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ANDRÉS LACASA, gerente de la OSG: «Nunca he tenido un año normal. Siempre ha habido sustos, crisis políticas e incertidumbre»

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Autor: Pablo Sánchez Quinteiro
23 de febrero de 2025

Andrés Lacasa, gerente de la Sinfónica de Galicia desde 2012, entrevistado por Pablo Sánchez Quinteiro, hace balance de su trayectoria al frente del conjunto coruñés. Este año deja su trabajo al frente de una de las más importantes orquestas sinfónicas españolas tras fichar por Ibermúsica.

Andrés Lacasa

ANDRÉS LACASA, gerente de la Sinfónica de Galicia: «Nunca he tenido un año normal. Siempre ha habido sustos, crisis políticas e incertidumbre»

Una entrevista de Pablo Sánchez Quinteiro | Fotos: PSQ
Desde enero de 2012, Andrés Lacasa ha sido el responsable de la gestión del Consorcio para la Promoción de la Música de A Coruña, el organismo encargado de la administración de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG). A lo largo de estos años, su liderazgo ha sido clave en el desarrollo y consolidación de la OSG como una de las principales orquestas españolas, promoviendo iniciativas innovadoras y ampliando su impacto tanto a nivel artístico como en la proyección internacional. Ahora, tras trece años al frente de la institución, Lacasa se prepara para un nuevo desafío: a partir de marzo de 2025, asumirá el cargo de Director de Estrategia Artística y Desarrollo Internacional en Ibermúsica.

Con más de 20 años de experiencia en el sector de la «música clásica», Andrés Lacasa ha desempeñado roles fundamentales en diversas instituciones de prestigio. Ha sido coordinador artístico de la Orquesta y Coro Nacionales de España [OCNE], director adjunto del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM] y director artístico del Festival Mozart y del ciclo Jazzatlántica de A Coruña. Además, en la actualidad ostenta la presidencia de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas (AEOS), un cargo que reafirma su influencia y compromiso con el desarrollo del panorama orquestal español.

En esta entrevista concedida a CODALARIO, Lacasa reflexiona sobre su trayectoria en la OSG, los retos y logros que ha enfrentado, así como sobre su visión del futuro, tanto de la orquesta como de la «música clásica» en España. Nos habla de su motivación inicial para unirse a la Sinfónica de Galicia, la decisión de nombrar a Dima Slobodeniouk como director titular, tras dos décadas de Víctor Pablo Pérez al frente de la orquesta y sobre el proceso de transformación que ha vivido la OSG en los últimos años. Asimismo, comparte sus impresiones sobre los desafíos que implica la gestión cultural en un contexto de crisis económica y sobre el papel esencial de las orquestas en la sociedad contemporánea.

¿Qué le atrajo originalmente a la Orquesta Sinfónica de Galicia y qué razones te llevan ahora a dejar tu posición?

Me atrajo sin duda el sonido de la orquesta. Cuando salió el concurso de gerente en Galicia yo estaba en ese momento en el CNDM (Centro Nacional de Difusión Musical) con Antonio Moral. Una etapa muy interesante, pues acababan de crear el CNDM. Por ello dudaba y me preguntaba si me presentaría o no. Para salir de dudas fui a escuchar la orquesta en un concierto que dio en Madrid con Víctor Pablo Pérez y Anne Sophie-Mutter, justo por esas fechas, octubre o noviembre de 2011 y si no recuerdo mal, con el Bruckner de Víctor Pablo. Ahí escuché a la orquesta y me dije: “Sí, sin duda” porque al final a mí me gusta mucho el mundo de las orquestas, pero me gusta sobre todo el mundo de las buenas orquestas. Ese concierto fue fundamental. Yo había estado antes en la orquesta nacional. Eran 5 años, lo suficientemente intensos como para querer dar un giro a mi carrera.  Así que tras escuchar a la OSG mi mujer hizo un pequeño viaje aquí para ver el territorio y ahí me lance. 

Y ahora, me mueve la misma razón. La búsqueda de otros estímulos artísticos y también laborales. Ibermúsica tiene unos ciclos espectaculares en Madrid y Barcelona y me apetece volver a estar más en contacto con otras orquestas. Y por no hablar del reto que supone ser parte de una empresa que quiere crecer mucho y que me atrae muchísimo. O sea, no es tanto por dejar a la orquesta sino por afrontar un nuevo proyecto muy ambicioso, distinto. Salir un poco de mi zona de confort y ver qué puedo hacer también en el ámbito privado porque yo he estado veinte años en el sector público. Es un gran reto; eso es lo que más me atrae.

De hecho, siempre le interesó el mundo de la empresa privada. Hasta desarrolló en su día su propia empresa. 

Sí, lo hice en mis inicios. De hecho, es curioso, empecé ahí, en agencias y también tuve una tienda de música online. De alguna forma es volver a mis inicios, volver a Madrid, que también he echado en falta, no sólo a nivel familiar sino también porque Madrid se ha convertido en una de las grandes capitales culturales Europa, no solo por la oferta que tiene musical. También de teatro, arte… tiene de todo. Todo eso ha influido en mi decisión.

«Ibermúsica tiene unos ciclos espectaculares en Madrid y Barcelona y me apetece volver a estar más en contacto con otras orquestas»

   A pesar de su amplio bagaje, con un extenso historial como violinista, con una importante formación en EE.UU., regir su propia empresa de internet, experiencia en la orquesta de RTVE y en la ONE, asumir el cargo de gerente de la OSG debió ser un reto significativo. ¿Qué aspecto de su nuevo rol le sorprendió más o le resultó más desafiante?

El gerente de este Consorcio debe asumir una gran responsabilidad administrativa y económica. Esta es una parte que yo sólo había tocado tangencialmente en anteriores trabajos. Aquí en el Consorcio son 10.000.000 de euros de facturas, un trabajo que ha de realizarse con un funcionario interventor que fiscaliza todo. Probablemente fue lo más intenso desde mi aterrizaje, pues además teníamos un interventor bastante particular. Fue lo más novedoso para mí, porque la parte artística sí que era mucho más natural y afín a mi conocimiento, pero la parte administrativa y burocrática, tramitación de expedientes, hizo que fuera muy intenso el aterrizaje. 

En aquel momento había una sensación de vacío e incertidumbre en torno a la orquesta, pues se estaba ante el final de un largo ciclo. Y uno de los grandes interrogantes sobre el que recaían todas las miradas era la sucesión de Víctor Pablo Pérez. Y sorprendentemente apostó por una persona joven y desconocida, de la que pronto muchos nos dimos cuenta de que había sido un gran acierto, Dima Slobodeniouk, hoy por hoy uno de los directores referenciales en el panorama internacional. Pero en ese momento imagino que no fue una decisión fácil y de hecho fue criticada o ninguneada por no pocas voces que por supuesto en la actualidad han tenido que admitir lo visionario de aquella elección. ¿Cómo llegó a ella?

