Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Alfredo il Grande de Donizetti en el Festival Donizetti de Bérgamo
Exitoso estreno en tiempos modernos
Por Raúl Chamorro Mena
Bergamo, 19-XI-2023, Teatro Donizetti. Donizetti Festival 2023. Alfredo il Grande (música de Gaetano Donizetti). Antonino Siragusa (Alfredo), Gilda Fiume (Amalia), Lodovico Filippo Ravizza (Eduardo), Adolfo Corrado (Atkins), Valeria Gilardello (Enrichetta), Antonio Gares (Guglielmo), Floriana Ciclo (Margherita), Andrés Agudelo (Rivers), Coro de la Radio húngara. Orquesta Donizetti Opera. Director musical: Corrado Rovaris. Director de escena: Stefano Simone Pintor.
Debutar en el Teatro San Carlo de Nápoles era todo un reto para un joven Gaetano Donizetti, pues en 1823 era el más importante de Italia, incluso por encima de La Scala milanesa, y su público era considerado el más entendido y exigente. Por si fuera poco, el bergamasco debía enfrentarse al memorable legado de Gioachino Rossini, que en el período 1815-1822 había presentado en la ciudad partenopea una serie de magníficas óperas serias entre las que destacan La donna del lago, Ermione, Armida, Otello (estrenada en el Teatro del Fondo, no en el San Carlo) y Mosè in Egitto. Por si fuera poco, Donizetti debe asumir dos Rossinianos de pro, el libretista Andrea Leone Tottola y el mítico tenor Andrea Nozzari, paradigmático intérprete de las partes de baritenore en las óperas serias del cisne de Pesaro.
La ópera en cuestión fue Alfredo il Grande, primer acercamiento de Donizetti a la monarquía británica en la figura de un Rey fundamental, pues en el siglo IX consiguió reunir diversos territorios bajo su reino, además de defenderlo frente al asedio de los vikingos daneses. Ciertamente, el estreno fue un fracaso y la obra quedó en el olvido hasta estas representaciones en Bergamo que pueden considerarse un estreno en tiempos modernos dentro del proyecto Donizetti200, que prevé la recuperación de las óperas del Bergamasco según van cumpliendo los 200 años desde su estreno. No está de más indicar que el venerado Maestro de Donizetti, Giovanni Simone Mayr musicó para la ópera de Roma un libreto de Bartolomeo Merelli con el mismo título.
Este fracaso llevó a Donizetti a escribir «No sé hacerlo mejor», pero, evidentemente, se equivocaba, pues en el futuro donará unas cuántas obras maestras al teatro lírico convirtiéndose en un emblema del melodrama romántico italiano. Alfredo il Grande, como subraya el director musical Corrado Rovaris en la entrevista del impresdindible cuaderno Donizettiano editado por la Fundación, debe considerarse una obra de formación, dentro de ese proceso de evolución del bergamasco. No le ayudó nada el libreto de Tottola, muy débil dramáticamente, con algunas situaciones absurdas y un acto segundo estancado, pues al final del primero todo ha quedado dicho. Asimismo, los personajes son esquemáticos, sin evolución psicológica alguna. La música de Alfredo il Grande demuestra el gran oficio de Donizetti, pero es más bien convencional, con abundante tono marcial y heroico -especialmente en el segundo acto- con algunas chispas de inspiración y en la que puede apreciarse la lucha del bergamasco por librarse de la nítida e indudable influencia rossiniana.
Personalmente agradezco al Donizetti Festival la recuperación de Alfredo il Grande, celebro haberla podido ver representada y, además, por resultado artístico ha sido la mejor de las tres óperas ofrecidas este año 2023.
