La soprano Ainhoa Arteta vuelve a subirse a un escenario en el Teatro de la Zarzuela junto al tenor Ramón Vargas, acompañados al piano por Javier Carmena
Emotivo regreso
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 27-II-2022, Teatro de la Zarzuela. Ainhoa Arteta y Ramón Vargas en concierto. El regreso de Ainhoa Arteta a los escenarios. Javier Carmena, piano. Obras de Jayme Ovalle, Carlos Guastavino, Paolo Tosti, Pietro Mascagni, Félix Lavilla, Ernesto Tagliaferri, Cesare Andrea Bixio, Salvatore Cardillo, Antón García Abril, Agustín Lara, María Grever, Armando Manzanero, Manuel de Falla, Consuelo Velázquez y José Serrano.
Después de graves problemas de salud que han afectado incluso a sus cuerdas vocales, regresaba Ainhoa Arteta a los escenarios demostrando una gran fuerza de voluntad tanto en la superación de las enfermedades padecidas como en cumplir el anhelo de recuperar su actividad artística.
La soprano tolosarra eligió el Teatro de la Zarzuela de Madrid para este retorno y lo primero que hay que resaltar es su enorme poder de convocatoria, pues la sala de la Calle de Jovellanos presentaba un gran lleno –con mucho público de ocasión, bien es verdad, que aplaudió después de cada una de las canciones, pertenecieran a un ciclo o no- que demuestra, por un lado, la gran popularidad de la soprano, que trasciende con mucho al mundillo musical, pues se trata, sin duda, de la más mediática con diferencia de todos los cantantes líricos actuales y por otro, el enorme cariño que le profesa el público madrileño, que se plasmó en la exclamación de una espectadora hacia el final del concierto «¡Te queremos todos los madrileños y españoles!».
Acompañaba a Arteta su gran amigo el tenor mexicano Ramón Vargas, que como ella misma afirmó le brindó un enorme apoyo en los peores momentos y ha sido fundamental en la recuperación de su actividad artística. Vargas, de este modo, volvía al teatro en el que ofreció un magnífico Edgardo en 1994 con ocasión de una memorable, para todos los que tuvimos la oportunidad de presenciarla, Lucia di Lammermoor protagonizada por la gran Mariella Devia.
El programa reflejaba, lógicamente, la prudencia de este retorno con una serie de canciones españolas, hispanoamericanas, italianas y mexicanas, entre los que se encuadraban tres ciclos. A saber, las Cuatro canciones vascas de Félix Lavilla, Tríptico de Antón García Abril y las Siete canciones populares españolas de Manuel de Falla, todos ellos interpretados por la soprano tolosarra.
Espectacular fue la salida al escenario de Ainhoa Arteta, radiante, bellísima, con su porte y empaque de siempre y un espectacular vestido azul claro -posteriormente compareció con otro fabuloso atuendo-, que evocaba perfectamente la primera pieza a interpretar, Azulao del poeta y compositor brasileño Jayme Ovalle (1894-1955), melodía sencilla, íntima y nostálgica bien delineada por Arteta, al igual que la siguiente Modinha del mismo autor y también con texto de Manuel Bandeira. El mismo tono melancólico está presente en La rosa y el sauce de Carlos Guastavino interpretada en tercer lugar del primer bloque dedicado a la canción iberoamericana. En las Cuatro canciones vascas de Félix Lavilla (1928-2013) sobre textos populares vascos, Arteta se mostró en su salsa, idiomática y desenvuelta, destacando la nana Loa-loa traducida con intensidad expresiva por la soprano.
En cuanto a timbre, sonoridad y proyección el material vocal de la Arteta parece sano e íntegro, sólo queda la duda de la franja aguda, una de sus mejores armas, prudentemente evitada en esta ocasión por la soprano y escasamente requerida en el programa interpretado. Por otro lado, las piezas íntimas que formaban el programa se beneficiaron de adecuados acentos y una correcta dicción, aunque mejorable, por parte de la soprano de Tolosa, con lo que compensó cierta falta de ductilidad y una emisión un tanto pesante.
El bello ciclo Tríptico sobre textos de Antonio Gala le permitió a Ainhoa Arteta homenajear al compositor Antón García Abril desaparecido en 2021 y al que ensalzó como uno de los grandes y del que siempre incluye alguna de sus composiciones en sus recitales. Ese entusiasmo por la música del compositor turolense estuvo patente en las interpretaciones de Arteta, especialmente en una muy entregada No por amor en la que la soprano vasca expresó todo el patetismo de la pieza con perceptible implicación emocional. Esa fugacidad del sentimiento amoroso, que tiene un principio y un fin.
