Por Francisco Zea Vaquero
Madrid. San Lorenzo de El Escorial. 23-VII2020 Teatro Auditorio. 15 Festival de verano de El Escorial. Liszt: Balada núm. 2 S. 171 & Deux Légendes. San Francisco de Asís: La prédica a los pájaros S. 175/1. Schumann: Bunte Blätter, op. 99: Marsch. Humoreske en si bemol mayor op. 20 Arcadi Volodos (Piano).
Volver a estas líneas para narrarles la interpretación musical nuevamente, tras el sufrimiento y aislamiento de la pandemia maldita, me llena de ilusión y responsabilidad, pues como un servidor, estoy seguro de que muchos de ustedes estaban deseando con todas sus fuerzas que la Música volviese. Un montón de planes y esperanzas musicales se han quebrado, por no abundar en la tragedia nacional, y como siempre la Música con mayúscula debe tener la capacidad sanadora de tantas heridas; las físicas y por supuesto emocionales que todos de algún modo hemos sufrido. Y ha de ser en vivo, saboreando el fenómeno sonoro completo, lejos ya de del posibilismo basado en la experiencia digital, aunque sea en una conexión «directa», necesario como músicos y escuchantes. Todas estas versiones digitales de la música, sólo son, en palabras del respetado «Celi», como reunirse en privado con una foto de Brigitte Bardot. [Disculpen los mantras reiterados, pero uno es esclavo de sus aprendizajes]. Defendamos que la música regrese cuanto antes, al menos, en recintos donde se pueda controlar el aforo y las conductas de los asistentes y participantes. Si el turismo, y el ocio como sector, pueden seguir adelante, nuestros conciertos y representaciones deberán volver cuanto antes para mostrar a todos que los aficionados a la Música podemos ser un ejemplo y guía para muchos.
Centrándonos en la convocatoria que nos ocupa, la inauguración de uno de los primeros festivales de verano en España, tras el valiente pistoletazo de Granada, tuvimos la suerte de asistir al concierto de regreso del pianista ruso Arcadi Volodos, en el Teatro auditorio de San Lorenzo de El Escorial, donde hay que agradecer en primer lugar a la coordinación del festival, y a todo el personal que allí trabaja la cuidadosa implantación de medidas de salud para la tranquilidad de todos [medición de temperatura, distancia social, higiene, equipos de protección, procedimiento de acceso a sala, etc…] Desgraciadamente tuvimos que aceptar la más dolorosa de todas, el recorte del aforo reducido al 55%, pero no hay mal que por bien no venga [por favor interprétenme], ni una sola tos, o teléfono móvil molestó la feliz velada: ¿sentido de la responsabilidad? ¿necesaria criba de público? ¿eliminación del acto social, abrazando la necesidad de alimento espiritual? No me digan, pero el hecho es que a todos nos ayudó al disfrute y concentración. ¡Enhorabuena!
El maestro Volodos, verdadero amante de la música romántica, nos trae para el reencuentro con su público de España, tras el tormento del confinamiento, el éxtasis pianístico: Liszt y Schumann. Obras escogidas y poco trilladas. No es necesario para un intérprete consagrado sobar el repertorio más de lo imprescindible. Un público variopinto, entre turista y serrano, trufado con algunos aficionados habituales de la filarmonía madrileña dejaba el papel casi vendido.
Hay que ser valiente [y ruso] para empezar un recital con la música de Franz Liszt. Nadie, ni el propio Volodos, sabía cómo iba a funcionar la complicada acústica de esta sala con el público separado y mediado. Seguro y profesional el maestro Arcadi «tentó» con el arpegiado tempestuoso inicial, un tanto borroso, para reenfocar después sabiamente hacia la intimidad del tema que vertebra esta Balada, un tanto alejada del periodo estrictamente virtuoso del compositor. En este punto, con tempo amplio y dinámicas cuidadas, sin afectación, prevalece para el instrumentista el enfoque de nocturnidad y secreta intimidad, creando el ambiente propicio de reencuentro de cada uno con nuestra propia balada tras la soledad estos meses, sin música verdadera. El carácter rapsódico de la obra, junto con la lección de los pedales produjo un enorme sonido y poesía sincera, propia del periodo citado.