La decisión fue muy fácil pues este tipo de decisiones funcionan cuando son orgánicas, cuando ocurren con naturalidad y realmente la OSG y Dima se cruzaron en un camino. Los dos buscábamos lo mismo. Los músicos necesitaban ese tipo de perfil, lo estaban buscando y aunque no habían puesto un nombre apareció Dima. Y aunque obviamente siempre se toma un riesgo en estas decisiones, fue fácil y de hecho fue un soplo de aire fresco para todos. Y también supuso el ver que había vida más allá. No tanto por la OSG sino porque todas las orquestas viven ciclos artísticos y esta orquesta todavía no había vivido su cambio de ciclo artístico, lo cual es muy natural. 

Espero que, en el futuro, esa normalización que hemos hecho estos últimos años la gente la crea y asuma y se de cuenta de que no pasa nada cuando se cierra una etapa. Hay ciclos que tienen una duración determinada y esto es muy sano. Es tan sano vivirlos a fondo como que haya cambios. La verdad es que todo fue muy natural.

Fíjate que además fue por una cancelación de Kitajenko. El azar en la vida influye mucho. Kitajenko había sido director en la Filarmónica de Moscú, donde la familia de Dima había tocado; su padre como viola solista y su abuelo también en la cuerda. Fue toda una conjunción cósmica. No soy muy religioso, pero mira, estas cosas pasan.

¿Y no tuvo miedo en ningún momento de tomar la decisión?

Miedo nunca, no se trata de miedo, sino que siempre se duda; nunca sabes lo que puede pasar. Creo que tenía más miedo a nivel político el gobierno municipal porque en esa época el gobierno del Partido Popular acababa de llegar y todo el mundo estaba mirando con lupa, después de 30 años de gobiernos socialistas, cómo lo iban a hacer. Creo que había más miedo a ese nivel, que no fuese una decisión que generase críticas y realmente funcionó creo que muy bien. Podemos estar todos muy orgullosos.

«La llegada de Dima Slobodeniouk a la Sinfónica de Galicia fue un soplo de aire fresco para todos»

¿Qué piensa qué fue lo que le aportó Dima a la orquesta en ese momento y que es lo que necesitaba la orquesta en ese momento?

Como todo lo que pasa en la vida y como también pasa en todas las orquestas, los contrastes son muy importantes. Si se estudia la historia de todas las grandes orquestas del mundo, los ciclos necesariamente necesitan contrastes. Dima ya de entrada supuso un gran contraste con Víctor Pablo. Y no se trata de decir mejor o peor; simplemente es otro tipo de músico, mucho más joven y que, además, por su forma de ser, es muy minucioso en el trabajo y posee una idea de repertorio también muy particular. Y sobre todo, Dima hizo un trabajo desde mi punto de vista muy fino, trabajando a fondo la orquesta, con un gran trabajo en la cuerda. Hizo mucho Haydn y Mozart. Fue más amplio y heterogéneo en la programación del repertorio. 

A nivel personal Dima es una persona muy cercana, de un trato muy fácil, y también fue importante que se viniese a vivir aquí con su familia. Aportó toda una serie de ideas e hizo un trabajo muy intenso y eso dio sus frutos. Su trabajo fue muy claro, según los músicos siempre me han dicho. Yo tampoco quiero meterme en el ámbito artístico pues son ellos los que deben opinar, pero todos me dicen que es un director hiperclaro. La orquesta necesitaba colocar algunas cosas y, a pesar de que en estos primeros años no pudimos hacer audiciones y tuvimos bajas importantes como la de Petur Eiriksson o David Etheve, la orquesta sí que tuvo un líder artístico, que les metía mucha caña. Pienso que esto fue muy importante para trabajar el desarrollo de la orquesta. O sea, no únicamente conformarse con heredar una gran orquesta sino trabajar a fondo para que esta mejorase. 

Otro de sus grandes aciertos en esa época fue la apuesta decidida por el canal de YouTube de la orquesta, hoy por hoy ejemplar a nivel internacional. ¿Cuál fue su estrategia para este desarrollo?

Antes de venir a Galicia era consumidor del Digital Concert Hall de la Filarmónica de Berlín; de hecho, se había creado sólo unos años antes. Al llegar aquí me encontré con que la orquesta era un orquestón que ofrecía un nivel en directo espectacular. Por añadidura ya tenía un histórico de grabaciones desde los años 90; grabaciones en DAT. Era por tanto algo que la orquesta tenía ya incorporado en su sistema. No era una cosa que tuvieras que explicar a los músicos. De hecho, Petur creo recordar que ya tenía un canal de Youtube en el que iba colgando grabaciones porque para él eran muy importantes. Así que dos más dos son cuatro; si hay una orquesta muy buena, si hay un equipo audiovisual como Antonio Cid y Pablo Barreiro que graban, pues a tope con el proyecto. 

Al principio fue muy curioso que había muchísimo rechazo por parte de los directores invitados porque era ya una época de crisis discográfica, pero en la que todavía teníamos la mentalidad de que las grabaciones discográficas de los grandes artistas y de las grandes orquestas generaban ingresos a nivel comercial. Aunque estos ya habían bajado mucho, todavía se veía con mucho recelo todo lo que fuera streaming. Al principio me costó muchísimo convencer a los directores; tenían que dar su permiso, les enviábamos las grabaciones… Por ejemplo, Lorin Maazel cuando vino en 2012, tuve que estar un año detrás de él esperando a que me diera la autorización para subir la primera la Primera de Mahler. Todo había que hacerlo con mucho cuidado porque, aunque había algunos artistas sí que eran más sensibles a la causa, a otros les costaba mucho. Había que hacerlo todo con mucho tacto porque técnicamente un artista invitado te puede prohibir la presencia de cámaras. Es normal; incluso de fotos. Lo tuve que hacer con mucha mano izquierda, incluido Dima, pues era algo nuevo, suponía exponerse y, además, con las grabaciones en directo es muy difícil que todas sean perfectas. Tardamos muchos años en que ya se normalizara la autorización para grabar.  Además, paralelamente, el canal empezó a crecer mucho, exponencialmente y ahora ya hay artistas hasta que lo piden, pero los inicios fueron muy delicados y tuvimos que hacerlo con mucho tacto para poder obtener las autorizaciones.

