«Sobre Vicente Chuliá». Por Aurelio M. Seco

Sobre Vicente Chuliá

Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Hace tiempo que venimos reivindicando la figura de Vicente Chuliá. En el terreno de la Filosofía de la Música, Chuliá está dejando un rastro frofundo, plasmado en multitud de vídeos realizados para la Fundación Gustavo Bueno, artículos en revistas tan importantes como El catoblepas y El basilisco y libros, dos fundamentales publicados por Pentalfa: Manual de Filosofía de la Música y Tratado Filosofía de la Música.

   Chuliá ha generado, gracias a la potencia de su mensaje musical y filosófico, un corriente materialista que Tomás García López rotuló en su día como «Escuela de Valencia», una escuela en la que él ejerce como principal fuerza motora y que, también a través de su Arte generoso y atrayente, produce sus propios meandros y riachuelos, algunos escondidos, grandes edificios monumentales construidos para deleite de una élite exquisita que parece excavar su templo en una cueva de piedra, tierra y fuego

   Chuliá mezcla la Filosofía con la Música porque, contrariamente a lo que uno pueda pensar, no se puede ser músico sin ser filósofo, aunque se pueda tener el defecto de pretender ser filósofo sin ser músico. Otra cosa es que el mapa filosófico de un músico cualquiera -incluidos los grandes- sea aparentemente asistemático o, simplemente, caótico. Chuliá nos parece magistral en ambas disciplinas.

   No es Vicente Chuliá el típico petimetre sin talento pero de buena planta e importantes contactos que da el pego poniendo los ojos en blanco y soltando cualquier tontería de instrascendental metafísica a los músicos de una gran orquesta. Cuesta encontrar una foto en la que se pueda entrever la grandeza de Chuliá, la que muestra, por ejemplo, dirigiendo desde las entrañas La oración del torero de Turina, o contestando con extrema generosidad por séptima vez a un contrincante de lo más extraño. Creemos que Chuliá posee la virtud de la transformación, una cualidad muy rara y propia del dandismo umbraliano, quizás la más alta expresión de lo meritorio.

 Si traemos su figura otra vez a colación es por el admirable trabajo pedagógico que viene desarrollando al frente de una orquesta de jóvenes músicos, la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Municipal «José Iturbi» de Valencia, centro dirigido en su día por su propio padre, el compositor Salvador Chuliá, y que su hijo Vicente está llevando a ciertas cumbres musicales. Ya lo decía Giulini, la generosidad y apasionamiento de la juventud no es una cualidad que sobreviva fácilmente en la profesionalidad de las grandes orquestas. Con frecuencia los espíritus más sensibles y valiosos se sienten mejor entre niños, donde reina cierta pureza, perecedera, fragil, olvidadiza y sutil. Fue grande en esto Alberto Zedda, quien trabajó durante un tiempo con la joven orquesta de la Sinfónica de Galicia, para gloria de esta institución. 

   Hace unos días la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Municipal «José Iturbi» comenzó a trabajar con una partitura dificilísima de poner en sonido, la Sinfonía nº 5 de Tchaikovsky. Al final de esta temporada la orquesta de jóvenes músicos la tocará entera, por primera vez en su historia, de la mano de una de las personalidades musicales y filosóficas españolas más potentes. En Youtube hay una grabación de un momento del proceso, en la que se observa a unos chicos en formación tocar juntos, unidos con fenomenal criterio. Esperemos que alumnos, padres y miembros del claustro de este centro estén a la altura y sepan valorar el privilegio.