El inmortal ciclo Siete canciones populares españolas de Manuel de Falla provocó mayor incomodidad vocal a la Arteta, con algunas notas forzadas y pérdidas de apoyo, si bien la soprano buscó siempre diferenciar expresivamente cada pieza. En el Polo el «quejío» y desgarro del cante flamenco llevó a la Arteta a emitir unas notas graves abiertas y destempladas, mientras es justo destacar la adecuada expresión, musicalidad y cuidado fraseo en la Asturiana y la Nana.
No pudo tener mejor acompañamiento la Arteta en su regreso, que la del tenor mexicano Ramón Vargas y no sólo por la amistad y estupenda relación que les contempla. Hoy día estamos demasiado acostumbrados a escuchar cotidianamente a tenores de segunda y de tercera, por lo que escuchar a uno de primera división, aunque esté en lógico declive a sus 61 años y después de 40 de carrera, se nota y mucho.
Vargas abordó un primer bloque de canzone italiana prologado por Paolo Tosti (1846-1916), cuyas composiciones evocan el primoroso melodismo italiano pasado por el salón Victoriano, no en vano fue maestro de canto de la reina Victoria y de Eduardo VII y le fue concedida la nacionalidad inglesa. Vargas mostró su fraseo aquilatado y honda musicalidad en las bellísimas Non t’amo più! e Ideale sobre texto de Carmelo Errico, para finalizar de forma brillante con una bien paladeada -con naturalidad y excelente dicción- Serenata de Pietro Mascagni. El centro del tenor mexicano se mantiene sano, bello y atractivo tímbricamente, además de perfectamente colocado, mientras el agudo resulta ya muy problemático y tasado. A continuación, un bloque de canción napolitana, más expansiva y encendida que la canzone de Tosti y así lo diferenció Vargas con una magnífica Passione de Tagliaferri sobre letra de Libero Bovio, articulada con nitidez, fraseada con intención y calor, culminada con un ascenso en el que el tenor, entregado, «se apretó los machos» para terminar la pieza con la apropiada brillantez. Una gran ovación del público acogió esta interpretación y también las otras dos del bloque. Una Parlami d’amore Mariù de Cesare Andrea Bixio (1896-1978), plena de lirismo y en la que Vargas delineó con fraseo de alta escuela la inspirada melodía y una intensa Core’ngrato, Catarì de Salvatore Cardillo (1874-1947) con un Vargas entregado y efusivo con lo que compensó unos ascensos un tanto forzados.
No podía faltar la canción mexicana, con una bella selección, en la pudo faltar el gran José Alfredo Jiménez, pues estuvieron representados Agustín Lara (1897-1970) «que tiene una estatua en Madrid» como recordó Vargas con Amor de mis amores, María Grever (1885-1951) y su magnífica Júrame, caballo de batalla de tantos tenores de habla hispana, con incómodos ascensos para Vargas, pero que desgranó con dicción clarísima y un fraseo caluroso y pleno de lirismo. Finalmente, Armando Manzanero (1935-2020) fallecido por Covid como recordó su compatriota, estuvo representado por sus emblemáticas Somos novios y Esta tarde vi llover escanciadas por Vargas con sumo gusto y comunicatividad.
El tenor mexicano volvió a dirigirse al público para valorar el coraje y amor propio de la Arteta al superar sus graves problemas de salud y lograr retomar su carrera artística, además de realizar una alusión indirecta a la guerra en Ucrania afirmando que la música debe unir y armonizar a los pueblos en contra de los conflictos.
Como propinas, Arteta y Vargas interpretaron a dúo, de forma un tanto deslavazada, el Bésame mucho de Consuelo Velázquez y con mejores resultados, demostrando la complicidad de ambos artistas, el dúo cómico de Los Claveles de Serrano, pues la zarzuela no debía faltar en el Teatro que porta el nombre del género.
Notable actuación del pianista Javier Carmena, de cuidado sonido, magnífico como acompañante del canto y delicado fraseador en las introducciones de las piezas y demás pasajes de piano solo.
Un público entregadísimo y muy cariñoso con ambos artistas, en especial, lógicamente, con Ainhoa Arteta, ovacionó con calor y entusiasmo en un regreso que se puede calificar de positivo y que, esperemos, sea el comienzo de la plena recuperación de la carrera artística de la soprano.
Fotos: Elena del Real / Teatro de la Zarzuela
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