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Crítica: Alondra de la Parra y Pablo Sáinz Villegas con la ORCAM

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Autor: Raúl Chamorro Mena
27 de septiembre de 2024

Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto protagonizado por Alondra de la Parra y Pablo Sáinz Villegas con la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid [ORCAM]

Alondra de la Parra con la ORCAM

Alondra de la Parra toma los mandos de la ORCAM

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 24-IX-2024, Auditorio Nacional. Ciclo Sinfónico de la ORCAM. Raíces. El sombrero de tres picos, suites 1 y 2, (Manuel de Falla). Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta (Joaquín Rodrigo). Pablo Sáinz Villegas, guitarra. Daphnis et Chloé, Suites 1 y 2, (Maurice Ravel). Orquesta y coro de la Comunidad de Madrid. Dirección: Alondra de la Parra. 

   Con un programa muy español –genuino en la primera parte y en la segunda por la afinidad con la música española y relación con nuestros compositores del vasco-francés Maurice Ravel- y el debut de su nueva directora titular comenzó su temporada sinfónica 2024-25 la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid.

   Sin duda, la mexicana Alondra de la Parra va a aportar mucho a la agrupación, dado su relieve mediático y condición de embajadora cultural de su país. Asimismo, desde este primer concierto, se ha apreciado la entrega, motivación y química de la orquesta con su nueva titular. 

   El evento, titulado «Raíces», comenzó con las dos suites orquestales del magnífico ballet de Manuel de Falla El sombrero de tres picos, una de las obras españolas más interpretadas en los auditorios del Mundo desde su estreno londinense en 1919 con Léonide Massine como bailarín y coreógrafo, decorados de Pablo Picasso y dirección musical de Ernest Ansermet. La dirección de Alondra de la Parra destacó por su pulso y energía, con lo que brillaron el fandango y la farruca, pero faltó claridad expositiva, diferenciación de planos y una mayor articulación. Brillante, pero un tanto atropellada, además de borrosa y estridente resultó la jota final. La Orquesta de la Comunidad de Madrid demostró progresos especialmente en las maderas, pero a la cuerda le sigue faltando empaste, redondez, cuerpo y presencia.  

Alondra de la Parra y Pablo Sáinz Villegas

   Al Maestro Rodrigo le preocupaba «ese fantasma sonoro», que es la guitarra, y la «sutil vaguedad» de este instrumento a la hora de componer la obra española más interpretada de la denominada música clásica. Sin embargo, fue capaz de elaborar una refinadísima orquestación, de raíces neoclásicas, evocadora de la música castellana y la vida cortesana del siglo XVIII.  En cualquier caso, la apabullante sonoridad que extrae Pablo Sáinz Villegas de su guitarra, sin necesidad de amplificación como ocurre tantas veces con este instrumento, disipa las prevenciones del músico murviedrés e impresiona al público, que recibió claro y nítido el abundante caudal sonoro que le llegaba desde el escenario. 

    Inobjetable la total autoridad técnica de Villegas, así como el dominio de una obra tantas veces interpretada, pero en el primer movimiento se echaron de menos más detalles, un fraseo más cincelado y contrastado, que se sumara al torrencial caudal sonoro extraído del instrumento. En el célebre segundo movimiento, el guitarrista Riojano se recreó en la melodía sin poder evitar cierto edulcoramiento. Gran exhibición técnica en la cadencia, para lanzarse a un vertiginoso tercer movimiento, muestra, asimismo, de la tremenda destreza y virtuosismo de Sáinz Villegas. Correcto, animado, el acompañamiento orquestal, si bien faltaron detalles y mayor limpieza en las texturas orquestales. 

   Ante las ovaciones del público, Sáinz Villegas ofreció como propina la espléndida Recuerdos de la Alhambra de Francisco Tárrega, que presentó él mismo al público a modo de mensaje de paz, convivencia y concordia.

   Las dos suites orquestales de otro ballet, el monumental Daphnis et Chloé de Maurice Ravel -estrenado en París en 1912 por los ballets rusos de Serge Diaghilev- ocupó la segunda parte del concierto.

   Batuta y orquesta no fueron capaces de poner totalmente de relieve la paleta de colores de la inspiradísima orquestación de Ravel -paradigma del impresionismo-, y la sensualidad que alumbra toda la obra. Se echó en falta mayor misterio al nocturno y el amanecer y, en general una mayor transparencia -fundamental en esta obra- y limpieza expositiva, con la impresión general de cierta superficialidad. Sin embargo, la orquesta -buena prestación de las maderas con un apreciable solo de flauta en la pantomima- se mostró muy entregada a la batuta de la Alondra de la Parra, que se lució en los pasajes de mayor brío, empuje e impulso rítmico, como la danza guerrera y la danza general. Cumplió el coro de la Comunidad de Madrid en su onírica intervención mediante vocalizaciones.   

Fotos: ORCAM

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