La Voz de Asturias (22/02/10)
Lugar: Teatro Filarmónica. Fecha: sábado, 20 de febrero de 2010. Obra: Bestiario
BESTIAL PUESTA EN ESCENA
Concluyó la 62 Temporada de Ópera de Oviedo con "Bestiario", ballet cantado en un acto con música del director y compositor catalán Miquel Ortega. El espectáculo, que se desarrolla dentro de un cabaret, está destinado en principio a un público infantil, a través de una preciosa puesta en escena, inteligente, sugerente y divertida, y una música llena de buen gusto y adecuada a la naturaleza del espectáculo. Durante la función se muestra el interior de un cabaret del que surgen diferentes animales, caracterizados con el magnífico vestuario de Alejandro Andújar, y unas bonitas coreografías de Nuria Castejón, que también firmó, junto a Rafa Castejón, la deliciosa dirección de escena. El espectáculo tiene una factura de primera, con una compañía de danza de gran nivel en la que sobresalen todos y cada uno de sus bailarines. De la historia que se representa llaman la atención varias cosas: lo primero, que no es un espectáculo necesariamente diseñado para niños. De hecho, los sugerentes bailes desarrollados por Carmen Angulo -La gata- y Francisco Guerrero -El perro-, mostraron a dos bailarines exquisitos, con una intención y gesto depurados y admirables, pero también una sensualidad remarcada y evidente. Incluso se mostró, con naturalidad, un beso lésbico, entre la inquietante Gata y una Pulga -Cristina Arias-. Hubo momentos coreográficos preciosos, como el vuelo simulado de un Vampiro -Damián Donado-, soportado por unas simpatiquísimas hormigas, o la impactante caracterización de Morgan Jaudou y Silvia Rincón como arañas. La función dejó ver detalles de humor y buen gusto que resultaron muy apropiados en escena. La manera de darse la mano las dos moscas y sus inteligentes y graciosos diálogos son sólo dos ejemplos del buen hacer que rodeó a la producción. Entre lo mejorable está la historia, que en realidad se limita a presentar a los insectos con sus peculiaridades, pero sin llegar a desarrollar una trama que realmente atrape. Las escenas no tienen verdadera continuidad dramática, sino que están aisladas del conjunto, incluso al hilo de la narración. Esto lo echaron de menos los niños y los mayores. También está el hecho de que, por muy bonito que fuese el espectáculo, más que ópera era danza. Uno de los aspectos que siempre se echa en falta cuando se programa ópera para niños es la calidad de los solistas. Hasmik Nahapetyan y Julio Morales fueron los únicos que cantaron. Declamaron con claridad, ayudados de una amplificación que desaparecía cuando cantaban. Esto hizo que hubiera ocasiones en las que no se entendía nada. Tampoco ayudó que la orquesta estuviese en el propio patio de butacas, porque el público sentado cerca de ella no podía oír bien a los cantantes. Las peculiaridades estructurales del Filarmónica son un problema para las producciones con orquesta. No hubiera sido mala idea dejar libres las butacas cercanas a los músicos. Morales cantó mejor que su compañera, ambos dentro de un nivel lírico suficiente, que tendría que haber resultado brillante, dado el poco lugar que se dejó para la voz en el espectáculo. Andrés Juncos, al frente de un conjunto de cámara de la Orquesta Sinfónica de Gijón, dirigió la obra con notable gusto, en una versión que sonó fluida, liviana y emotiva. No es de extrañar con músicos de la calidad del violinista Mario Braña, la flautista Belén Menéndez Alba o el oboísta Roberto Cuervo. Todos estuvieron a un notable nivel, sobresaliendo Carmen Escorihuela en la percusión.
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