Crítica de José Antonio Cantón del concierto de Alexandra Dovgan, Ilva Eigus y Maxime Grizard en el Teatro Echegaray de Málaga
Juventud, divino tesoro
Por José Antonio Cantón
Málaga, 4-XII-2024. Teatro Echegaray. Alexandra Dovgan (piano), Ilva Eigus (violín) y Maxime Grizard (violonchelo). Obras de Frederic Chopin, Sergei Rachmaninov y Felix Mendelssohn.
El consorcio Málaga-Procultura ha organizado una serie de eventos dedicados a la celebración de las fiestas navideñas en los escenarios Teatro Cervantes y Teatro Echegaray, inaugurando en éste último tal iniciativa con la presencia de un trío de música de cámara liderado por la joven pianista moscovita Alexandra Dovgan, siendo acompañada por la violinista suizo-letona Ilva Eigus y el violonchelista alemán Maxime Grizard, que han causado admiración por la madurez de conjunción dada la juventud de estos privilegiados intérpretes que están en el límite de la mayoría de edad. De ahí el título de este comentario como refrendo poético, originario del genio de Rubén Darío, referido al sólido virtuosismo musical que este trío atesora.
El concierto se inició con la intervención de la pianista haciendo una versión canónica del Andante spianato y gran polonesa brillante, Op.22 de Frederic Chopin, obra de gran calado en el repertorio del músico polaco. Alexandra Dovgan abordó el inicio de esta pieza aportando un distinguido lirismo en el registro superior del teclado propiciado por la belleza de su cuidado sonido, que daba sentido al curioso carácter spianato que supo entender con la determinante suavidad y nivelación dinámica que pide el compositor. Fue esta la primera prueba del alto nivel musical de la pianista que busca siempre la razón de ser de cada compás dentro de la integridad de la composición a la que pertenece. La actitud psico-motriz de la intérprete cambió radicalmente desde la fanfarria que abre la danza, adoptando un aristocrático carácter expresivo polaco del que Chopin fue máximo exponente. Es así como adaptó la ligereza de su toque a la alegría contenida en sus pentagramas, desarrollando toda un paleta de colorido que fue enriquecido cuando, a su repetición temática, sumó mayor ornamentación y un especial brillo, aspectos que supo ir recogiendo hasta llegar a la sección central del episodio, que expuso con íntima moderación, conservando siempre ese sustancial rasgo popular que le caracteriza. La admiración del público se tradujo en un aplauso de reconocimiento que reflejaba el alto grado artístico del que había disfrutado.
La incorporación de Ilva Eigus y Maxime Grizard refrendó tan alto compromiso musical iniciado por Alexandra Dovgan al afrontar los tres la interpretación del Trío elegíaco num.1 en Sol menor de Sergei Rachmaninov, desde cuya exposición temática la pianista ya apuntó toda una evolución de sentimientos en los sucesivos episodios de la obra que le llevó a ocupar el espacio acústico-temporal de la composición dejando que tanto el violín como el violonchelo se aproximaran como elementos de expresión vocal logrando un altísimo grado de emocionalidad elegíaca de conjunto, idea esencial de la pieza, especialmente en su sobrecogedor final, demostrándose así la enorme capacidad sensitiva de estos jóvenes privilegiados intérpretes.
Sus cualidades quedaron plenamente determinadas en la complejidad temática del Trío en Do menor, Op.66 de Felix Mendelssohn. Desarrollando con gran entendimiento su mejor escuela, sonaron con flexible univocidad en las contrastadas alternancias tonales del Allegro energico e con fuoco que abre la obra hasta llegar a la coda que sirvió como una especie de efusivo reencuentro de los tres músicos. En el Andante espressivo superaron la limitada inspiración de su idea musical dejando patente ese particular aire de romanza sin palabras que marcaba de manera tenue Alexandra Dovgan desde el teclado. La concisión expresiva fue el aspecto destacado que le imprimieron al energético Scherzo: Molto allegro quasi presto en el que se pudo percibir la gracia de su danzarín trío central, favorecido por su tonalidad mayor que propiciaba la aceleración hacia su final. El Allegro appassionato que cierra este precioso trío sirvió para que los intérpretes dieran rienda suelta a todo su potencial artístico dejando un efecto de impronta orquestal en el oyente, que sirvió como detonante de un cerrado aplauso del público -entre el que se encontraba un espectador de excepción, Grygory Sokolov, faro y guía del pianismo mundial a lo largo de las últimas seis décadas-, que llenaba prácticamente el aforo del Teatro Echegaray, uno de los templos de la música de cámara de Málaga junto a la Sala María Cristina del antiguo Conservatorio Superior de la ciudad y el auditorio del Museo Picasso Málaga.
Para cerrar definitivamente el concierto, obsequiaron al auditorio con una versión muy estructurada de la Primavera porteña perteneciente a las Cuatro Estaciones Porteñas del admirable músico argentino y evolucionista del tango Astor Piazzolla, donde los intérpretes dejaron constancia de su admirable capacidad de contrapunto, aumentándose así la admiración hacia estos jóvenes músicos llamados en su carrera a una extraordinaria proyección artística.
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