«Si se estudia la historia de todas las grandes orquestas del mundo, los ciclos necesariamente necesitan contrastes»

«Lorin Maazel cuando vino en 2012, tuve que estar un año detrás de él esperando a que me diera la autorización para subir la primera la Primera de Mahler a nuestro canal de Youtube».

Creo que por ejemplo Eschenbach tardó muchísimo en autorizar su Quinta de Mahler.

Efectivamente. Lo normal es que tanto los artistas como sus agentes tiendan a ser muy restrictivos lo cual a mí me parece un error porque un buen producto audiovisual es bueno para todos y no creo que el canal Youtube le reste ingresos a una grabación en Sony y Decca. Es otro medio que solo da proyección.

Otra iniciativa, hoy por hoy indiscutible, fue introducir el abono de sábado que llena diez fines de semana el Palacio de la Ópera con un público renovado y de lo más entusiasta. ¿Cómo surgió y qué impacto ha tenido esta iniciativa?

Viniendo de Madrid donde la ONE hace tres conciertos por programa, quizás vine un poco con aires de madrileño y me dije: “Claro que puede haber dos ciclos”. Pero, de hecho, tuve al principio mucha crítica e incluso algunas personalidades musicales de aquí me dijeron “Estás loco. ¿Cómo vas a duplicar el abono total?”, porque antes estaba el abono 3 y el Festiclass, que era un mini-abono que estaba bien, pero yo pensaba que no teníamos que tratar al nuevo público de forma diferente. Es mejor ofrecer lo mismo -pues además el trabajo ya está hecho- sin complejos. Por eso el Festiclass lo veía como innecesario pues sus ingresos eran minúsculos y en cuanto al abono 3 eran solo tres conciertos. Así que dijimos: “Nos lanzamos al abono sábado”. 

Hubo un trasvase de viernes a sábado con gente que no quería conciertos de viernes y se pasó al sábado, pero en general, al generar mucha más oferta hemos vendido muchas más entradas y sobre todo yo creo que hemos abierto la OSG a un público que no tiene nada que ver con el del viernes. Un público que a lo mejor un sábado dice; oye, pues quiero escuchar repertorio. Un público que es el que aplaude entre movimientos y al que admiro -me encanta que aplaudan de esa manera-, pues creo que por ahí es por donde tienen que transitar las orquestas sinfónicas.  O sea, tenemos que cuidar mucho de nuestro club de aficionados top, pero no alejar a ese público nuevo que viene el sábado en vaqueros, zapatillas y que no tiene por qué saber muy bien a lo que va. También vienen alumnos de la Universidad -un abono de unos 250 alumnos por sábado- lo cual también es muy bueno y además hay lista de espera, con lo que al final tenemos que escalar a los universitarios que no tienen un duro y les damos la oportunidad de venir a un concierto. Y todo unido a los alumnos de Sonfuturo. El sábado, de verdad, ha sido un subidón y de hecho a mí me gusta más el ambiente de los sábados, en parte por mi forma de ser. Pero por supuesto al viernes hay que cuidarlo mucho. Así que el Abono Sábado ha funcionado muy bien y ojalá siga creciendo.

«Cuando creé el abono de sábado, al principio mucha crítica e incluso algunas personalidades musicales de aquí me dijeron “Estás loco. ¿Cómo vas a duplicar el abono total?”»

Una pregunta frecuente entre los abonados y el público en general es: ¿Qué porcentaje aproximado de los ingresos de la orquesta proviene de los abonos? 

El abono supone un pequeño porcentaje. Ahora estaremos en medio millón de euros; unos 550.000. El pico de ingresos lo tuvimos en 2017 que casi llegamos 650.000 pero antes, cuando llegué yo, estábamos sólo en 400.000, así que el abono tiene un peso importante, pero en todas las orquestas es a la postre una parte muy pequeña.

Durante tu gestión, la OSG ha acogido a grandes nombres como Lorin Maazel, Maurizio Pollini, Gustavo Dudamel, Neville Marriner y Stanislaw Skrowaczevski ¿Hay alguno de ellos que le haya impresionado particularmente?

De Lorin Maazel me impresionó su humildad, la cercanía y lo inquieto que estaba en torno a los conciertos. Se los tomaba muy en serio. Era además un señor hiper-educado, hiper-correcto. Al final, la conclusión a la que llega uno ante gente así es que no es casualidad que alguien haga ese tipo de carreras. Alberto Zedda, a quien yo no conocía también me fascinó. Es una leyenda de la música de los últimos cien años. He tenido mucha suerte aquí en Galicia.

También destacaría a López Cobos. Mucha gente casi ya no se acuerda, pero López Cobos fue fundamental para que la transición entre Víctor y Dima funcionase. Fue una persona que le dio mucha solidez a la orquesta como principal director invitado; le aportó certidumbre, calma, e incluso estuvo en el proceso de selección del gerente. Hablaba mucho con los músicos y fue un puente muy importante para garantizar mucha estabilidad. Jesús me ayudó mucho. Tenía una gran experiencia, pues había estado en la orquesta nacional en una época muy importante en la que fue asesor del Gobierno de Felipe González en la construcción del Auditorio Nacional de Música. Nos hablaba mucho del auditorio Miguel Delibes de Valladolid. Siempre decía: “Ese auditorio va a transformar a la orquesta y va a transformar la ciudad”, y efectivamente así ha sido. Al principio estaba medio vacío, pero en seguida cambiaron las tornas. Y por supuesto también destacaría a Roberto [González Monjas], a quien conozco desde que era un chico joven. He tenido mucha suerte, aunque sí que es verdad que desde entonces también he ido desmitificando mucho los grandes nombres. La OSG me ha ayudado en ese sentido porque la orquesta disfruta haciendo música con grandes músicos y no necesariamente todos los grandes músicos son grandes nombres.

¿En esa clasificación, dónde ubicaría a Klaus Mäkelä quien dirigió a la orquesta en un concierto memorable cuando todavía era un joven desconocido?

Sí, también podemos presumir de haber disfrutado los inicios de María Dueñas, Lorenzo Viotti… Klaus está claro que es una de esas personalidades sobrenaturales que nacen cada 50 ó 60 años, como un Dudamel. De hecho, estuve hace poco con Mäkelä en Madrid pues estuvo de gira con la orquesta del Concertgebouw. Es una persona y músico excepcional, un talento descomunal y un grandísimo director. No es casualidad a donde ha llegado. Sé que a veces hay muchas críticas porque es muy joven, pero es sobrenatural, una pasada. Es una persona muy educada y asequible que ha llegado para quedarse. Hizo una Segunda de Schumann en Madrid de un nivel altísimo y en la que se nota que él y la orquesta están jugando a hacer música juntos - teniendo en cuenta que es un orquestón que ya por si sola hace música a un altísimo nivel- pero me pareció muy bonito ver el nivel de complicidad entre ambos. Es una experiencia vivir como disfrutan mutuamente haciendo música, explorando cosas juntos que a lo mejor no han explorado con otros directorios. Es una pasada.

