Crítica del recital ofrecido por Andrè Schuen en el Teatro de la Zarzuela dentro del ciclo de lied del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]
Crece la «plantilla» fija del Ciclo de Lied
Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid, 11-III-2024. Teatro de la Zarzuela. XXX Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]. Obras de Johannes Brahms (1833-1897) y Gustav Mahler (1860-1911). Andrè Schuen (barítono), Daniel Heide (piano).
En la velada que nos ocupa, volvemos a disfrutar de una de las recientes revelaciones de este Ciclo con un nuevo recital -el cuarto ya- del estupendo barítono Andrè Schuen (1984), acompañado por su inseparable pianista, el excelente músico Daniel Heide (1976). Fue al final de este recital, y después de la primera propina ofrecida, cuando Antonio Moral compareció en el escenario para agradecer a la pareja Liederista -que ya alberga la cifra de 140 conciertos conjuntamente- su trabajo y su arte.
Confirmó, además, que tanto Andrè Schuen como Daniel Heide volverán al Ciclo el 3 de febrero de 2025, bromeando sobre el hecho de que además lo harían repetidamente «hasta que les salgan las canas», al igual que ha ocurrido con otros insignes cantantes. Bromas aparte, mencionó como claros ejemplos de artistas que han ido creciendo y afianzándose en el Ciclo, en paralelo a su desarrollo en estos 30 años, a los magníficos Matthias Goerne y Christian Gerhaher. Nuestro título, en el mismo tono humorístico comentado, da cuenta de estas dos nuevas incorporaciones que, por cierto, nosotros ya avanzamos que ocurrirían.
En cuanto al recital en sí, en esta ocasión se eligieron las Vier ernste Gesänge (Las cuatro canciones serias), op. 121, de Johannes Brahms, compuestas en 1896, más siete canciones sueltas pertenecientes al mismo autor justo en el final del recital. De Gustav Mahler, se eligieron los números 6, 10, 9, 1, 8, 14, en este orden, del libro Des Knaben Wunderhorn [El cuerno mágico de la juventud], extraordinaria composición sobre textos y cantos populares alemanes, que encontraron en Mahler su sublimación vocal tanto en formato pianístico como orquestal.
El carácter de la temática de Las cuatro canciones serias, cuyo encuadre se encuentra a caballo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, fue perfectamente reflejada por Schuen, es decir, con ese canto denso, pero elegante, «afectado» -en el sentido de que es un trance al que tememos, Oh muerte, qué amarga eres-, que refleja la muerte o lo efímero de la vida -en las 3 primeras canciones-. En la cuarta, Cuando escribo con lenguas de hombres y ángeles, se refleja claramente la fe y el amor, utilizando dinámica piano y un canto sul fiato muy bien pergeñado y comunicativo. Las ambientaciones conseguidas por Heide fueron tan adecuadas como variadas, mostrando agitación, gravedad o candor. Si lo pensamos, qué distinto es escuchar los libros dependiendo de los intérpretes -estamos recordando en este momento la reciente interpretación que hizo de esto aquí mismo Matthias Goerne, hace poco-. Aunque no hay que comparar, dejando aparte la ambientación recreada, válidas ambas dos, hay muchas diferencias en la variabilidad de la vocalidad y un mayor refinamiento en la expresividad a favor de Goerne.
En el Brahms de la segunda parte, la variedad de caracteres fue muy divergente, por lo diverso de las canciones seleccionadas, lo cual siempre implica mayor concentración por parte de los artistas. La muy sencilla, Geheimnis [Secreto]; la muy movida, Verzagen [Desesperación], con el símil de las olas cambiantes del mar, perfectamente dibujada en el piano por Heide. Por no comentar todas, resaltamos las dos últimas, las que más nos gustaron: Mondenschein [Luz de luna], cantada con lenta parsimonia y acompañada con efectistas destellos en el piano, y Entführung [Rapto], muy movida, ya que se trata de un rapto de la amada a caballo y donde los contrastes de las dinámicas -voz y piano- jugaron muy decisivamente en la belleza de la interpretación.
En cuanto al Mahler, El cuerno mágico de la juventud refleja a las claras lo que se denomina Volksgeist, el espíritu del pueblo, sus costumbres, su día a día, expresado con autenticidad, simplicidad y algo de fantasía, dentro de un amor rendido a la naturaleza. La guerra, siempre presente, las desuniones amorosas por su causa, la lírica y la épica, en suma. Revelge [Deleitarse] es buena muestra de ello, pues refleja la imagen del soldado que debe desfilar -entiéndase como «estar continuamente sometido a recibir órdenes»- hasta la muerte, en una imagen mental machacona que ambos intérpretes hicieron palpable.
El desdoblamiento de roles, como prisionero y doncella, en el Lied der Verfolgten im Turm [Canción del perseguido en la torre], con un Heide que estuvo muy pendiente en el acompañamiento, y aunque Schuen cuidara matices e inflexiones poniendo vida al texto del prisionero –ensimismado y vencido en su encierro, aunque su pensamiento siga siendo libre- no supo dar adecuadamente, a nuestro juicio, la contraposición canora de la doncella que en paralelo canta las beldades de la naturaleza disfrutada en libertad.
Rheinlegendchen [Leyendas del Rhin] y la muy conocida Urlicht [Luz primordial] estuvieron muy bien interpretadas, encontrando en al artista una mayor dosis o capacidad para la transmisión de las emociones, aunque todavía queda recorrido, ya que hemos comentado alguna vez que este cantante tiene tendencia -y lo decimos exagerando un poco- al «ultraperfeccionismo» musical -las notas, la interpretación demasiado calculada- ó a la «monotonía emocional», y ya saben aquello de que «lo perfecto es enemigo de lo bueno», ya que si lo «perfecto» no emociona, entonces no es tan perfecto. Menos mal que el refinamiento lo lleva de serie este cantante, y ello es una gran ventaja para seguir creciendo. Como pieza suelta de Mahler, correspondiente a De Lieder und Gesänge aus der Jugendzeit [Canciones y cantos de la juventud], se interpretó Zu Straßburg auf der Schanz [En Estrasburgo, a orillas del Schanz], otra historia de soldados malogrados lejos de su hogar, que no logró la credibilidad -en contar la historia- deseada.
Ni que decir tiene que Andrè Schuen y Daniel Heide fueron muy aplaudidos por el público que abarrotaba las butacas del coso de Jovellanos, forzando una segunda propina, Morgen, de Strauss, lentísima, elegante, y en pianísimo. Antonio Moral -al que no le dio tiempo a volver a su localidad- disfrutó de la pieza sentado en el estribo de uno de los palcos inferiores a la altura de las tablas. Desde aquí, esperamos ya las siguientes visitas de Schuen-Heide en las que iremos comprobando su continua evolución.
Fotos: Rafa Martín / CNDM
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