El legendario pianista ruso, que de un tiempo a esta parte ha comenzado a desarrollar una muy personal perspectiva artística, dedica sus últimas reflexiones y grabaciones en directo a Bach
En plan Bach
Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Hace tiempo que Andrei Gavrilov nos tiene acostumbrados a percibir su trayectoria como un tanto excéntrica. Algunas de sus últimas apariciones en concierto a finales del siglo XX resultaron llamativas, tras haber dejado una exitosa vida de grabaciones y recitales. Desde hace años, su agenda de conciertos es difícilmente encontrable, cuando no inexistente y algunas de sus reflexiones personales, realizadas en un blog de muy descuidada apariencia, resultan, como mínimo, asombrosas. «Fui a la meta sin mirar atrás. Concentrándose solo en la acumulación de conocimiento para un gran avance hacia el futuro. La gente no esperaba una revolución. Especialmente en un remanso tan «tranquilo y acogedor», como en el mundo olvidado de Dios de la «música clásica». Porque hasta las masas saben que la revolución no pide «opiniones», sino que barre lo viejo. Inesperadamente. Y ahora, estoy listo. Y realmente necesitamos un anuncio «agresivo» para mi revolución. Nuestra revolución. Revoluciones en la música. Todo está listo. Estoy listo. El mundo está listo. El mundo también está cansado de museos polvorientos, en lugar de vivir en la música», afirmaba Gavrilov en 2018 en un texto tan extraño como interesante.
En los últimos meses Andrei Gavrilov se ha fijado en Juan Sebastián Bach, dedicando al genio de Eisenach algunos vídeos que, entre otras cosas, muestran una interpretación magistral, pero también atropellada, descuidada en general en algunos aspectos, del primer volumen del Clave bien templado. Descuidada si nos atenemos a los criterios de pulcritud, claridad y limpieza que exige una sociedad que, en lugar del bosque, en ocasiones parece hipnotizarse con la estetizante belleza de un escultural y profilacticamente diseñado arbusto. ¿Pero qué sucedería si tras la presunta excentricidad de Gavrilov obviásemos en su interpretación la falta de precisión y claridad y nos fijásemos únicamente en el extraño, misterioso pero muy real magisterio y magnetismo de su forma de tocar y salvar para el presente la música de Bach en su piano desabrido y enjuto? Que nos saldrían, como mínimo, dos especies o modulaciones de la Idea de Crítica a la realidad musical del presente: una translógica; otra ontológica. «Lo que es especialmente sorprendente, cuando Bach WTC se expresa correctamente, es que todos los demás compositores comienzan a sonar junto a este ciclo, como niños mocosos. Sin embargo, también lo son los artistas. Tal es la armonía y profundidad de su pensamiento musical, vivacidad de tejido, con un nivel de composición y pensamiento insuperable. Buenas noches», explica Gavrilov en su vídeo de Youtube, donde los mensajes, con buen criterio, han sido desactivados.
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