Crítica del concierto de Andrés Orozco-Estrada al frente de la Orquesta de la Comunidad Valenciana
Un director inteligente, sensible y enérgico al frente de una orquesta fabulosa
Por Alba María Yago Mora
Valencia, Palau de Les Arts Reina Sofía. 10-V-2023. Orquestra de la Comunidad Valenciana. Director: Andrés Orozco-Estrada. Obras de W. A. Mozart y B. Bartók.
La Sinfonía nº41 en do mayor KV551 de W. A. Mozart, una de las joyas de la corona de la producción sinfónica del austríaco, fue la encargada de dar inicio al impecable concierto del pasado miércoles. La Sinfonía Júpiter del director Andrés Orozco-Estrada fue muy especial, una versión totalmente vigorizante. Fue pura energía clásica en la que hubo momentos encantadores, como el segundo tema del primer movimiento. El Andante adoptó una forma amorosa, llena de gracia aristocrática. Fue en el relato de este movimiento donde Orozco-Estrada sacó a relucir la influencia de Haydn y fue sensible a los cambios armónicos, donde todo se oscureció en un instante. Le siguió un Menuetto que se sintió verdaderamente natural. El Finale, con una brillante escritura contrapuntística, fue excelente, con un ritmo urgente, pero nunca apresurado. El colombiano consiguió una versión más bailable que de costumbre, gracias a unos acentos un poco más marcados y unas cuerdas bajas un tanto agresivas. El sonido fue muy bueno, y a pesar de su tendencia a favorecer a los vientos, las cuerdas tuvieron un sonido vivo en todo momento, con una articulación precisa, y con un estilo que nunca llegó a ser monótono. En resumen: un Andante que cantó maravillosamente, un Menuetto que bailó alegremente y un Finale que conservó todo el entusiasmo, el espíritu y la vitalidad que podríamos pedir. Fue una lectura apasionante de la Júpiter, una de las más emocionantes y conmovedoras que se han escuchado hasta ahora en el Palau de Les Arts.
El Concierto para orquesta Sz.116, último testamento de B. Bartók, fue el encargado de poner el broche final a la velada. En él pudimos encontrar todos los rasgos característicos del compositor: su amor por el color orquestal, sus ritmos abrasivos intercalados con hermosas melodías y, sobre todo, su uso de motivos populares húngaros dentro de un marco formal. Orozco-Estrada defendió la pieza con fuerza, presentando la música de una manera bastante sencilla, permitiendo que la colorida instrumentación de Bartók y los diferentes estados de ánimo llegaran a la audiencia. Cada uno de los cinco movimientos del Concierto de Bartók destaca secciones diferentes de la orquesta, y cada una presenta un estado de ánimo o carácter diferente. El primero es misterioso y folclórico, mientras que el segundo es humorístico pero con una sección central solemne. El tercero es muy oscuro, pero seguido de un breve intermezzo ligero que también parodia la Séptima de Shostakovich, una sinfonía enormemente popular durante la guerra que a Bartók tanto le desagradaba. El final es épico y triunfal. Todas estas cualidades emergieron con fuerza en la interpretación de la agrupación valenciana, que llevó a cabo una actuación de primer nivel y evidenció que está a la altura de las grandes orquestas europeas. Los instrumentos de viento madera tuvieron mucho protagonismo y carácter. Elogiar a la cuerda de fagotes liderada por Salvador Sanchis, que mostró la cara más juguetona y pícara del instrumento, con unas más que astutas y perfectas intervenciones. En general, el viento estuvo inmaculadamente afinado y maravillosamente equilibrado, lo que permitió que se escucharan claramente las contramelodías. Los metales tocaron con una riqueza tímbrica exuberante -sobre todo en el segundo y último movimiento- y consiguieron darle al concierto ese toque brillante.
Hubo aplomo y elegancia en las interpretaciones, con unos cambios de energía espléndidamente controlados y una excelencia técnica inquebrantable, llevada casi con indiferencia. En definitiva, una interpretación soberbia y virtuosa. Andrés Orozco-Estrada sacó lo mejor de cada partitura, con un control a veces camuflado que permitió que la música floreciera plenamente. Todo estuvo en su lugar para un concierto intachable: un director inteligente, sensible y enérgico al frente de una orquesta fabulosa.
Fotos: Mikel Lorenzo / Les Arts
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