Crítica: Anna Netrebko y Yusif Eyvazof en el Teatro Real

Triunfo de Netrebko en el bolo postvacacional

Por Raúl Chamorro Mena 
Madrid, 5-IX-2024, Teatro Real. Anna Netrebko y Yusif Eyvazof, Gala Puccini. Con la intervención de Daria Rybak, Jeróme Boutillier, Cristian Díaz, Mikeldi Atxalandabaso y Pablo García-López. Obras de Giacomo Puccini. Coro de RTVE. Coro y orquesta titulares del Teatro Real. Dirección musical: Denis Vlasenko. 

   Después de las vacaciones veraniegas, comenzaba el curso musical madrileño y la temporada 2024-2025 del Teatro Real con este concierto a cargo de la diva mundial de los últimos años, la rusa Anna Netrebko en este formato en compañía de su ex pareja, el tenor Yusif Eyvazof y la intervención de otros cantantes. La ruptura con el tenor azerí no ha impedido que, de momento, se cumplan estos compromisos ya firmados y bien es verdad, en esta ocasión la cuota de intervención de la soprano de Krasnodar en el concierto fue mucho mayor que en el de similares características ofrecido en noviembre de 2019, pues el que tuvo lugar en julio de 2022 fue diferente a cargo sólo de Netrebko y Eyvazof y arias y dúos sin intervenciones de otros cantantes. 

   La Netrebko actual es vocalmente muy distinta de aquella que cantó en 2001 la Natacha de Guerra y Paz de Prokofiev en el Teatro Real. Entonces, prácticamente una ligera, con ese timbre ya bello y singular, pero más flexible, sin esa suntuosidad, anchura y densidad actuales con esos graves voluptuosos. Eso sí, su técnica le ha permitido mantener el agudo y los filados en una carrera ya de tres décadas. 

   Reciente el triunfo con la Turandot conmemorativa del centenario del fallecimiento de Puccini en el Teatro alla Scala de Milán, la Netrebko abrió programa con una caótica selección de la ópera póstuma pucciniana con intervención del coro y todo el elenco. Su aportación se centró en el aria «In questa reggia» en la que, por una parte, mostró autoridad en los acentos en el comienzo de la pieza, legato y buen canto piano en las frases «Principessa Lou-ling ava dolce e serena» y por otra, resolvió bien los agudos cortantes, atacados con saltos interválicos. Yusif Eyvazof, con timbre escasamente seductor, cantó con su habitual arrojo, pero fraseo más bien pedestre «Non piangere Liù» y alargó los agudos de las tres llamadas «Turandoooot», aunque las notas resultan más bien entubadas, cogidas a la gola y sin squillo (brillo, metal). Daria Rybak asumió toda la maravillosa intervención de Liù en el acto III con canto correcto, no exento de cierta elegancia, pero escasa personalidad tanto tímbrica -centro justo y agudo de limitada expansión- como interpretativa. Destacable el trío de máscaras comandado por el siempre impecable, además de sonoro y con acentos intencionados, Mikeldi Atxalandabaso.

   Aroma de bolo postvacacional en la prestación de orquesta y coro, sin apenas ensayos y una batuta, Denis Vlasenko, anodina, plana y destensionada, sólo plegado a los cantantes, incapaz de poner orden, Difícil imaginar una coda final del primer acto más mortecina o un final de la ópera más aparatoso y desorganizado que el escuchado. 

   A continuación, se interpretó para finalizar la primera parte un bloque de fragmentos de Manon Lescaut (Turín 1893), el primer gran éxito de Puccini que abrió un camino glorioso. Después de un insustancial intermezzo, la Netrebko cantó un «Sola perduta abbandonata» falto de matices y en el que brilló más la calidad del instrumento y ciertos sonidos –algún ascenso calante, bien es verdad y vibrato perceptible- que un fraseo poco variado. A Eyvazof le faltó lirismo envolvente en «Donna non vidi mai» y para terminar, el dúo del segundo acto «Tu tu amore, tu?», en el que la pareja evidenció, lógicamente, menos química que en sus anteriores comparecencias. 

   Mucho más trabajado el papel de Mimì, fundamental durante un período de la carrera de Anna Netrebko y que le pude ver hace 14 años en el Metropolitan de Nueva York con la ya mítica producción de Franco Zeffirelli. El acto tercero prácticamente completo abrió la segunda parte del evento y permitió a la soprano rusa volver a encarnar a la modista de forma convincente con un intenso dúo con Marcello y una emotiva despedida de Mimì. El Rodolfo de Eyvazof nunca grita, pero su canto tampoco encandila y el barítono Jeróme Boutillier encarnó a Marcello con un material muy modesto tímbricamente. Posteriormente, el barítono francés interpretó el aria «Questo amor, vergogna mia» de Edgar, segunda creación del genio de Lucca, con voz mate y pobretona, pero canto musical. 

   Netrebko, como diva que se precie, lució fondo de armario con una serie de vestidos espectaculares y protagonizó el mejor momento de la noche con su interpretación de «Vissi d’arte» de Tosca recordando su encarnación del papel en el Real en 2021. La pieza surgió intensa con ese timbre bello y suntuoso, sentido del legato, a veces afectado por cierta cortedad de fiato que impide rematar las frases, y un alarde final al alargar ad libitum la escala descendente previa a la conclusión. El público dedicó una estruendosa e interminable ovación a la soprano rusa, que concluyó el programa oficial con una parte del dúo final del primer acto de Madama Butterfly, a partir de "Vogliatemi bene". La Netrebko se recreó en los filados, pero se mostró a su aire en cuanto a cuadratura y medida con la batuta a sus pies.

  Dos propinas pusieron fin al concierto. «Oh mio babbino caro» de Gianni Schicchi por parte de una Netrebko que se recreó en un interminable calderón de muy dudoso gusto en «pietà» y el inevitable «Nessun dorma» a cargo de Eyvazof.

   Como ya he subrayado, dirección caída y trivial, eso sí al total servicio de los cantantes por parte de Denis Vlasenko. El coro del Real y el de RTVE, afectados por la inexistencia de ensayos, no empastaron bien y el resultado fue más bien desabrido.

Fotos: Javier del Real / Teatro Real