Un reportaje de Agustín Achúcarro
«Equilibrio» es el nombre escogido para definir la Temporada 2019-2020 de la Sinfónica de Castilla y León, que comienza los días 3 y 4 de octubre en el Auditorio de Valladolid con la presencia en el podio del titular Andrew Gourlay. «He buscado programas que mezclen la música antigua, con el romanticismo y el periodo moderno, pues aunque no me considero un especialista de Bach, por poner un ejemplo, me parece importante para el público y para nosotros los músicos el poder acercarnos a este repertorio, que después afectará a nuestra forma de interpretar a autores como Mahler». «Por tanto -prosigue Gourlay- comenzamos la temporada con música de Mozart, tendremos más adelante una suite orquestal de Bach y en la parte central de la temporada música muy impresionante, para finalizar con Mendelssohn, que admiraba tanto a Bach». No faltarán tampoco los estrenos de obras, y en este apartado el director de la OSCyL destaca el encargo efectuado a Anders Hillborg. «Se trata de una premier mundial que supone tocar la obra de un compositor extraordinario, conocido en todo el mundo, lo que genera estar al frente de un proceso de encargo de obras importantes que después van a interpretar orquestas como la Sinfónica de la BBC».
Gourlay descarta la idea de que la programación sea menos variada, con obras más de repertorio en relación a otras temporadas, al igual que desecha el que falte un mayor número de grandes solistas o directores. «Para ser cien por cien honesto no es lo mismo cómo vemos la temporada una vez completada que durante el proceso de su creación, lo que no quita para que en los conciertos que yo dirijo haya escogido a los solistas que considero más convenientes», afirma rotundamente el director. Y este es el caso del violonchelista que interviene en el concierto inaugural. «Yo quería hacer el Concierto para violonchelo de Dvořák con Alban Gerhardt, que para mí lo toca lo mejor que se puede hacer en el mundo, pues no solo se trata de un solista de primer nivel, sino que es el chelista perfecto para esta obra». Un argumento que el director defiende en otros casos como en el programa que incluye el Concierto para violín nº1 de Szymanowski, en el que el solista será Roberto González-Monjas, que también intervendrá durante la temporada en su faceta de director, y al que Gourlay califica como «alguien que tiene un pensamiento muy interesante y que es un músico muy especial», al igual que ocurre con el concierto de clausura en el que Gourlay no duda en afirmar que cuenta con los solistas preferidos para la Sinfonía nº2« Himno de la alabanza» de Mendelssohn. En resumen, lo que el maestro quiere indicar es lo siguiente: «Cambian mucho las temporadas y esta se caracteriza porque creo que se han elegido los solistas más oportunos para cada obra». Y en base a todo esto Gourlay afirma que «está contento con el programa de esta temporada», pues le parece «un viaje interesante para todos».
Centrándose en las obras con las que se abre el curso, el Concierto para violonchelo en si menor, op. 104 de Dvořák, el Preludio al acto III de Los maestros cantores de Núremberg de Wagner y la Sinfonía nº40 en sol menor, K.550 de Mozart, Gourlay tiene unas sensaciones muy particulares. «Quizás hay una oscuridad corriendo en las venas de estas partituras, y las he escogido porque están escritas en modo menor y reflejan cómo sus autores lo entendían de maneras bien diferentes». Gourlay recuerda a este respecto que «a veces plantea programas muy conectados desde un punto de vista histórico», pero que en este caso le pareció interesante «mezclar un poco compositores y obras que normalmente no se escuchan juntos». Y alude a la segunda parte en concreto por plantear «un preludio tan emocional conectado con una sinfonía, que está algo desvirtuada por la cantidad de veces que la gente la escucha en sus móviles, lo que supone una ocasión para mostrar el poder que tiene».
Una novedad con respecto a los conciertos de temporada es que si el público lo requiere habrá obra fuera de programa. Una decisión que Gourlay aún no ha decidido si se impondrá o será una excepción, pues es consciente que «hay obras que no las admiten» y cita como ejemplos la Sinfonía patética de Chaikovski y la Nº6 de Mahler. «Hubo un tiempo, quizá sobre todo en la primera parte del siglo XX, especialmente en Inglaterra, que estaban generalizados estos bises, y yo propongo tocar una pequeña obra de Purcell que durante muchos años he querido incluir en un concierto». Aunque no se trata de Purcell en su estado puro, advierte el director. «Sí, es Purcell, pero en el estilo de Barbirolli, porque es un arreglo suyo, y él hace una suite, de la que aunque existe alguna grabación no es fácil de encontrar, con un sonido que es mucho, mucho más romántico». Además, al director le ha movido a tomar esta decisión un motivo emocional y otro de relación con la idea del programa. «De niño, quizá con 16 años, escuchaba mucho las grabaciones de Barbirolli y el sonido que le daba a las cuerdas, y para mí todo funciona con la idea de este programa, es una obra en modo menor, concretamente sol menor, y tiene la mezcla del sonido de Purcell y el carácter de Barbirolli».
La suerte ya está echada ante una temporada que ha dado en llamarse «Equilibrio», en la que Gourlay ha puesto su ilusión y confianza. Mientras penden no pocas incógnitas, al hallarse la OSCyL en un periodo de posible transición. Su director finaliza el contrato en 2020, la orquesta está demasiado recluida en Castilla y León, se perdió la posibilidad real de actuar en uno de los importantes festivales españoles del verano recientemente pasado, y la música clásica en general pierde fuerza en un Auditorio dedicado cada vez más a otro tipo de programaciones. El tiempo dirá cuál es el camino que toman. De momento, la buena noticia es que la cita de este curso con la OSCyL ya está en marcha.
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