A la salida del concierto, alumnos del Conservatorio Superior de Música de Aragón (CSMA) se dieron cita en el exterior del Auditorio de Zaragoza para manifestar su opinión sobre las polémicas que en los últimos días han envuelto la gestión del centro
DENTRO, UN MOZART ESPLÉNDIDO. FUERA, LA CRUDA REALIDAD
Al Ayre Español, con Eduardo López Banzo al frente, regresaba otro año más al Auditorio de Zaragoza, del que es formación residente, para presentar su primer programa íntegramente sinfónico, en un concierto realizado en colaboración con la Sociedad Filarmónica de Zaragoza, dedicado a dos de las tres últimas sinfonías de Mozart, las números 40 y 41. Con este mismo programa se presentarán en el Auditorio Nacional de Madrid, en la serie Arriaga, el día 13 de noviembre.
El resultado fue notable, con momentos de música sobresaliente. Al Ayre Español es un conjunto que posee un sonido con personalidad. Su interpretación resultó firme y segura, y ofreció una lectura sin excesos románticos de dos sinfonías cargadas de temperamento, ímpetu y lirismo. A lo largo del concierto, todo pareció fluir en su justa medida, sin caer en un dramatismo sobreactuado. Sin duda estamos ante una formación madura -no en vano cumplirá en breve sus 25 años- y que disfruta con su trabajo. Fue muy agradable constatar el empeño de unos músicos que se miran y se escuchan unos a otros en todo momento, reflejando en su rostro el placer de dar forma a una música genial.
El conjunto optó en su lectura por el equilibrio y la mesura, con recreación precisa de los tempi, sin caer nunca en un contraste acusado entre la tragedia y la comedia que se dejan entrever, movimiento a movimiento, en estas partituras de Mozart. Al margen de la elección interpretativa, el sonido fue depurado, compacto, de afinación impecable. Resultó sencillo distinguir todas las líneas melódicas de las obras. La orquesta prestó especial atención a emitir con sutileza las dinámicas y contrastes sonoros, subrayando durante todo el concierto la fascinante variedad cromática de estas partituras. A modo de propina se ofreció el Menuetto de la Sinfonía nº 41, pero abreviado, sin las repeticiones previstas.
Un excelente prestación, en suma, de una formación capaz de codearse, sin excesivo rubor, con formaciones de primer nivel como Les Musiciens du Louvre, el Concentus Musicus Wien, Le Concert d´Astrée, Les Arts Florissants o Il complesso barocco, que dirigen maestros consagrados como Minkowski, Harnoncourt, Haïm, Christie o Curtis. En la propia España, sin ir tan lejos, existen formaciones como Los Músicos de su Alteza o la Orquesta Barroca de Sevilla que se mueven también en un nivel de interpretación y madurez digno de formar parte de ese mapa de conjuntos referenciales dedicados a la música antigua y al barroco. Realmente, este repertorio nunca se había servido con tan buenas prestaciones.
Antes de acometer la interpretación de cada una de las sinfonías, Eduardo López Banzo, director del conjunto, tomó la palabra para realizar unos breves comentarios sobre el repertorio. Los músicos suelen ser grandes comunicadores haciendo música, pero no tanto tomando las riendas de la oratoria. Además, cuando el contexto no es el de un concierto didáctico pensado como tal, estas intervenciones corren el riesgo de dar lugar a algún comentario resbaladizo. En este caso, la intención didáctica de Banzo era evidentemente la mejor, no cabe pensar otra cosa, pero optó por dirigirse al público como si éste no tuviera la menor idea de lo que iba a escuchar. "Ustedes, en el público, no saben lo que es una fuga", llegó a decir, olvidando quizá que entre el público había, precisamente, no pocos músicos profesionales, profesores y estudiantes de conservatorios y aficionados más o menos avezados en su labor como oyentes. El tono resultó desafortunado, a pesar de las evidentes buenas intenciones.
Por otro lado, es de agradecer que la Sociedad Filarmónica de Zaragoza haya tomado la decisión de incluir notas en sus programas de un tiempo a esta parte, algo que siempre echamos de menos en los editados por el propio Auditorio. Éste presentaba un aforo de dos tercios, aproximadamente, lo que debería obligar, a quien corresponda, a plantearse una reflexión sobre los conciertos que, como éste, que se plantean fuera del abono de conciertos de otoño y que tienen, naturalmente, una menor respuesta en taquilla.
La víspera de la cita restaban algo más de ochocientas localidades por vender, de un aforo total de casi dos mil. Son demasiadas, sobre todo cuando la propuesta musical era atractiva. Quizá el hecho de plantear tan sólo un precio único a 40 € para localidades sin numerar, algo obligado al ser un concierto en colaboración con la Sociedad Filarmónica, tenga algo que ver, como efecto disuasorio hacia públicos que no pueden permitirse pagar más de 15, 20 o 30 € por su localidad. Quizá también la reiterada presencia de Al Ayre Español en las programaciones del Auditorio, por evidente que sea su solvencia interpretativa, lleve a muchos aficionados a preferir otras opciones menos habituales en los ciclos de otoño y primavera a la hora de decidir su desembolso.
Fuera, la cruda realidad.
A la salida del concierto, los alumnos del Conservatorio Superior de Música de Aragón (CSMA) se habían citado para dar voz a sus reclamaciones a tenor de las polémicas que en los últimos días han envuelto la gestión del centro, que tuvieron como consecuencia la dimisión forzada de su anterior director, dada la sanción de 500.000 € por parte de la Inspección de Trabajo, además de problemas varios en la contratación de profesores e irregularidades en las matrículas y becas para los alumnos. Los estudiantes del centro, que venían prologando un encierro en el propio Conservatorio para reclamar su posición sobre este asunto, facilitaron un manifiesto que recoge sus reclamaciones.
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