Por Alejandro Martínez
El último fin de semana de septiembre la Orquesta Nacional de España daba inicio a su nueva temporada bajo el título de Revoluciones. Una temporada de la que su gestor, Félix Alcaraz, puede estar bien orgulloso incluso antes de que se lleve a término, habida cuenta de la nómina de artistas que se ha logrado reunir. Sirva como ejemplo precisamente la primera artista invitada para estos conciertos referidos, ni más ni menos que la violinista Anne-Sophie Mutter, que ofreció una verdadera lección magistral de talento, técnica y personalidad. Miguel Hart-Bedoya cuajó asimismo una buena labor al frente de la Orquesta Nacional de España, redondeando en conjunto unos conciertos ante los que, como melómano, como crítico y como ciudadano español, no cabía sino sentirse orgulloso. Lo sorprendente de esta encrucijada es que ese orgullo ante el trabajo bien hecho en nuestro propio país no parece tener el eco que debiera. Llevamos varios meses atolondrados con la vacua cantinela de la consabida “Marca España”, que no es otra cosa que una ocurrencia, la enésima, para posicionar a nuestro país a base de comunicación y no tanto a base de resultados.
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