Por José Amador Morales
Bayreuth. Festpielhaus. 12-VIII-2018. Richard Wagner: Der Fliegende Höllander. John Lundgren (Der Holländer), Peter Rose (Daland), Ricarda Merbeth (Senta), Tomislav Mužek (Erik), Christa Mayer (Mary), Rainer Trost (Der Steuermann). Coro y Orquesta del Festival de Bayreuth. Axel Kober, dirección musical. Jan Philipp Gloger, dirección escénica.
La presente edición del Festival de Bayreuth ha contado con la ausencia de la tetralogía, en el habitual paréntesis que precede a una nueva producción de la misma para el próximo año y que contará con la dirección musical de Christian Thielemann. Para compensarlo se ha apostado por la nueva producción de Lohengrin (ya comentada en Codalario) y la reposición tanto de Die Walküre (extraída del último Anillo visto en Bayreuth hasta el pasado año en la controvertida puesta en escena de Frank Castorff) como de este Die fliegende Höllander ya conocido en las ediciones de 2012 a 2016.
Jan Philipp Gloger ofrece la habitual propuesta escénica alemana, esto es, conceptual y desmitificadora si bien, al menos en esta ocasión, trazada con con cierta coherencia interna. El holandés no es marinero pero en cualquier caso es un viajero sin rumbo (aparece desde la oscuridad con una maleta sobre ruedas como si acabara de salir de una terminal aeroportuaria) y desde luego su fortuna no satisface sus deseos más profundos como ser humano por más que pueda comprar favores sexuales o financieros, tal y como comprobamos desde la obertura. Daland es un avispado empresario que regenta una mediana empresa de ventiladores (olvidémonos de las hilanderas) y que, con cierta vista comercial, al final y a la vista de las circunstancias reconvierte su empresa en una factoría de figuritas de la pareja enamorada y, a la postre, autoinmolada. A nivel estético por supuesto no encontramos mares, ni barcos, ni marineros, ni siquiera retrato que obnubile a Senta: en cambio sí hay multitud de tópicos "modernos" como trajes de chaqueta, maletas de último diseño, luces leds, proyecciones videográficas...
Musicalmente la dirección de Axel Kober fue de entrada algo desconcertante por su heterodoxia en el manejo de los tempi, con extremos cambios ya perceptibles en una obertura bastante más acelerada de lo habitual. Sin embargo su batuta fue convenciendo a lo largo de la representación por su eficacia dramática, obteniendo un atinado contraste entre las diversas escenas y sabiendo dosificar el juego de tensiones musicales.
A John Lundgren tuvimos la ocasión de verlo el pasado año como Wotan de Die Walküre sobre el mismo escenario. Es indudable que sus evidentes dificultades técnicas le llevan a mostrar una emisión irregular, con un fraseo no precisamente refinado y timbre descolorido. Pero, por otra parte, el barítono sueco posee una importante proyección vocal y, como intéprete, una indudable capacidad comunicativa a la hora de redondear una caracterización plausible del desdichado holandés, facilitada también por su imponente presencia escénica. Ricarda Merbeth ha sido indudablemente la gran Senta de la última década y lo ha vuelto a demostrar en una producción en la que ya participara entre 2013 y 2016. Después de su tan sorpresiva como inolvidable Isolda bayreuthiana de la pasada edición (pues tuvimos la suerte de asistir a una representación en la que sustituyó a una enferma Petra Lang), aquí su Senta convenció por la impresionante progresión dramática que coronó con un final de intensidad escalofriante. Su voz lírica y timbre penetrante se ajusta de forma ideal al perfil del personaje, con agudos muy brillantes y un fraseo tan sensible como extraordinariamente musical.
Toda una grata sorpresa supuso el Erik de Tomislav Mužek; con una materia prima de cierta entidad, dotado de una estupenda proyección y musicalidad. Seguramente el tenor croata deba profundizar un tanto en dotar al personaje de una mayor profundidad y variedad de acentos, pero su actuación en cualquier caso fue notable. También excelente Christa Mayer con una María que compatibiliza este año con su extraordinaria Brangane en la célebre producción de Katharina Wagner.
Foto: Festival de Bayreuth
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