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Crítica: «Ariadna en Naxos» de Strauss en el Maestranza de Sevilla

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Autor: José Amador Morales
19 de diciembre de 2024

Crítica de José Amador Morales de la ópera Ariadne auf Naxos de Richard Strauss, en el Teatr de la Maestranza de Sevilla, bajo la direccion musicald e Guillermo García Calvo

Ariadna en Naxos en el Maestranza de Sevilla

Richard Strauss vuelve a Sevilla

Por José Amador Morales
Sevilla, 16-XII-2024. Teatro de la Maestranza. Richard Strauss: Ariadne auf Naxos. Ópera en un prólogo y un acto con libreto de Hugo von Hofmannsthal, basado en “El burgués gentilhombre” de Molière y el mito de Ariadna. Lianna Haroutounian (Ariadne/Primadonna), Cecelia Hall (Compositor), Elena Sancho (Zerbinetta), Gustavo López Manzitti (Bacchus/Tenor), José Antonio López (Maestro de música), Carlos Daza (Arlequín), Emmanuel Faraldo (Scaramuccio), Daniel Noyola (Truffaldin), Juan Antonio Sanabria (Brighella), Michael Witte (Un mayordomo), Juan Ramos (Un oficial), Vicenç Esteve (Maestro de baile), Andrés Merino (Un peluquero), Javier Povedano (Un lacayo), Sonia de Munck (Najade), Anna-Doris Capitelli (Dryade), Ruth Rosique (Echo). Coro Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Guillermo García Calvo, dirección musical. Joan Anton Rechi, dirección escénica. Producción del Teatro de la Maestranza originaria del Theater Regensburg.

   El Teatro de la Maestranza mantiene desde hace tiempo determinadas lagunas en el repertorio que de vez en cuando se propone cubrir, aunque muy parcialmente. Desde títulos verdianos como Luisa Miller y sobre todo La forza del destino (cuyo argumento está directamente vinculado con Córdoba y Sevilla), hasta autores poco o nada presentes como Mussorgsky, Britten, Janacek o Shostakovich y otros a cuentagotas o sin rastro reciente como Monteverdi o el mismísimo Rossini, hay demasiadas ausencias que no se explican únicamente en base a la corta historia del coliseo hispalense. En este sentido, hacía demasiado tiempo que el Maestranza no acudía a alguno de los títulos de un operista tan consagrado como Richard Strauss, probablemente junto a Giacomo Puccini uno de los últimos a los que podemos calificar como tal en el sentido más romántico del término. Entre los antecedentes podemos señalar aquella preliminar Salome de 1995, repetida diez años después, Der Rosenkavalier y Elektra de 2002 (esta última con la inolvidable despedida de los escenarios por parte de la mítica Renata Scotto, que ofreció su canto del cisne como Clytemnestra) y una insólita Die schweigsame Frau en 2009. Así pues, quince años después se ha acudido a otro importante título straussiano inédito en Sevilla como es Ariadne auf Naxos. Una ópera que sin duda refleja el desbordante poderío creativo de ese binomio artístico que formaron Richard Strauss y Hugo von Hofmannsthal y cuyo éxito sevillano esperemos sólo sea el principio de una profundización en la maravillosa e interesantísima veta que supone el repertorio legado por el compositor bávaro. 