«De Lorin Maazel me impresionó su humildad, la cercanía y lo inquieto que estaba en torno a los conciertos»

«Jesús López Cobos fue fundamental para que la transición entre Víctor Pablo y Dima Slobodeniouk funcionase»

Andrés Lacasa

Cambiando de tema, me acuerdo de que en una entrevista que le realicé hace seis años, uno de los temas que surgió fue la crisis que estábamos viviendo. Ahora estamos una vez más hablando de la crisis, y también fue así cuando llegó a Coruña. Por lo que se ve ha sido un estado permanente de crisis. ¿Cómo se puede mantener vivo el proyecto en medio de ese estadio de crisis continua? Crisis que es económica, pero que al final engendra también una crisis de valores, de actitudes de la gente. 

Con muchas ganas y muchísimo desgaste. Y la verdad es que creo que tantos años viviendo con semejante nivel de desgaste no es sano. Soy muy sincero. Nunca he tenido un año normal, de verdad. Siempre ha habido sustos, siempre ha habido crisis políticas, siempre ha habido incertidumbre. Y no sólo la parte económica. A ella se junta la parte visual; el Palacio de la Ópera, que es otra crisis visible. Y no es sano, no es sano. Espero que más pronto que tarde se vea un plan, porque no es sano, de verdad. Es como cuando tienes una casa desordenada y no la limpias. Esto dice mucho de tu estado psicológico. Puedes tener una casa muy pequeñita, pero es muy importante que esté limpia, que esté higiénica, que abras las ventanas para airear. Y una parte muy importante del ambiente que pueda haber y que a veces se descontextualiza se debe a la casa, al edificio, a la humedad, a las goteras. Parece que estamos siempre de paso. No es sano, no creo que ningún trabajador -no sólo una orquesta sinfónica- se merezca tener un entorno tan insano. Tan visible. 

Ahora estamos en el escenario utilizando un ciclorama y piensas, qué triste que sea la única solución, pues la concha acústica se estaba cayendo. Y bueno, encima es barato: le das a un botón y sube y baja; no tienes que contratar a cinco personas. Hemos normalizado lo que es anormal, lo completamente disfuncional. Y no hay que ir muy lejos, no hay que irse a Berlín o Hamburgo para ver un auditorio fantástico. Con ir a Ferrol, a Santiago, Ribeira, ahora Lugo…

Aunque también tienen en el nuevo y flamante Auditorio de Lugo el problema de carecer de concha acústica y no se prevé solucionarlo a medio plazo.

Por todo esto creo que el desgaste económico y el desgaste de infraestructuras es algo que pasa factura. Supongo que tendré que hablarlo con el psicólogo.

«No es sano, no creo que ningún trabajador -no sólo una orquesta sinfónica- se merezca tener un entorno tan insano»

«A nosotros se nos junta la incertidumbre económica con algo que es visible: Ir todos los días a trabajar a un sitio que visiblemente está en un estado penoso»

Espero que no siga teniendo pesadillas con el Palacio de la Ópera en Madrid.

De verdad, no exagero. De hecho, ahora que estoy yendo más al Auditorio Nacional me doy cuenta de que es como ir del tercer mundo al primer mundo. Me imagino que es algo parecido a cuando alguien quiere ir a una gran ciudad de Latinoamérica y tiene miedo al salir a la calle de que le roben y, sin embargo, cuando llega a Europa dice, ¡Qué diferencia en Europa! Pues en este tema pasa lo mismo. No es normal ni es bueno. Es una anomalía ante la que para no volvernos locos hay que reconocer que no es normal. Cada orquesta tiene su realidad que puede ser mejor o peor. Orquestas que tienen más presupuesto, orquestas que tienen menos dotación, orquestas que han pasado penurias, pero a nosotros se nos junta la incertidumbre económica con algo que es visible: Ir todos los días a trabajar a un sitio que visiblemente está en un estado penoso. 

Que conste que no estoy responsabilizando a nadie en concreto, ni a la concesionaria ni a nadie. Es un sistema que se diseñó en los años ochenta, cuando nadie pensó en 2025; sólo pensaron en los años noventa. Fue una decisión probablemente en ese momento lógica. Insisto, hay dos partes que son igual de responsables de lo que pasa en el Palacio. No hay que buscar enemigos o culpables, pero simplemente el hecho de que la zona trasera esté como esté no invita al optimismo.

No creo que haya muchos gerentes de orquesta que puedan presumir de haber convivido con alcaldes y concejales de cultura de todos los signos conocidos ¿Cómo ha hecho para para poder adaptarse a tantos planteamientos políticos tan diversos?

Pues mira, de mucho aprendizaje. He aprendido mucho. Los gerentes solemos ir siempre a hablar con el concejal de turno o el alcalde de turno con una mochila llena de problemas. Preparas tu mochila y vas apuntando cosas. Los músicos te dicen una cosa, y la anotas a tu lista y la expones: esto, esto, esto, etc. Y cuando te reúnes, te das cuenta de que la otra parte ¡Tiene diez contenedores de problemas! Nuestros problemas son muy importantes, pero en el momento de hablar con el político o con el concejal o con el alcalde, te das cuenta de que ellos no es que tengan mochilas, es que tienen contenedores llenos de problemas. Eso me ha ayudado a relativizar mucho las cosas. 

Del mismo modo que exigimos empatía al poder político, somos nosotros los que también tenemos que empatizar con ese poder. Al concejal de Cultura de esta ciudad, sea quien sea, le bombardean con problemas. Todos son problemas; todo el sector se queja porque es un sector muy potente. Hay mucha infraestructura, pero hay que atender a todo el mundo; no sólo a nosotros; hay que atender a todos. En ese sentido he aprendido mucho y me enorgullezco de tener una muy buena relación tanto con Ana Fernández, como con José Manuel Sande y con Gonzalo Castro. 

