Por Alejandro Martínez
Berlín. 22/10/2015. Wagner: Los maestros cantores de Nuremberg. Wolfgang Koch (Hans Sachs), Klaus Florian Vogt (Walther), Julia Kleiter (Eva), Markus Werba (Beckmesser), Kwangchul Youn (Pogner), Anna Lapkovskaja (Magdalene), Stephen Rügamer (David), Siegfried Jerusalem (Balthasar Zorn), Franz Mazura (Hans Schwarz), Arttu Kataja (Hermann Ortel), Graham Clark (Kunz Vogelgesang), Gyula Orendt (Konrad Nachtigall), Jürgen Linn (Frit Kothner), Reiner Goldberg (Ulrich Eisslinger), Paul O´Neill (Augustin Moser), Olaf Bär (Hans Foltz), Jan Martinik (Ein Nachtwächter). Dirección de escena: Andrea Moses. Dirección musical: Daniel Barenboim.
En una clave claramente cómica, una nueva producción de Los maestros cantores de Nuremberg llegaba a la Staatsoper de Berlín, todavía en su sede provisional del Schiller Theater, a la espera de que concluyan las dilatadas obras de restauración en su sede original en Unter den Linden. Los Maestros es una obra compleja, extensa y exigente desde cualquier punto de vista. Daniel Barenboim no se enfrentaba a ella desde hace más de una década (todavía muchos lectores recordarán su visita a Madrid en 2001 con la producción de Harry Kupfer). En esta ocasión, se diría que el maestro se ha reunido de sus propios maestros cantores, en una selección generacional que incluía, en papeles comprimarios, a viejas glorias muy ligadas a él como el veteranísimo Franz Mazura, Olaf Bär, Siegfried Jerusalem, Graham Clark o el propio Kwangchul Youn. Es emocionante ver sobre un mismo escenario a tal crisol generacional. Los protagonistas mismos de estas representaciones, Wolfgang Koch como Hans Sachs y Klaus Florian Vogt como Walther, serían de algún modo dos de los últimos maestros cantores que Barenboim asume como suyos.
Cálida y brillante, detallada al tiempo que monumental, la batuta de Barenboim firma una recreación memorable en estas funciones. La Staatskapelle responde brillante, moldeable, con una gama de recursos que parece inagotable. Verdadera extensión natural de la batuta de Barenboim, el sonido que obtienen invita realmente a cerrar los ojos y gozar con la música en un sentido puro y elevado. La nueva producción de Andrea Moses posee la inteligencia de quien renuncia a una relectura pretenciosa, afianzado su labor sobre la recreación bien medida del código cómico de la obra, sin menospreciar la hondura de los personajes y del libreto propiamente dicho. La sucesión de guiños cómicos, lo mismo que la riquísima dirección de actores están trazadas con una precisión milimétrica, acompasando todo ello con la extensa partitura con gran naturalidad. El resultado final es una propuesta colorista, ágil y respetuosa con el original, que contribuye a que el largo espectáculo transcurra sin sensación alguna de hastío.
Con una resistencia imbatible durante las más de cinco horas que dura la función, Wolfgang Koch es el gran maestro cantor de la noche. Dosifica sus recursos con inteligencia, hace gala de una teatralidad natural y bien medida y maneja su instrumento con sobrado oficio. Su tercer acto es de una hondura y una autenticidad que dejan huella. Klaus Florian Vogt es un Walther creíble, es cierto, aunque el fraseo las más de las veces es plano y poco estimulante. Igualmente, su voz arriba adolece de sonidos sin una resolución satisfactoria, coqueteando incluso con el falsete. Julia Kleiter no posee un instrumento sobresaliente, aunque maneja con gusto y lirismo una voz corta de caudal y un tanto anónima. Es una actriz plausible y en conjunto su Eva, aunque de corto alcance, está finalmente a la altura de las circunstancias. Fabuloso, por último, el Beckmesser de Markus Werba, vocalmente fresco, variado de acentos y con una implicación teatral de las que contagian al resto de la función.
Fotos: Bernd Uhlig
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