Ariadna en Naxos en el Maestranza de Sevilla

   La producción original del Theater Regensburg ha sido adquirida y convenientemente remozada por el Teatro de la Maestranza de la mano de Joan Anton Rechi, quien ha realizado un audaz trabajo, particularmente logrado en lo que respecta al movimiento de los personajes y la mera dirección de actores. La acción es trasladada– una vez más – a territorio nazi, con paseo inicial de retratos de Franco y Hitler y con un histriónico mayordomo vestido de oficial dando incesantes órdenes con choque de tacones. En cuanto a la escenografía, diseñada en torno a un salón ovalado con un mínimo atrezzo y decoración dieciochesca pretendidamente naif, está flanqueada en el fondo por una pared con cinco puertas que permite el juego constante de entradas y salidas que se desarrollan casi siempre paralelamente a la acción principal. La consiguiente fluidez teatral que ello permite y la eficacia de la ejecución fue una de las claves del éxito de la representación, provocando un sinfín de momentos divertidos protagonizados por la compañía bufa (aquí en versión “aflamencada”) frente a la afectación de la compañía de ópera seria. Tal vez ese roce continuo con el límite de la caricatura provoque en esta propuesta un exceso de desmitificación que, en determinadas ocasiones parecían chirriar con el peso expresivo de la música de Strauss (como ese slow-motion de los personajes bufos en las apariciones de los temas de la vida o de la muerte). No obstante, la resolución de la escena final en la que asistimos a una suerte de anticipación del final de la función y en la que los personajes representan las salidas entre bambalinas y recibimiento de los saludos al público - nuevamente en slow-motion - mientras Ariadne y Baco culminan su dúo, resultó tan brillante en lo teatral como conmovedor en lo musical.

   Y es que en esos minutos finales, sin duda sublimes, ofrecieron el clímax de la loable lectura de Guillermo García Calvo. No en vano, el director madrileño ofreció un trabajo excepcional a nivel orquestal así como en el exquisito acompañamiento a los cantantes, sin duda uno de sus puntos fuertes. Al frente de una plausible y atentísima Sinfónica de Sevilla (a destacar las maderas), que se presentó con la plantilla reducida hasta poco más de la treintena de músicos como prescribe el compositor, logró ese bellísimo contraste de colores y texturas tan idiosincrática de esta obra entre los pasajes más puramente camerísticos y los más rotundamente sinfónicos. 

Ariadna en Naxos en el Maestranza de Sevilla

   El reparto estuvo encabezado por la estupenda Ariadne de Lianna Haroutounian que puso la belleza tímbrica y excelente proyección de su instrumento, con un carnoso registro central y solvente agudo, al servicio de una excelente caracterización dramática. La soprano armenia mostró su versatilidad interpretativa tanto en su versión de la alocada primadonna del prólogo como de la atormentada diosa griega (esta última algo justa en el grave de su primera escena), a la que dotó de un cálido fraseo no exento de buenas intenciones expresivas. La Zerbinetta de Elena Sancho estuvo lastrada por un volumen muy escaso y un timbre grato, sí, pero un tanto seco y ayuno de armónicos; carencias que la soprano donostiarra trató de compensar con una gran dosis de impostado gracejo y desenvoltura escénica en un rol cuyo enfoque recordaba no poco a la Macarena Granada de Fernando Trueba. No obstante, su gran escena fue rematada de forma impecable en lo técnico y recibida con una calurosa ovación como corresponde. Por su parte, Cecelia Hall como Compositor aportó una voz algo pequeña pero homogénea en todos los registros y de hermoso sonido que manejó con elegancia y un punto distante en lo expresivo. De sorprendente podemos calificar el impacto que causaron las primeras frases del Baco de Gustavo López Manzitti cantadas desde la trasera del patio de butacas; y por extensión toda su actuación. Y es que el tenor bonaerense, ligado al Teatro Colón y últimamente asociado a la compañía del Landestheater de Coburg (donde ha cantado desde Siegfried hasta Erik o Laca) lució una voz de tenor dramático de extraordinaria proyección y dotada de metal, flexible, robusta, con agudos - aunque ocasionalmente tensos - muy sólidos. Además, Manzitti - cuyo personaje interactúa cómicamente con el público durante casi toda su escena final – se mostró muy desenvuelto teatral y vocalmente, con un aseado fraseo. Muy acertado y homogéneo el resto de personajes, encabezados por el excelente Maestro de Música de José Antonio López o el convincente Arlequín de Carlos Daza que cantó con muy buen gusto su arioso "Lieben, Hassen, Hoffen, Zagen" tan deliciosamente mozartiano.

Fotos: Teatro de la Maestranza

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