Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 27-1-2017, Auditorio Nacional. Temporada Orquesta y Coro Nacionales de España. Gymnopédies (Erik Satie, orquestación de Claude Debussy). Concierto para violín, Opus 64 (Felix Mendelssohn). Daphnis et Chloé, Suites Nums. 1 y 2 (Maurice Ravel). Hilary Hahn, violín. Orquesta Nacional de España. Director: Antonio Méndez.
Hablar de madurez artística o cumbre de sabiduría y maestría en una virtuosa del calibre de Hilary Hahn -que ofreció su primer concierto público a los 9 años de edad y que tocaba el violín desde mucho antes-, resulta un tanto absurdo, toda vez que se trata de uno de esos casos en que un artista da la sensación de atesorar esas cualidades desde el comienzo de su trayectoria. Efectivamente, la norteamericana en su nueva comparecencia en Madrid con la Orquesta Nacional, esta vez con uno de los conciertos fundamentales para el repertorio violinístico romántico –el de Mendelssohn- volvió a ofrecer una nueva lección de aplomo, facilidad, dominio absoluto del instrumento y autoridad musical. Con ese sonido personal y característico, de inmensa riqueza, belleza, plenitud, potencia y perfecta afinación, desgranó esa inmortal melodía inicial con el que, de manera original, comienza el concierto (sin introducción orquestal como era lo habitual) y que obsesionó en su día a su autor.
Si deslumbrante fue la cadencia -escrita por el compositor y no dejada a la libertad del intérprete-, extraordinaria la gama dinámica y capacidad para regular las intensidades por parte de la Hahn; hermosísimo y pleno de lirismo el melancólico segundo movimiento (sin solución de continuidad, igual que el tercero, otro de los elementos originales de esta pieza) con esa manera ejemplar de diseñar las melodías, para desembocar en el último, pleno de vivacidad, en el que la Hahn desgranó con esa aparente falicidad de los elegidos, los pasajes veloces y de gran exigencia virtuosística con una impecable factura musical y un sonido esplendoroso. Como siempre y debido a su temperamento fundamentalmente serio e introspectivo, sólo cabría achacarle a la grandísima violinista estadounidense la falta de una mayor calidez expresiva. Con una propina de Bach agradeció la Hahn las ovaciones del público.
El acompañamiento de Antonio Méndez, que sustituía al previsto maestro Josep Pons (director honorario de la agrupación), indispuesto, destacó por su intensidad e ímpetu juvenil, destacando la fogosidad del tercer movimiento. Previamente y como primera pieza del programa había interpretado de manera correcta y delicada Gymnopédies, pieza de Eric Satie orquestada por Debussy, que contiene pasajes muy populares por su presencia, con diversos arreglos, en spots televisivos y películas
Una obra de la dificultad y enjundia de Dáphnis et Chloé de Ravel pone a prueba a cualquier director de orquesta. Méndez, aún muy joven, se vió un tanto superado por la composición y aunque mostró indudables energía y nervio en las dos Danzas finales de cada suite (Danse gurerrière y Danse générale), a su interpretación le faltó reflexión, sentido de la organización y claridad, así como resaltar el colorido, tímbricas y planos orquestales de la genial creación. Aún así, es indudable que el joven músico, con mucho tiempo por delante para evolucionar y crecer artísticamente, cumplió con su sustitución al frente de una Orquesta Nacional, que alcanzó buen nivel destacando las maderas, espléndidas todo el concierto.
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