Por Aurelio M. Seco
Madrid. 19/11/16. Auditorio Nacional. Temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE). José Miguel Pérez Sierra, director. Obras de Verdi, Scriabin y Mussorgsky.
El pasado fin de semana José Miguel Pérez Sierra dio un paso más en su carrera como director al ponerse por primera vez al frente de la Orquesta y Coro Nacionales de España, nada menos, una decisión que a buen seguro orientará su futuro profesional. El repertorio nos pareció un tanto arriesgado para la primera relación con la entidad sinfónica más importante de nuestro país, por su dificultad. En cualquier caso, el concierto se ofreció dentro de un notable nivel artístico, en el que el director realizó un gran despliegue técnico y dirigió las obras con autoridad y seguridad de trazo, si bien desde una perspectiva estética que en ocasiones nos pareció un tanto gruesa. Dirigió con pasmosa naturalidad las Quattro Pezzi Sacri de Verdi, la Noche en el Monte Pelado de Mussorgsky y el bellísimo Poema del éxtasis de Scriabin. Las piezas del compositor italiano, tan bellas como impactantes desde el punto de vista canoro, se ofrecieron potenciando los extremos dinámicos, en un clima de absoluta solvencia conductora, con un coro cantando a un gran nivel. Los fortísimos a veces nos parecieron algo bruscos y, la afinación de la orquesta, destemplada en momentos expresivos importantes donde dicha fragilidad se hizo evidente. No son fáciles estas piezas de Verdi. Más en estilo se ofreció la partitura de Mussorgsky, resuelta con habilidad de maestro, y algo menos trascendente nos pareció la versión del Poema del éxtasis de Scriabin, partitura que la ONE interpreta con sobradas garantías, pero a cuya versión le faltó perfume y profundidad dramática.
José Miguel Pérez Sierra apeló a su gran talento natural para sacar adelante esta obra maestra desde un estilo apasionado y claro ritmicamente, pero sin aspirar a una versión realmente inspirada. ¿Por qué no pedir a la orquesta alargar un poco más ciertos silencios o fraseos para dotarlos de un sentido dramático más acusado, o trabajar algo más la articulación de algunos pasajes, o mostrarse un poco más exigente ante ciertos detalles? Creemos que hubiera mejorado sustancialmente la expresividad de la obra y su colorido. El joven maestro dio la sensación de dirigir las complejidades de esta partitura como si fueran sencillas, expresando sus secretos desde la contundencia y brillantez conductora, lo que no es poco. Creemos, no obstante, que el arte de Pérez Sierra, que es realmente especial, debe aspirar a más todavía. Los tres últimos minutos de la obra de Scriabin nos parecen tan importantes como el resto de la partitura, por su redondez y genialidad. Tras la expresión de un fortísimo insondable, dos notas misteriosas, repetidas y anhelantes parecen el preludio de un final ya mítico, apoteósico. Fue un final fulgurante pero... ¿arrebatador?
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