Creo que junto con la parte de administrativa es unas de las cosas que más he aprendido. A respetar y empatizar con el poder político. Nada es lo que parece. Mucha gente habla y habla sin saber. Si quitas las siglas políticas de cada político, te das cuenta de que tienen mucho más en común de lo que pueda parecer. Igual que nosotros demandamos muchas cosas desde la orquesta y desde el consorcio, el área de Cultura necesita más personal y no lo tiene; trabajan 365 días al año con muy poca gente. Los alcaldes de ciudades del tamaño de A Coruña cuando salen a la calle se cruzan siempre con gente que les pide cosas, que se queja. Eso no le pasa a un ministro que va en su coche oficial. Hay que empatizar mucho con los alcaldes. Por eso me molesta muchísimo este nivel de hostilidad que hay ahora en la postpandemia. Esta etapa de todo vale en la que los insultos son gratuitos y casi necesarios. Parece que todos tenemos derecho a quejarnos y a insultar a un político. Pero los políticos son personas, tienen familia y tienen que dormir y comer y también tienen muchísima responsabilidad. He aprendido mucho en ese sentido. No me gusta nada la política, no va nada con mi forma de ser y de hecho la política está muy alejada del mundo de la gestión porque la política es cortoplacista y la gestión es siempre a largo plazo. Es siempre necesario encajar muy bien las piezas.

Afortunadamente en la actualidad estamos en A Coruña en un momento muy bueno, de entendimiento entre Ayuntamiento y Xunta. Hay que ayudarles. Nuestra obligación es ser leales y ayudarles para que nos ayuden. Pero si se ponen palos en las ruedas y se le pone difícil, no vamos a llegar muy lejos.

«Creo que junto con la parte de administrativa es unas de las cosas que más he aprendido. A respetar y empatizar con el poder político. Nada es lo que parece. Mucha gente habla y habla sin saber»

«Afortunadamente en la actualidad estamos en A Coruña en un momento muy bueno, de entendimiento entre Ayuntamiento y Xunta»

¿Entiende entonces, desde su punto de vista de primera mano, que las instituciones tienen la máxima empatía y receptividad hacia el proyecto de la Sinfónica?

Sí, absolutamente, a tope. De verdad. Me da mucha rabia que se dude o critique esto. Para empezar, el ayuntamiento lleva soportando económicamente a la institución más de 30 años; son tres décadas. Un Ayuntamiento de 250.000 habitantes que no es muy grande. La Xunta desde 2004, la Diputación también desde 2004. Y obviamente estamos infrafinanciados por el alza de los costes estructurales, pero no hay que olvidar que las administraciones hacen un gran esfuerzo para financiar a la orquesta. Cuidado entonces con la queja constante. Hay que convencer, hay que explicar. Y llevamos ya dos años con mejoras económicas; por qué no pensar que esas mejoras económicas se van a mantener el tiempo y eso hay que hacerlo siempre con muchísimo respeto y mucha lealtad y diciendo la verdad que es que tenemos tres administraciones y tres partidos políticos super-implicados en el proyecto. Esa es la realidad y el que no lo quiera pues está ciego.

Estas fechas se ha hablado mucho del presupuesto actual del Consorcio; unos 9 millones de euros, y a algunos le parecen cifras excesivas. Incluso en el pasado llegó a 14 millones de euros. Para aquellos familiarizados con el mundo de las orquestas, está muy claro el inmenso retorno que la OSG genera para la sociedad. Sin embargo, para gente de la calle que nunca ha considerado este aspecto y puede considerar estos números desorbitados, ¿Cómo explicaría la importancia y el impacto de la inversión en la orquesta y la necesidad de que las instituciones apuesten por un proyecto como este?

¿Por qué una orquesta, todas las orquestas, tienen un presupuesto tan elevado? Pues en primer lugar porque contratan a mucho personal. Tú no puedes hacer una Quinta de Mahler con treinta personas. Todas las orquestas del mundo tienen que aceptar unos costes estructurales muy elevados y tienen que contratar refuerzos y tienen que contratar artistas para hacer una programación, si no, no pueden cumplir con sus objetivos. Pero si le damos la vuelta a la tortilla tenemos que darnos cuenta de que estamos creando empleo. Lo fundamental, lo más importante que creo que se tiene que explicar es que son empleos directos e indirectos. De una empresa como la nuestra viven muchas personas, muchas familias, sus hijos. Ahora que se está hablando también de A Coruña como polo industrial, ciudad de las TIC, mundo audiovisual, etc. todo eso son puestos de trabajo que se generan. Sería demagógico plantear un sector público sin gasto. 

Hay personas que hablan de otro modelo, sin orquestas fijas, en base a orquestas invitadas de fuera. Esas orquestas vienen una noche y se van. En una ciudad como la nuestra, eso tiene un coste muy alto y, sin embargo, no genera nada. Una orquesta como la nuestra está en primer lugar generando empleo, en segundo lugar, el impacto económico es muy importante y ya a nivel cultural es incalculable lo que pueden haber llegado a influir todos estos músicos que vinieron hace treinta años, que han creado escuela, de los que se han beneficiado muchas generaciones, no solo por su futuro y por todo lo que han hecho, sino simplemente por su propia existencia. El saber que tienes una realidad tangible que puedes ver y pensar: Yo quiero ser como David Bushnell, o quiero ser como Juan Ferrer o, como cuando vivía, David Ethève. Son líderes que han estimulado a muchas generaciones de músicos a serlo. Y además hay que ver A Coruña en un contexto nacional en el que todas las comunidades autónomas han hecho lo mismo. Es muy importante recordarlo. Coruña no está aislada del mundo. En España en los últimos treinta años han hecho lo mismo en Sevilla, en Granada, Castilla-León, etc. y eso ha generado muchísima riqueza. 

En estas fechas han surgido muchos “expertos” en la materia opinando de otra forma. Pero la mejor forma de rebajar el nivel de ruido es estudiando los presupuestos de otras orquestas, estudiando los presupuestos los teatros de ópera, estudiando los presupuestos de Cultura de todas las comunidades autónomas. Cuando se hace esto, todo se contextualiza de una forma muy racional. Lo que se hace en el Consorcio es hiper-racional. De hecho, desgraciadamente, por estas vicisitudes económicas, Galicia es de las orquestas que más ajusta los presupuestos de artistas. Pero ya hemos llegado a un límite en el que no podemos ajustar más. Tenemos retraso en el pago a los proveedores, que no debería ser. Tenemos retraso en el pago a los artistas que tampoco debe ser. Es algo más reciente, del último año y medio. 

El Consorcio es una empresa muy potente, que genera muchos puestos de trabajo; tenemos unas 400 contrataciones de refuerzos al año, entre 300 y 400 niños y niñas dependen del proyecto de Son Futuro. El trabajo que hacen los coros también tiene un impacto. Creo que hay que alejarnos de la demagogia. Siempre van a salir haters; en todos los ecosistemas existen, porque creen que parte de ese dinero deberían tenerlo ellos, pero no saben que, si ese dinero se fuera de la orquesta no iría a ellos, se iría a otras cosas. Por eso hay que hacer pedagogía siempre y sobre todo viajar. Para entender lo que lo que es la orquesta yo le recomiendo a la gente que viaje, que indague un poco, que vea los presupuestos de otras orquestas que hay en España. 

