de este título que es muy probable salir decepcionado en algún sentido. Los prejuicios, en este caso, tienen una elevada importancia relativa y muchos asisten pretendiendo recibir una versión concebida de antemano. Por otra parte es esta una obra donde es particularmente importante que exista emoción y química entre los protagonistas, especialmente entre Rodolfo y Mimì, pero también, como en prácticamente todo Puccini, que exista una predisposición del público a ser receptivo con su historia y las emociones que transmite la música. La función presenciada resultó en general fría, apática y apenas salpicada por tibios aplausos casi de cortesía tras los principales números. En este sentido uno de los criterios que más frecuentemente sirven para medir la implicación emocional de una Bohème con el público es si se arrancan los aplausos tras el "gioventù mia" del segundo acto, cosa que en esto ocasión no ocurrió. Muchos son los artistas con Rodolfo y Mimì en repertorio pero muy pocos los que consiguen marcar la diferencia entre una interpretación correcta y algo realmente memorable.
A priori ya podíamos adelantar, a la vista del cast seleccionado, que en esta ocasión estaríamos más en la primera situación que en la segunda como finalmente así ha sido. Cuando no se dispone sobre el escenario de personalidades con verdadero magnetismo las esperanzas para lograr la magia deben depositarse en el foso. En esta ocasión se contó con el veterano Miguel Ángel Gómez Martínez, que en los últimos años tiene garantizado un título en la temporada bilbaína (en 2011 con Onegin y en 2012 con Tristan). Al frente del Orquesta de Teatro Regio di Parma ofreció una lectura de intachable concertación pero abundante en sonoridades y tempi en exceso majestuosos y en cierto modo pretenciosos que no se llevan demasiado bien con las desnudas emociones que se desgranan sobre el escenario. En ocasiones nos resultó una versión mixta entre Puccini y Wagner, por grandilocuencia y solemnidad, lo cual no quiere decir que su lectura no estuviera bien trabajada y que la sonoridades del foso luciesen una buena dosis de brillantez y dinámicas. Sencillamente no nos ha parecido una aproximación excesivamente coherente con la obra pucciniana.
Al frente del reparto vocal nos encontramos con dos voces ya conocidas del público local: la soprano franco-albanesa Inva Mula es particularmente querida en Bilbao desde su Micaela de 2003 y, especialmente, desde sus Traviata, Gilda y Giulietta (Capuleti) en tres temporadas consecutivas (2005-6-7). La carrera de Inva Mula tuvo su pistoletazo de salida con su victoria en la primera edición del concurso Operalia, allá por 1993. El tiempo no ha pasado en balde y su instrumento, a día de hoy, no ofrece la frescura, el timbre aterciopelado ni las notas flotadas que hicieran las delicias del público hace unos años. Su evolución vocal la ha privado de buena parte del registro agudo, con lo que las Lucias de antaño y hasta la propia Gilda quedan ahora lejos de su alcance. Sin embargo, la madurez, no le ha aportado un ensanchamiento de la zona grave, que suena débil y hueca en más de una ocasión, ni tampoco de sus notas centrales, que carecen de la solidez de una lírica pura que pueda afrontar otros roles puccinianos (Tosca, Butterfly, Liù).
El estrechamiento de su extensión y el que la voz no haya ganado en otros activos dan lugar a un rendimiento neto negativo que se traduce en un repertorio bastante limitado en el que pueda aún lucir sus puntos fuertes, algunos de los cuáles indudablemente aún conserva, como lo son una musicalidad y buen gusto intachables y algún filado que otro, aparte de ser una más que apreciable actriz en escena. De este modo, dos o tres Verdis (Traviata, Boccanegra, Otello) más Nedda, Micaela y Margherite en el Faust de Gounod constituyen en las últimas temporadas la base de su repertorio. La sensación general de su interpretación de Mimì fue de cierta decepción. Creemos que el público esperaba más de ella en lo que la mayoría reconoce como su mejor rol. Su "Mi chiamano Mimì" fue de bella factura pero no caló en el público. Algo mejor en "Donde lieta uscì" y en el dúo posterior "dunque è proprio finita" (momento mágico de la obra para el que escribe) mientras que faltó dramatismo en su dúo previo con Marcello.