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Crítica: Anna Netrebko en el Teatro de la Maestranza de Sevilla

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Autor: José Amador Morales
17 de febrero de 2025

Crítica del recital de la soprano rusa Anna Netrebko y Elena Maximova en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, acompañadas al piano por Pavel Nebolsin

Anna Netrebko en el Teatro de la Maestranza de Sevilla

El huracán Netrebko arrasa Sevilla

Por José Amador Morales
Sevilla, 14-II-2025. Teatro de la Maestranza.. Anna Netrebko, soprano. Elena Maximova. Mezzosoprano. Pavel Nebolsin, piano. Obras de Tchaikovsky, Rimsky-Korsakov, Rachmaninov, Leoncavallo, Delibes, Cilea, Bellini.

   Como en las grandes ocasiones, el debut de Anna Netrebko en Sevilla fue acogido en un ambiente de lógica expectación y entusiasmo, este último desbordado incluso en las aclamaciones con las que fue recibida nada más salir al escenario maestrante y que incluso provocó un gesto de grata sorpresa en la cantante. No era para menos aunque solo fuese por el generoso programa que presentaba junto al excelente pianista Pavel Nebolsin y la puntual colaboración de la mezzosoprano Elena Maximova. Pero, además, la impresionante trayectoria de esta extraordinaria soprano, trazada con una inteligencia artística poco común en los tiempos que corren y en ascenso imparable, la antecede y la fascinación por las grandes voces en esta ciudad - como en tantas otras - es incuestionable.

   Así, el programa estaba dividido en cuatro partes separadas por el descanso y, a su vez, por una pieza pianística. Como describe Pedro Coco en su estupendo artículo, Netrebko planteó todo un recorrido que empezaba y finalizaba evocando los elegantes salones de Rusia, con paradas en teatros de Italia, Francia y Alemania. La primera parte nos llevó a una mirada romántica hacia la naturaleza a través de las obras de Rachmaninov, Rimsky-Korsakov y Tchaikovsky que Anna Netrebko fue desgranando con acertado aire melancólico y, sobre todo, con una gran dosis de musicalidad e idiomatismo. Su voz se mostró plegada hasta donde le fue posible para resaltar la desbordante sensualidad de los textos de Tolstói, Ratgauz, Tolstói, Galina o Maykovc. Y aun así, ya desde los primeros compases el instrumento de la soprano moscovita se proyectó como un cuchillo y sin vacilación hasta la última fila del teatro, esmaltado con ese timbre tan atractivo y al tiempo que personalísimo. Con el mismo contenido, la sección fue coronada con la primera pieza operística, «Stridono lassù» de Pagliacci, con la que Netrebko dio rienda suelta a todo su poderío vocal, presentando una expansión, opulencia y homogeneidad en todos los registros realmente impactante y culminando con un filado en el agudo final que conmocionó a la audiencia. Un entusiasmo desafortunadamente incontenido en el caso del célebre dúo de Lakmé, ya que la ovación interrumpió dicha interpretación, por más que los simpáticos gestos de soprano y pianista llamaban la atención sobre la continuidad de una pieza que, en todo caso, resultó preciosa y que contó con la compañía de una sólida – pese a puntuales sonidos entubados – Elena Maximova.

Anna Netrebko en el Teatro de la Maestranza de Sevilla

   La segunda parte se abrió con una cita a una ópera tan «de diva» como es Adriana Lecouvreur donde, en su célebre aria del primer acto, nuestra protagonista volvió a contradecir su presunta "humildad" con un derroche vocal, a pesar de parecer algo comprometida en alguna frase en cuanto a fiato, que remató con un impresionante doble alargamiento y filado en las notas conclusivas. Netrebko no llegó a dirigirse al público pero se mantuvo distendida y agradecida durante todo el concierto, utilizando todo el ancho del escenario en sus interpretaciones y abandonando la inmediatez del piano, habitual zona de confort de la mayoría de los cantantes en este tipo de formato de recital. Tras hermosas aproximaciones nuevamente a Rimsky-Korsakov y Rachmaninov, no obstante en versión operística (Snegurochka y Francesca da Rimini respectivamente), la cantante rusa ofreció una insólita versión de «Es gibt ein Reich» de la Ariadne auf Naxos de Richard Strauss en donde cargó las tintas en lo expresivo y se mostró intachable en lo vocal. 

   Seguidamente abordó la bellísima escena de I Capuleti e i Montecchi («Eccomi in lieta vesta...Oh! quante volte») donde mostró un bel canto más sobrio y menos dado al efecto que en sus primeros años. Ahora, con una voz indudablemente más ancha, densa y squillante, manejada con una técnica sólida que le permite bascular con facilidad entre tesituras opuestas y elegantes reguladores, logra emocionar con su impecable legato y una contenida intensidad expresiva que aquí provocó la que fue probablemente la mayor ovación de la velada. El recital concluyó con una vuelta al cancionero con piezas de Strauss, Tchaikovsky y Rimsky-Korsakov, excepción hecha – operísticamente hablado - del dúo de Guerra y Paz de Prokofiev que cantó con Elena Maximova. Una compañía a la que recurrió nuevamente en lo que constituyó el único bis, esto es, una encantadora y ciertamente poco idiomática Non ti scordar di me de Ernesto De Curtis. Un brillante y sobradísimo Pavel Nebolsin también acaparó parte del botín del éxito de una noche sin duda histórica, no sólo como atento acompañante de la voz de Netrebko sino como solista en las extraordinarias lecturas de los Étincelles de Moritz Moszkowski y de la Fantasía-Impromptu op.66 de Fréderic Chopin.

Foto: Teatro de la Maestranza

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