«Sería demagógico plantear un sector público sin gasto»

«El Consorcio es una empresa muy potente, que genera muchos puestos de trabajo»

De hecho, en los últimos años ha sido presidente de la AEOS y conoces perfectamente otros modelos ¿Cómo ubicaría el modelo de la Sinfónica en el contexto de España?

Hay muchos modelos y cada modelo tiene pros y contras. Los consorcios se crearon para poder servir de organismo interadministrativo cuando hay varias administraciones que los financian. Este modelo lo hace más independiente y tiende a ser más ágil, pero es más vulnerable a los cambios políticos porque son interadministrativos. Si no hay buen feeling entre las distintas administraciones, como ha pasado en Granada u otras orquestas, o no hay entre dos administraciones no hay buena conexión, pues son de partidos políticos distintos, puede haber la tentación de usar a esa empresa como arma arrojadiza. 

Las orquestas que son de una sola administración tienen menos problemas económicos porque todo es más jerárquico, pero son más lentos porque son sólo una unidad más dentro de una gran administración pública. Son más lentos, pero tienen menos ruido y menos problemas porque dependen de un solo partido político con lo que no se generan conflictos partidistas. No voy a dar nombres, pero hay problemas en todas las orquestas, pero en este modelo no trascienden. 

El problema de los consorcios es que muchas veces no se nos trata como administraciones públicas. A la hora de hacer el cálculo, por ejemplo, de las subidas salariales y de costes estructurales, la financiación no aumenta proporcionalmente a ese aumento de los costes. Sin embargo, en una única administración esto es automático. Ya no se plantean dudas si sobre si unas nóminas las gestiona el ayuntamiento o la diputación. Todos los años se aumentan los presupuestos para todos por igual, y aquí no. De hecho, tuvimos bajadas presupuestarias durante muchos años. Al final, todo lo que ha ocurrido ahora se veía venir. Desgraciadamente ha tenido que ocurrir, pero ahora vienen tiempos mejores.

Y por cierto, el debate sobre financiación lo hay en Francia, lo hay en Alemania. Hace poco en Berlín se llevaron un buen susto porque el máximo responsable de Cultura en la ciudad decidió hacer unos recortes sin pensar mucho en los resultados. Se creó tanto clamor que tuvo que dar marcha atrás. Francia tiene problemas estructurales muy graves porque es un país, primero con problemas económicos -todo siempre es relativo-, pero con un gran ecosistema cultural. Ha tenido que cancelar producciones enteras por culpa de estos problemas estructurales. Problemas hay en todas partes, y existen precisamente porque somos empresas que necesitan mucho personal, con gastos fijos que crecen. También hubo debate en su día sobre la ópera. Las producciones son caras, pero ¿Qué es caro y qué es barato?, ¿No es importante una ópera escenificada? Claro que es importante. Da trabajo a muchas personas, a los cantantes, a los utilleros, a los peluqueros, a técnicos. Mucha gente vive de las óperas,

 «Hay problemas en todas las orquestas»

«Francia tiene problemas estructurales muy graves»

Y pensando en el futuro de la orquesta, como apasionado de la arquitectura, ¿Qué solución ve a corto plazo al problema de la sede de la orquesta? ¿Cuál sería el proyecto ideal?

Yo creo que si soñamos todos mucho lo ideal sería que algún día se construyese en el puerto un centro polivalente. Creo que la clave es huir de los grandes proyectos. Visto lo visto y lo que ha ocurrido con otros grandes auditorios, creo que -¡Ojalá, estoy soñando!- esta ciudad necesita en primer lugar un edificio que sea la sede de la orquesta, que tenga aulas de estudio, oficinas, pero que sea también polivalente, que sea compartido por todo el resto del tejido cultural y musical que hay en esta ciudad: la escuela de música, la banda municipal, las corales que hay en la ciudad. Que sea un edificio vivo, que ojalá estuviese abierto siete días a la semana, que si la orquesta tiene un ensayo por la mañana, pues por la tarde pueda acoger un concierto de agrupaciones infantiles. Un edificio vivo, que tenga cafetería, que responda a toda la demanda de esta ciudad, por ejemplo, que el Resis pueda realizar todos los ensayos; que la Sociedad Filarmónica también pueda usarlo. Y por supuesto bajo gestión pública. 

Por supuesto, es algo que ya está inventado. Por ejemplo, el Auditorio Miguel Delibes, podría ser un referente, porque es un edificio fantástico, polivalente, está junto al conservatorio y se usa para para hacer de todo. También se alquila. Creo que hay que pensar con mucha ambición y con inteligencia. No pensar tanto en un proyecto espectacular que sea muy bonito y que después tenga goteras por estar cerca del puerto como ha pasado con la ópera de Sydney. Yo creo que ahora lo que necesitamos es un edificio racionalista que sea útil y funcional, que los costes para su construcción no sean excesivamente elevados, pero que sea adecuado para la orquesta y que tenga muy buena acústica.

¿Se conseguirá?

Seguro. Sí, estoy seguro.

Sin duda la sociedad coruñesa lo demanda y lo necesita. Un buen ejemplo del poso que la orquesta deja en la ciudad son los Amigos de la OSG; otra iniciativa que impulsó y que se contempló con cierto escepticismo pero que ha tenido un papel importante.

Sí, sin duda. Es verdad que últimamente, con la pandemia y la postpandemia hemos organizado menos actividades, pero es una pasada. Tenemos más de cien amigos. Esos sí que son amigos de la OSG, que además hacen poco ruido, pero siempre están ahí ayudando.  Hemos hecho viajes juntos, como cuando Dima debutó en Berlín. También bastantes viajes en giras y creo que cuando Roberto tenga un próximo debut, de esos espectaculares, intentaremos también que -bueno yo ya no estaré, pero sería muy bonito- qué fueran. Fue una campaña de micromecenazgo que organizamos en 2014-2015 y ha tenido mucho éxito.

«Esta ciudad necesita en primer lugar un edificio que sea la sede de la orquesta»

Me gustaría hacerle ahora unas preguntas, tal vez más capciosas, sobre unas cuestiones que giran en la mente de los abonados a la OSG. Va a empezar una nueva etapa, exigente y demandante pero obviamente su corazón y su cabeza seguirán también aquí en Coruña, con la OSG. ¿Compartiría la preocupación que los seguidores de la orquesta tienen de que en esta nueva etapa, de la que todavía se desconoce la identidad del futuro gerente del Consorcio, pueda comprometerse la calidad musical del proyecto de la Sinfónica?