Pero tan sólo era la preparación para enfrentarse al abismo del siguiente escalón en este difícil programa, una obra ya de madurez. El maravilloso fresco sonoro de San Francisco en su prédica a los pájaros. El artista ruso nos dio la sensación de tranquilidad ante el abismo técnico. De ese modo se puede calificar la compleja estructura armónica de trinos superpuesta antes de la aparición de la palabra serena y acariciadora del Santo. El trino lisztiano; toda una academia que Volodos mostró en completa gama dinámica, métrica y transparencia posibles, devolviéndonos, al acabar, a ese messianico abismo de los pájaros con su sobrecogedor silencio final.
Encabezó la Humoreske, op. 23, en si bemol mayor de Schumann con la más larga de las piezas de Bunte Blätter una marcha tripartita, casi fúnebre, engarzada en coral bellísimo y potente), pero sin salir todavía de los vapores meditabundos con que el ruso había impregnado el ambiente de la sala. La marcha encarnó el estado de inspiración actual de nuestro pianista; reflexión pura, madurez absoluta, y creación personal.
La Humoreske, como sus hermanas [La Nachststücke y la Kreisleriana] está a medio camino entre la suite de carácter y la fantasía libre con cierre canónico virtuoso, aunque toda ella es verdadera poesía. Arcadi por fin dejó entrar en la atmósfera tonos mayores, humor y luz juvenil. Vinieron las cantilenas con figuraciones y diseños de la mano sabia, que tiene el cambio de registro fácil. Aunque siempre en estilo del siglo XX arrastra un poco el tempo, con expresión melancólica, y conducta típica de artista ruso. Toda la colección fue una propuesta de despliegue técnico, gusto y fraseo del bueno, y en todos esos claroscuros dubitativos de puro romántico, donde se le esperaba, no defraudó. Los prestos fueron ligeros y los animados sólo generosos allegrettos, mientras los lentos fueron hermosamente cadenciosos. El cantábile central que aporta el sentido poético de la obra estuvo traído siempre con un legato delicioso y una acentuación rica, que le dan esa singularidad incomparable que tiene. Quizás le faltará un poco de gracia y leggerezza en los momentos de humorada, pero este Schumann hondo, caudaloso y algo pesante es el que nos gusta todavía a muchos. En la culminación de la obra [«con cierta pompa»] tomó enorme riesgo con la progresión armónica, en staccatti sincopados, y alcanzó acordes catedralicios que llenaron el enorme espacio de la sala. Esto último, junto con ambiente nocturno de la coda fue definitivo y musicalísimo, romántico y alemán.
El público respondió concentrado toda la velada y emocionado al final con ovaciones sostenidas y entregadas de agradecimiento. El maestro a su vez fue generoso, él mismo debía tener ganas de volver a tocar en vivo, y como se sabe siempre está cómodo en España.
Su «tercer tiempo» de bises fue dedicado sobre todo a Schubert, que casaba perfectamente con el clima melancólico del programa, guiño a estructuras más clásicas, con el tamiz pianístico. Todo había sido ecléctico y erudito de concepción, obviando el repertorio más popular, y al fin hizo una concesión con su meditada versión del tercer momento musical de Schubert marcado como «aire ruso» por su ritmo de marcha. El respetable braveó el instante de música famosa, pero justificado en el clima emocional. Después el Minuett D.600 tocado religiosamente tal que un coral de Bach, o un reconcentrado preludio de Shostakovich, con unción absoluta, sin trinos y el legato contenido, solo los acordes bastaron para sobrecogernos. En el tramo final se nos regalaron dos páginas impresionistas, entre las que destacó el Mompou que tanto adora, con les jeunes filles de las scenes d’enfants. Aunque el sonido fuera un poco menos cristalino de lo deseable el sentido de su pulso musical se manifestó con sabiduría. Su último obsequio. Una privada tonada barroca arreglada, tal vez de Haendel, puso broche de oro al soberbio concierto ofrecido.
Con esta cita de nivel internacional se inaugura el festival del Escorial que combinará esperadas voces con jóvenes pianistas españoles. Liszt fue invocado por Arcadi Volodos y ambos a San Francisco; que la Música de aquel y la palabra de este nos proteja este verano de canícula y corona.
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