¿La satisfacción es doble a raíz de las polémicas declaraciones de Gérard Mortier?
¿Le queda algo que demostrar a López Cobos?
A estas alturas no tiene nada que demostrar. La polémica es absurda y solo puede ser suscitada a causa del desconocimiento o la ignorancia.El Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela, del que también se encarga, ha apostado la próxima temporada por dos cantantes infrecuentes en el terreno de la canción. Hablamos de Ainhoa Arteta y Leo Nucci. ¿Qué nos vamos a encontrar?
Demuestra un gran conocimiento del repertorio musical, ¿qué más necesita un buen gestor cultural?
Hay tres aspectos fundamentales. La primera es la pasión por la música, contra eso no se puede arremeter. Otra es el sentido común, es decir; procurar no gastar más de lo que se tiene. Ha sido una de mis características a lo largo de mi trayectoria y hasta la fecha no he dejado déficit en ningún lugar por el que he pasado. Y el tercero, la humildad, importantísimo en este trabajo.
Toca hablar de su paso por el Teatro Real. ¿Qué le ha dado mayores satisfacciones durante su mandato?
Lo más importante fue atraer a un público más joven al teatro. En un proyecto iniciado por Emilio Sagi y seguido por mi, ofreciendo abonos especiales a precios populares y creando las entradas de último minuto. Además creamos un proyecto pedagógico muy serio que no se apoyó desde dentro del teatro, sino con el superávit generado por el ciclo de Grandes Voces y las Óperas en Versión Concierto. En tiempos de bonanza quisimos montar Die Zauberflöte con la ayuda Teresa Berganza y José Carlos Plaza y se echó para atrás por razones de presupuesto. También traté de equilibrar un repertorio que se distribuía de la siguiente manera. El siglo XIX ocupaba un 57% de la programación (frente al 36% al que lo dejé), el barroco pasó del 2% al 17%, el clasicismo del 20% al 16% y la ópera contemporánea de un 30% a un 37%. El mayor cénit desde la reapertura se llevó a cabo la temporada 2007/08, con 28.000 abonados y las mayores cotas de asistencia por parte del público de los últimos años.
¿Se quedó con ganas de hacer alguna cosa?
Íbamos a proponer un ciclo en torno a la figura de Benjamin Britten y otro con la Trilogía Tudor de Donizetti, con tres grandes cantantes y una versión semiescénica. Pensamos que con tan solo iluminación y vestuario podíamos realzar el dramatismo justo de estas tres obras cumbre. Esto iba paralelo a un intento de recuperación de la lírica española del S.XVII, con obras de Nebra o Carnicer.
¿Qué lugar ha ocupado la ópera contemporánea en el Teatro Real?
El Real es un teatro estacional con una media de nueve a doce producciones por temporada, no es Munich ni Viena, donde se montan cuarenta títulos por año. Hemos tratado de seguir una línea programativa que conllevaba una ópera española de nueva edición un año, y una de recuperación histórica al siguiente. De tal forma, en cinco años se estrenaron cuatro nuevos títulos de músicos españoles y cinco de recuperación.
Mientras en el Teatro de la Zarzuela triunfaban The rake's progress, The turn of screew o Lulu, en el Real no han corrido la misma suerte. ¿Cuál es el error?
Vemos que el ciclo de Grandes Voces tuvo una ocupación absoluta. ¿Qué importancia les da?
Las voces lo son todo. El público operístico dista muchísimo del de cualquier otra disciplina musical. Se trata de un público visceral, apasionado, que discute. En ese sentido veo gran paralelismo con el mundo taurino. Siempre se recuerda ese intérprete soñado que probablemente imaginó pero nunca escuchó. Todos hemos visto el Toro Blanco de Antoñete al igual que hemos oído el Recondita armonia de Di Stefano en la vesión de De Sabata. Tenemos unos parámetros muy idealizados y cuando llega alguien de la misma talla que los cantantes de antaño, hacen un mundo si no cubren con sus expectativas. Los Divos siempre han sido parte del engranaje fundamental de una representación. Un teatro debe sustentarse en ellos, encontrando la forma de controlarlos, por eso resulta descabellado prescindir de ellos en una ciudad como Madrid.
Su actividad en Twitter es bastante asidua. Hace poco escribió un tweet que decía "La periferia operística se impone en España: Otello en Valencia, Valkiria en Valladolid y Fanciulla del West en La Coruña". ¿Está insinuando algo?
Para terminar, ¿cómo valora la famosa ley del mercenazgo?
Es loable, pero el Ministerio de Cultura dispone de un modelo muy alejado del anglosajón. Los ciudadanos allí pagan sus impuestos devolviendo de los bienes conseguidos a lo largo de los años. Lo filantrópico es algo que llevan en la sangre. La cultura en España está sustentada directamente por las instituciones públicas. Decirle al Gobierto de turno que va a perder una parte de su presupuesto para que una serie de personas decidan a qué campo destinarlo es algo complicado. Hay que tratar de cambiar toda una mentalidad y el sistema seguido.
Fotografía: Javier del Real
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