ANDREA CHÉNIER ANTI MORTIER
Madrid. Teatro Real. Andrea Chénier, Giordano. 13-II-10. Marcelo Álvarez, Fiorenza Cedolins, Marco Vratogna, Stefania Toczyska, Larissa Diadkova, Felipe Bou, Marco Moncloa, Carlo Bosi, Angel Rodríguez, Marina Rodríguez-Cusí. Dirección Musical: Víctor Pablo Pérez. Dirección Escénica: Giancarlo del Monaco.
Volvía Andrea Chénier a Madrid, tras 25 años de ausencia. Una obra muy denostada últimamente por ciertos sectores, al igual que todo el repertorio de la Giovane scuola o verismo italiano. En fin, hay modas y el snobismo está muy en boga actualmente. Esta obra tiene un problema, ha gustado, gusta y gustará mucho al público y eso nunca se lo perdonarán algunos. Una obra que tiene momentos, frases, arias, dúos, escenas que son un sueño para cualquier cantante y para cualquier aficionado, que vibrará escuchándolas bien servidas en teatro. Ya sabemos que hoy día es tarea muy difícil, o casi imposible, reunir un elenco que lo consiga y que haga justicia completamente a la obra. Estupenda Fiorenza Cedolins que ha sido, en mi opinión, la mejor de los tres protagonistas. Guapisima y affascinante en escena. Interpretación en clave lírica, obviamente, voz bellísima, a pesar de cierto vibrato, dicción nítida, acentuación siempre justa y canto de escuela. Todo ello en la más pura tradición del gran sopranismo italiano lírico ancho o lírico-spinto. Marcelo Álvarez forzadísimo en un papel que le va muy grande. Falto de carne, de cuerpo, de metal. La voz es bonita, pero el timbre ya suena algo desgastado, ha perdido fulgor, de tanto abusar del mismo en papeles que le exceden y sin una sólida técnica detrás. Agudos abiertos y sin squillo, canto crispado, fraseo fragmentario y "a golpes", emisión desigual y casi siempre caída de posición. Como es habitual, ardoroso, arrebatado, impetuoso, comunicativo... Visiblemente fatigado y a menos, al final prodigó algunos falsetes para "descargar" porque llegó al vibrante dúo de cierre con la "reserva encendida". Un lujo Larissa Diadkova como vecchia Madelon. De Marco Vratogna, mejor no hablar mucho. Después de su desastroso Renato la pasada temporada, volvió a naufragar en toda regla en un papel como Carlo Gerard que es maravilloso y esencial. La voz empotrada en la gola, constantemente calante. La mitad de la ópera no se le oye y cuando se le escucha, peor. Pablo ha intentado algún detalle, pero no ha logrado que la orquesta suene más allá de su mediocre nivel ayuno de refinamiento tímbrico. Acompañó en las arias, pero resultó mandoblero y pachanguero en algunos momentos, con exceso de aparato en otros (dúo final) y sin ser capaz de redondear un trabajo compacto y uniforme. Es indudable que el coro, al no tener el sitio fijo, se emplea con motivación y entrega. En cuanto a la producción de Giancarlo Del Monaco, vástago del legendario tenor a la sazón mítico intérprete de Chenier, la verdad es que, a pesar de las pegas que se puedan poner, se agradece, después de tanto "minimalismo" y absurdez, ver un espectáculo operístico de este calibre. Espectacular la producción en los actos primero y segundo. En el primero presidido por una lámpara impresionante, trajes fastuosos, la nobleza despreocupada y egoísta, convenientemente parodiada, con sus vestidos, sus minuetos y gavotas, mientras la miseria se adueña de la mayoría. Del Monaco vuelve a demostrar su habilidad para mover a las masas y tiene la buena idea, en mi opinión, de colocar el juicio en un teatro que simboliza la farsa que es el mismo y donde se sitúa el pueblo que asiste a la vista y que se va retirando al final de la misma. Parece ser que tan espectaculares decorados superan la maquinaria del teatro lo que conlleva una primera pausa de, nada menos, que 45 minutos. Un buen éxito con especiales ovaciones finales del público a Del Monaco y responsables de la regia, que han tenido muy interesantes lecturas que se han comentado al final: "Reivindicación de una ópera abyecta", "manifestación anti Mortier, "estas son las producciones que nos gustan"....
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