Imposible. Sin ninguna duda. Creo que la orquesta es tan potente que su único destino es la de tener éxito. Es imposible, por el nivel de profesionalidad que hay encima y detrás del escenario, que la OSG no vaya en una dirección muy clara de éxito. Hay que ayudar a que eso sea posible, pero acabamos de hacer un fichaje magnífico con la nueva concertino, Olatz Ruiz, por supuesto Roberto González Monjas, etc. Va a ser imposible que pueda haber algún tipo de retroceso. Otra cosa es que pueda haber una pausa por alguna razón extramusical, pero esta orquesta nació con estrella y el futuro va a ser muy bueno. Es imparable, Pablo, te lo digo en serio.

Otra cuestión que flota en el aire es: ¿Cree que los músicos podrían ver empeorar sus condiciones laborales?

Imposible, también imposible. No hay marcha atrás en este aspecto. A nadie se le ocurriría, ni nadie lo ha pensado ni lo va a aceptar. Lo más importante ahora es buscar una solución al Palacio de la Ópera. En el sector público en España, en este momento, pasada la crisis, ni siquiera hace diez años, cuando legalmente podríamos empeorar una serie de aspectos. Los tres convenios de la plantilla siempre han ido mejorando. Tenemos una Escuela Municipal, cuyo convenio también ha mejorado; así que es imposible. 

Lo que desde mi punto de vista debemos hacer es ser productivos. Para el consorcio, por su estructura y por su presupuesto, el drama sería que se hiciera menos. El Consorcio tiene que hacer más. Insisto mucho en que los políticos y las instituciones que nos financian vean al Consorcio como un organismo súper-útil, con gente con muchas ganas de trabajar, con muchas ganas de hacer conciertos. Cuántos más conciertos con la orquesta -siempre sin quemarla demasiado- mejor; cuántas más actividades organice el consorcio, mejor. Ese es el único riesgo que yo veo. No tanto en la en las condiciones laborales porque creo que son intocables y sobre todo, porque no hay intención por parte de nadie de empeorarlas. 

«Creo que la orquesta es tan potente que su único destino es la de tener éxito»

«Es imposible que los músicos vean empeorar sus condiciones laborales»

Otra cuestión que surge, en medio de este “ruido” que hemos vivido estos meses, muy especialmente al inicio de la temporada, es la que partió de determinados sabios que han llegado a decir que la orquesta realizaba demasiados conciertos, que 25 programas de temporada son excesivos ( a pesar de casi llenar el Palacio de la Ópera programa tras programa ). Pero, ¿Cree que podría llegar a desaparecer el abono sábado?

Es ridículo, de verdad. Otra cosa es que, en un futuro, en un contexto económico más expansivo, se pueda reducir la temporada de abono y añadir otros proyectos que necesitan mucho presupuesto. Yo estaría encantado de haber podido hacerlo. Imagínate que se decida hacer un ciclo de música de cine, o se decida ampliar los proyectos didácticos escénicos como hicimos hace diez años con los ballets que hicimos en colaboración con los Conservatorios de Danza, etc. Pero eso exige mucho presupuesto. Ojalá. Los once meses de trabajo se pueden distribuir de otras formas, de verdad. Yo he hecho las cosas de una forma que permitiese garantizar la sostenibilidad económica, porque la temporada y sus abonados es nuestro mejor producto. De hecho, lo vi enseguida, en mayo y junio con el Festival Mozart. Es curioso, los conciertos potentes del Festival Mozart vendían la mitad que los conciertos del abono.

¿Puede ser posible?

Tal cual. Lorin Maazel no vendió completo los dos días de La fanciulla del West. Nos guste más o menos, en A Coruña el abono a través de muchos años de mucho trabajo se ha consolidado. Lo que he hecho es alargarlo, pero con una intención, sobre todo porque no tenemos presupuesto para hacer otro tipo de cosas. Que en un futuro se pueda hacer, imagínate, más óperas, pues bienvenido sea. De hecho, lo intentamos con la temporada lírica. Se redujeron el número de conciertos de abono y se planteó una temporada con tres o cuatro óperas representadas, que creo que en el futuro hay que hacerlo otra vez de una forma paulatina, o galas líricas, por ejemplo. O tener dos proyectos al año con músicos de pop-rock de calidad. Me parece muy bien. 

Estos debates me hacen mucha gracia, pues no hay ninguna verdad. Se puede hacer de todo, pero todo tiene un coste; cuidado con vender lo que no se puede hacer. La orquesta va a trabajar once meses al año siempre. De hecho, podríamos hacer más giras dentro de Galicia, pero también implica que tenemos que asumir el coste del transporte de instrumentos, de músicos. Por supuesto se podrían plantear otro tipo de modelos para la orquesta, pero en otro contexto, porque eso hay que pagarlo. Hay gente que habla sin tener conocimiento, es ridículo.

«Yo he hecho las cosas de una forma que permitiese garantizar la sostenibilidad económica, porque la temporada y sus abonados es nuestro mejor producto»

También se ha llegado a decir que uno de los problemas de la orquesta era el exceso de compositores escandinavos en la programación.

Ese es otro de los “argumentos” que se han escrito. Efectivamente es mentira, pues esencialmente Dima Slobodeniouk programó estrenos de dos compositores finlandeses e hizo un ciclo Sibelius, que desde luego permite decir que un director finlandés en Galicia ha hecho un ciclo Sibelius, cosa que no puede decir otra orquesta en España. Dima, sobre todo programó repertorio centroeuropeo, mucho Mozart, mucho Strauss, mucho Haydn, pero se quedó con el sambenito, y ahora a Roberto le colocarán otro sambenito, pero no es desde luego racional.

De hecho, mi propia estadística de la programación de todas las orquestas españolas a lo largo de cuatro temporadas desmiente este hecho. 

Y otra cosa a la que muchos abonados y seguidores de la OSG tienen miedo: ¿Dejaremos de tener un gerente que sea cercano, que esté presente en la práctica totalidad de los conciertos, que atienda a todos en los conciertos y en la calle, siempre con una sonrisa, siempre dando la cara? 

Mucha gracias (sonríe). Tengo colegas fantásticos y te lo digo en serio: España es un país muy potente a nivel artístico y también se está convirtiendo en un país muy potente en gestión. Vendrá otro u otra con otra forma de ser, seguro, afortunadamente. Pero ahora hay una generación muy interesante de gente muy preparada y con muchas ganas. Afortunadamente en estos trece años ha habido un cambio generacional en gestión de orquestas. Del mismo modo que la sociedad ha cambiado, han cambiado los gestores. Y dentro de la mentalidad de la gestión yo quiero pensar que lo normal es más un poco mi forma de ser. 