Muy exigente el papel protagonista, destinado, como he señalado, a Andrea Nozzari, aunque ya a apenas dos años de su retiro de los escenarios. El ya veterano tenor Antonino Siragusa no tiene los medios de un baritenore, más bien ha sido un tenor contraltino que ha ganado alto de cuerpo con los años. El grave es débil y el centro muy justo, pero la voz corre, está bien colocada y, sobretodo, el tenor nacido en Messina domina el estilo belcantista, tiene legato, articulación genuina y clara, musicalidad y mucha inteligencia. Los viajes al agudo ya son esforzadillos, pero Siragusa supo sacar adelante sus dos importantes escenas solistas. En primer lugar, la cavatina «No, no, non m’ingannai!» en la que lamenta tener que esconderse disfrazado de las hordas vikingas y, en segundo lugar, su gran aria tripartita del segundo capítulo, que contiene uno de los pasajes más hermosos de la partitura, el larghetto central con clarinete obbligato. Muy bien delineada la pieza por Siragusa, que, además, aportó los apropiados acentos guerreros ante la próxima batalla de Ethandum.
Espléndida la Amalia de la soprano Gilda Fiume, que para mí ha sido todo un descubrimiento. Siempre es un placer apreciar una voz perfectamente colocada, homogénea, de atractivo esmalte y bien manejada, con un control que remite a su excelsa maestra, la eximia Mariella Devia. La Fiume, además, es una cantante musical, con sentido del legato, magnifica coloratura y radiante registro agudo, con punta y squillo, como pudo apreciarse en el gran dúo con Alfredo, otro de los mejores momentos de la ópera. También, por supuesto, en su rondò final, que recuerda mucho al de Elena en La donna del lago -con libreto también de Tottola-. La pieza contiene banda sobre el escenario y la Fiume la acometió con determinación, arrojo y gran brillantez. Espléndida la coloratura picado-ligada y también la áerea, con magníficos staccati. Esperemos que los directores de escena y demás elementos que dominan el cotarro operístico actual no impidan, en su obsesiva búsqueda de insulsas y escuálidas Barbies aunque no tengan ni la voz colocada, la progresión de esta soprano.
Tanto el general Eduardo como el jefe vikingo Atkins cuentan con una escritura extrovertida y marcial, que sus intérpretes Lodovico Filippo Ravizza y Adolfo Corrado respectivamente, expresaron adecuadamente con voces baritonales (más que de bajo) robustas, aunque no liberadas de emisión, y acentos vehementes y aguerridos.
La mezzo Valeria Gilardello -de grave un tanto forzado y agudo tasado- demostró su paso por la Accademia de Pesaro en la muy Rossiniana aria «Quando al pianto ed all’affano?» con dominio del estilo y buena coloratura.
Un punto pesante y aparatosa, pero con pulso, nervio y tensión la dirección musical de Corrado Rovaris. Se echó de menos mayor mimo en el acompañamiento vocal y alguna sutilidad, pero Rovaris demostró control sobre la orquesta Donizetti Opera, de la que obtuvo un buen rendimiento, con una buena cuerda comandada por el concertino Massimo Spadano, templadas maderas y metales seguros. Impecable y segura la prestación del coro de la Radio Húngara.
La puesta en escena de Stefano Simone Pintor también contenía videos y proyecciones, incluso vemos imágenes del vikingo Trumpista que asaltó el capitolio de Washington, pero al contrario de las de Il diluvio Universale no resultaron invasivas ni molestas. Pintor intenta superar el estatismo y escasa fuerza dramática del libreto resaltando la labor cultural -no sólo militar y política- del Rey Alfredo il Grande, que llegó a compilar el primer código legal inglés y cimentó la construcción de una cultura común.
De tal modo, los personajes y entre ellos particularmente el propio Rey, alternan durante la representación los ropajes y comportamientos guerreros con los libros y los aspectos que ensalzan la estatura intelectual de este monarca. La cultura es siempre una víctima en las guerras y con ello el montaje pretende trazar un paralelismo con el Mundo actual y los conflictos existentes. En cualquier caso, los responsables de la regia demuestran haberse estudiado libreto, música, el personaje de Alfredo Il Grande y sus circunstancias históricas y ofrecen una puesta en escena que funciona, más que digna, bien pensada y trabajada y que hace más que justicia a una ópera y especialmente su libreto, convencional y con muchas debilidades.
El público valoró también con sus ovaciones la mejor representación de las tres que han inaugurado el Festival Donizetti de 2023.
Fotos: Festival Donizetti
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