Por Álvaro Menéndez Granda | @amenendezgranda
«Late Beethoven». Ishay Shaer, piano. Orchid Classics.
Ishay Shaer es uno de esos pianistas que uno celebra alegremente haber descubierto. Entre los nombres que resuenan constantemente en el circuito de las «vacas sagradas» del piano no encontrará usted, apreciado lector, el de este joven pianista israelí. No obstante, si hace el esfuerzo de volar por debajo del radar y se introduce en este circuito de músicos desconocidos, descubrirá que hay mucho artista invisible merecedor de ese calificativo, sumergido como el noventa por ciento del iceberg. Shaer no es un Lang Lang, no es un Trifonov, no es un Wang. No lo necesita. Shaer es Shaer y, afortunadamente para nosotros, persigue la individualidad de su sonido y busca sus propias líneas interpretativas.
Su más reciente grabación, dedicada a las últimas obras de Beethoven, es un claro ejemplo de esta búsqueda de unos criterios musicales propios. El disco, fantásticamente editado por Orchid Classics, incluye las Sonatas Op.101 y Op.109 del Arquitecto, y sus dos colecciones de Bagatelas Op.119 y Op.126. Resulta interesante la inclusión de estos dos ciclos de piezas breves, pues viene a recordarnos que la obra pianística del genio alemán no finalizó con la Sonata Op.111 —aunque es justo decir que sí lo hizo su etapa de experimentación técnica e instrumental, pues no son las bagatelas obras innovadoras—. A lo largo de los setenta y cinco minutos de música que forman esta grabación podemos escuchar a un pianista con unos medios técnicos realmente buenos, al servicio de la expresión musical; un intérprete atento a los detalles, que posee un sonido muy cuidado y muestra una maravillosa comprensión del discurso.
Como muestra, la Sonata Op.109, interpretada de forma impecable. Un primer movimiento que el pianista inicia con elegancia, sencillez y un tempo no demasiado vivo —algo que, en la constante demostración de dedos del panorama pianístico actual, resulta de agradecer—. Un segundo movimiento plagado de contrastes y con una textura contrapuntística que Shaer traduce de modo claro y transparente. Y un movimiento final de dimensiones muy amplias —más del doble de tiempo que los dos primeros juntos— y delicada expresividadpero que no está exento de repentinos arrebatos de júbilo que alcanzan significativos niveles de dificultad.
Las Bagatelas Op.119 y Op.126 están igualmente interpretadas desde una aproximación en la que el sonido y la obra del compositor son protagonistas por encima del lucimiento y la exhibición del pianista. Esto es, en mi opinión, lo mejor que puede decirse de una grabación de un pianista joven. Denota madurez, respeto por la música y por el oyente experto. No cabía esperar algo distinto en la Sonata Op.101, y en efecto no encontramos otra cosa: calidad, calidez, un toque preciso y claro, con el discurso musical como prioridad. Cabe destacar que, por si fuera poco, en esta producción se ha realizado una toma de sonido espléndida, bastante alejada de lo que escuchamos normalmente en otros sellos de más reciente creación y que siguen —o intentan seguir— los pasos de Orchid Classics.
Estamos ante una grabación imprescindible en la estantería de cualquier melómano, especialmente en la de aquellos que se consideren especialistas en intérpretes inhabituales. Encontrarán en este disco un compañero noble y digno, que les transportará a un territorio cada vez menos apreciado hoy en día: el de la calidad musical como fin último.
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