No ha sido aquí siempre así.

No, porque hace treinta años vivíamos en otra época y ahora creo que no solo es necesario sino casi lo veo como imprescindible. El sector público ha cambiado mucho. También los músicos de orquesta cambian su mentalidad. Yo creo que hay que ser optimistas y sobre todo, a la persona que venga, espero que le traten tan bien como a mi cuando yo llegué. Porque esa es otra; a mí me han tratado muy bien. Lo que no puede ser es que con la persona que venga, sea quien sea, la gente ya desconfíe de entrada; algo que pasa en este mundo tan hostil en el que vivimos y en el que parece que cada cosa que se hace es un crimen. Yo espero que se le trate bien; hay que darle tiempo también. Y si funciona bien, bien, y si no pues que venga otro u otra. No creo que haya que dramatizar. Del mismo modo que hablábamos antes de los cambios en los ciclos artísticos, sucede lo mismo con los gerentes.

Para ir concluyendo me gustaría preguntarle en primer lugar sobre el futuro de la «música clásica». Dada su experiencia en la gestión de orquestas y tu visión de la clásica, ¿Qué tendencias o innovaciones prevé que podrían impactar significativamente el futuro de este género en los próximos años? ¿Cómo puede una orquesta como la OSG adaptarse y prosperar en este cambiante panorama cultural?

Hay mucho debate y muy especialmente durante la pandemia, pues fue un susto para todos y un parón del cual surgieron muchos debates. Nosotros hemos organizado hace poco un debate entre las cinco asociaciones principales de España: la Festclásica, que es la asociación de festivales, Ópera 21, GEMA, AEOS y ROCE, organizadores de los didácticos, precisamente para intentar tener un debate sano y productivo con gente de fuera sobre esta cuestión. El mundo ha cambiado mucho, las fundaciones, las empresas, la generación joven han cambiado, pero lo hablado me invita al optimismo. 

Soy muy optimista en cuanto a la necesidad de que existan las orquestas sinfónicas, pues son necesarias para sostener los ciclos de música de cámara, de contemporánea, etc. Si no existiesen las orquestas, habría que inventarlas. Además, es un trabajo muy artesanal, en el que sin embargo hay muchísima demanda de gente joven para tocar un instrumento. Por tanto, el debate sobre el agotamiento de la clásica es bastante falaz. Si los conservatorios y las escuelas de música están llenas de niños queriendo tocar, por algo será. 

Entonces, ¿Qué hay que seguir haciendo? Yo creo que nosotros mismos podemos ser nuestro peor enemigo. La auto-exigencia que tenemos todos, los organizadores y los músicos, de hacer conciertos al máximo nivel nos aleja mucho de la realidad de la sociedad que nos rodea. Porque por el ámbito político y el ámbito social, aunque por supuesto se aprecia la excelencia, se busca algo más. Las orquestas no pueden ser espacios cerrados, perfeccionistas en los que a alguien que tose o alguien que aplaude a destiempo se le castiga como si hubiese cometido una herejía. Tenemos que encontrar un buen equilibrio en normalizar nuestra presencia en la sociedad. Somos nosotros y no la gente los que debemos hacerlo. Una gran parte de la gente que va a un concierto no son fanáticos.

Creo que somos más necesarios que nunca, pero hay que adaptarse. Los músicos se tienen que adaptar; la cultura corporativa dentro de las orquestas también tiene que evolucionar, porque las orquestas son espacios que a veces pueden llegar a ser algo tóxicos, por la propia auto-exigencia que generan. Pero no se dan cuenta de que eso sólo lo valoramos dos o tres. España está demostrando ser una potencia en la música clásica: lo demostró durante la pandemia. Todo el mundo mira a España. Entonces, no debemos ser nosotros nuestro peor enemigo, nuestro peor embajador. A veces somos más críticos nosotros que la gente de la calle. Gente que admira lo que hace una orquesta, que le gusta ir al teatro...

«Las orquestas no pueden ser espacios cerrados, perfeccionistas en los que a alguien que tose o alguien que aplaude a destiempo se le castiga como si hubiese cometido una herejía»

¿Abrirse más a la sociedad de hoy?

Sí, pero sin complejos, con orgullo, pero sin pretender que todo el mundo entienda lo que somos, porque no hace falta.

¿Sin sacralizar la música?

Sí, no hace falta. Simplemente normalizarla. Creo que vamos por el buen camino y no lo digo sólo por A Coruña. Lo digo por Oviedo, Valladolid, Madrid, Bilbao, San Sebastián. El Festival Musika-Música, al que vamos dentro de dos semanas es un festival espectacular que llena el Euskalduna y que tiene muchísima demanda y lo hace con repertorio. La gente siempre va a querer escuchar el gran repertorio. Siempre, estoy convencido.

Y ya para concluir, aunque vas a seguir manteniendo tu relación con Galicia ¿Que echarás de menos de A Coruña, de Galicia?. ¿Qué aspectos de vivir y trabajar en esta región vas a extrañar más?

El mar… Galicia es como un sueño. El estar en el noroeste, con este clima, con esta mezcla del mar, la montaña, los Ancares por ejemplo, que los conozco bien, la Ribeira Sacra, las Rías altas, toda la costa de Ferrol que la conozco bien, con su luz espectacular, la comida. Para mí puedo entender que la gente pueda considerar Galicia como una república independiente. Es un espacio, un lugar tan particular que siempre tendré mi corazoncito aquí. 

Y he conocido la forma de ser gallega, de la que he aprendido mucho. Creo que no es casualidad que sea una tierra con tanto emprendimiento, con tanta habilidad comercial. Es una autonomía de gente que ha trabajado mucho. Me recuerda mucho el rural gallego al rural ruso. Cuando llegué aquí y veía en las aldeas a las señoras mayores con ese sacrificio, me recordaba mucho a mi abuela en Moscú, porque son lugares difíciles, que exigen mucho sacrificio. Ha sido así un país difícil, con clima difícil, con inviernos largos. Y además, hay una cosa que tienen en común los rusos y los españoles; que les gusta mucho disfrutar de la comida, de la vida en familia. Son cosas que, a lo mejor, también sin querer, me han hecho sentirme muy en casa en Galicia. Porque mi parte rusa también ha vivido décadas, sino siglos de dificultad y eso está en los genes.

«Me recuerda mucho el rural gallego al rural ruso. Cuando llegué aquí y veía en las aldeas a las señoras mayores con ese sacrificio, me recordaba mucho a mi abuela en Moscú, porque son lugares difíciles, que exigen mucho sacrificio»

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