Por Raúl Chamorro Mena
23-5-2014 Madrid, Auditorio Nacional. Ciclo OCNE. Obras de Arriaga, Mozart y Beethoven, Mojca Erdmann, soprano. Orquesta Nacional de España. Director Musical: Giovanni Antonini
Uno reconoce sus prevenciones al ver a un director procedente del mundo barroco y que lógicamente, se encuadrará en la corriente interpretativa llamada historicista, anunciado en Beethoven. No se puede negar los avances y aportaciones de esta tendencia en muchos repertorios, aunque tampoco los elementos negativos, la, a veces, demasiada inflexibilidad y la vis expansiva que trata de llevar sus modos interpretativos a toda época y período musical.
Dicho esto, todo recelo cede cuando estamos ante un talentoso músico y el italiano Giovanni Antonini lo es. Fundador del ensemble barroco “Il Giardino Armonico” ha logrado ser invitado por la mismísima Filarmónica de Berlín para dirigir Beethoven. Lo cual nos indica que no estamos ante un cualquiera.
Así lo demostró en el concierto que aquí se reseña en el que firmó una muy estimable interpretación de una obra cumbre como Séptima sinfonía de Beethoven con una Orquesta Nacional que volvió a demostrar su magnífico momento. El mejor en muchos años. Una interpretación con orquesta más reducida de lo habitual, unos metales muy limitados, sólo tres contrabajos, presidida por la coherencia de planteamiento, la claridad en las texturas, la ligereza, el sonido limpio y muy pulido, pero sin renunciar a los contrastes y la creación de unos clímax sabiamente construidos. Fantástica la cantabilità tan italiana con que desgranó el segundo movimiento sin un átomo de la pesantez que se puede encontrar en algunas interpretaciones, mientras tercero y cuarto surgieron plenos de vivacidad, con una cuerda brillantísima, tersa e incisiva, que más que morder, parecía echar humo. Cierto es que el último movimiento, aunque no adoleció ni mucho menos del apropiado clímax, resultó penalizado por la raquítica presencia del metal con unas trompas de escasa presencia.
Los que hemos aprendido a amar la musica con el romanticismo y sus modos interpretativos (y diría que los que no, también, porque siguen siendo referencias plenamente vigentes) seguiremos prefiriendo el Beethoven de Klemperer, Furt, Szell o Karajan, por citar algunos, pero interpretaciones como la aquí comentada pueden resultar complementarias y plenamente disfrutables, aunque no atesoren ese punto supremo de emoción y trascendencia humanística.
En la primera parte escuchamos la anunciada Sinfonia en Re “A gran orquesta” –sin indicar tonalidad- de Juan Crisóstomo Arriaga, el malogrado músico Bilbaíno (fallecido con apenas 20 años). De la historia y estructura de esta composición y demás avatares del compositor español encontrarán un magnífico artículo de Aurelio M. Seco en la zona Premium de esta publicación. Antonini expuso con claridad, equilibrio y musicalidad una obra agradable, bien construida, pero sin ese toque o remate de genio, al que sin duda podría haber llegado si la muerte no le hubiera sorprendido a tan temprana edad.
Completó el primer capítulo del concierto la interpretación de dos magníficas y muy complicadas arias de Mozart. “Ah lo previdi!” KV 272 y “Tiger! Wetze nur die klauen” del Acto Segundo de la ópera Zaide Kv 344. La soprano Mojca Erdmann es un producto típico de la lírica actual. Guapa, muy delgada, pero con graves problemas técnicos y vocales. Un sopranino de sonido pobretón, emisión gutural, sin apoyo, sin asomo de pasaje y sin extensión. El canto siempre abierto y al no estar debidamente apoyado sul fiato, ayuno de regulaciones dinámicas y si bien fue musicalmente correcto y afinado, resultó inevitablemente aburrido a pesar del estupendo acompañamiento de Antonini. Refinado, atento y detallista en la primera aria y y eléctrico en el aria de Zaida, en la que aportó el nervio del que carecieron los inanes acentos de la soprano alemana.
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