Por Oriol Cobacho
Londres, 1-XII-2018. London Coliseum. Giacomo Puccini: La bohème. Opera en cuatro actos con libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, sobre Scènes de la vide de la bohème, de Henri Murger. NatalyaRomaniw (Mimì), Jonathan Tetelman (Rodolfo), Nicholas Lester (Marcello), NadineBenjamin (Musetta), David Soar (Colline), BožidarSmiljanic (Schaunard), SimonButteriss (Benoît/Alcindoro). Coro y Orquesta de la English National Opera. Amanda Holden, traducción. Alexander Joel, director musical. Jonathan Miller, director de escena. NataschaMetherell, directora de escena del nuevo montaje.
Es de agradecer el esfuerzo que la English National Opera sigue haciendo para acercar el género a la gente con producciones en inglés. La traducción permite que el público siga y responda con frescor y espontaneidad al significado de las palabras mientras la función está en marcha. En esta ocasión, para homenajear el 40 aniversario del debut de Jonathan Miller como director en este mismo teatro, se ha revivido su misma producción de La bohème de 2009, aunque ahora bajo la dirección escénica de la también británica Natascha Metherell.
El ambiente de 1830 escogido por Puccini ha sido ligeramente modificado para transportarlo cien años más tarde, al Paris de 1930. El frío del Brexit se ha colado también en el ático de los bohemios de Puccini. El vestuario monocromático acorde a la época y los sutiles cambios de iluminación logran la atmosfera de nostalgia y sentimentalismo que se espera del drama protagonizado por Mimì y Rodolfo.
De la parte musical destaca la soprano galesa Natalya Romaniw que ha debutado como Mimì en el London Coliseum. Su voz, de fraseo cálido y convincente, ha sido la única capaz de salir completamente airosa de los embates de la orquesta. También ha cantado con lirismo y delicadeza, armonizado muy bien con una expresividad corporal leve y contenida, como cuando ya al final, muy enferma, se deja caer bellamente en la butaca donde morirá. Romaniw es una soprano emergente que seguro vale la pena seguir.
El Rodolfo de Jonathan Tetelman ha sido el otro gran triunfador por su brío y expresividad, dejando buena impresión en su debut europeo. Su rol es tal vez el más ambicioso de La bohème y requiere potencia en varios momentos de la obra; Tetelman no solo no decae a lo largo de la misma, sino que está a la altura del papel en todo momento. Catártico y espeluznante resultó el «Mimì! Mimì!» de los últimos compases. Unas virtudes que el publico honró con un aplauso generoso. Esperamos poder escuchar pronto a este joven tenor tan atractivo.
Y es que la conexión en el escenario entre Tetelman y Romaniw ofreció el esperado crescendo de acto en acto que la obra requiere para terminar haciendo vibrar lo más íntimo del ser del espectador. El momento estelar de esta simbiosis musical entre los dos fue el final del tercer acto cuando, después del doble dúo con Marcello y Musetta, sus dos voces concluyen el acto con una delicadeza y una pulcritud irresistibles.
Menos acertada ha estado Nadine Benjamin, una Musetta mas preocupada en gustar al publico con su gesticulación que con sus dotes canoras. El resto de los bohemios ha hecho un buen trabajo en cada una de sus intervenciones.
La tarde ha sido muy agradable gracias también al saber hacer de la batuta de Alexander Joel, director que ha pisado ya varias veces la Royal Opera House desde su debut en 2012 con producciones de Carmen, La traviata y La bohème. Joel ha sido capaz de extraer todo el dinamismo musical de la partitura de Puccini, marcando bien los cambios de ánimo de los personajes y llenando el dorado coliseo de emoción hasta la ultima butaca.
Foto: Robert Workman
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