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Crítica: Ainhoa Arteta y Nancy Fabiola Herrera en el Maestranza de Sevilla

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Autor: José Amador Morales
26 de marzo de 2021

Exitoso duelo ibérico

Por José Amador Morales
Sevilla. 19-III-2021. Teatro de la Maestranza. Obras de Camille Saint-Saëns, Gustave Charpentier, Jacques Offenbach, Giacomo Puccini, Giuseppe Verdi, Amilcare Ponchielli, Federico Chueca, Jacinto Guerrero, Gerónimo Giménez, Francisco Asenjo Barbieri, Leonard Bernstein, George Gershwin, Georges Bizet y Vicente Lleó Barbastre. Ainhoa Arteta, soprano. Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Lucas Macías, dirección musical.

   En los habituales comentarios previos al concierto, conveníamos con algunos compañeros de prensa que, en este tipo de conciertos en torno a varias voces líricas, ya se ofrezcan en formato de acompañamiento con orquesta o con piano, prácticamente no hay términos medios: o triunfan por derecho, o fracasan estrepitosamente. Algo lógico, pues quienes asisten a los mismos lo hacen con el único deseo de disfrutar; y de disfrutar de y con voces. El reclamo en esta ocasión eran dos cantantes españolas de primer nivel, como lo son Ainhoa Arteta y Nancy Fabiola-Herrera, ambas poseedoras de trayectorias realmente importantes. Por si fuera poco, las dos tienen una relación especial con la capital andaluza, particularmente Arteta desde que ya en 1994 grabara en este mismo escenario su célebre Doña Francisquita junto a Plácido Domingo).

   Sobre el papel (en este caso digital debido a las medidas de seguridad anti-covid) el programa era interesante y ajustado, con un acertado equilibrio entre lo popular y lo menos trillado del repertorio que alternaba partes solistas y dúos con momentos orquestales que, como suele ser habitual, garantizaban el respiro de las protagonistas. No obstante, las primeras sensaciones fueron no ya negativas sino francamente decepcionantes. Y es que los primeros compases de la «Bacanal» del Samson y Dalila fueron de un descontrol dinámico y caos sonoro evidentes. Afortunadamente Lucas Macías supo reconducir la situación y las sutilezas tímbricas de la partitura de Saint-Saëns se impusieron finalmente.


   Pero también la salida de Ainhoa Arteta, atacando la deliciosa «Depuis le jour» de la Louise de Gustave Charpentier rozó el desastre. Una voz dura, fría, con un sonido metálico y una desagradable oscilación, con una emisión tremolante desbocada, lastraron la interpretación de la soprano guipuzcoana. Sus loables esfuerzos por cincelar la melodía de Charpentier, ofreciendo frágiles y quebrados pianissimi, fueron vanos ante la debilidad de su materia prima. Así las cosas, el contraste con la Dalila de Nancy Fabiola Herrera, que eligió como primera actuación el aria de Saint-Saëns tras haber encarnado el personaje sobre el mismo escenario en las funciones de hace dos años, fue impactante. La mezzo canaria, cuya voz de timbre cálido y homogénea que se proyectaba con facilidad por todo el recinto sevillano, dio toda una lección de sensualidad y de seducción a través del canto.

   El público reaccionó con gran entusiasmo ante tal interpretación, pero el racconto de la Azucena de Il trovatore nos hizo soñar con una posible recreación completa de esta gitana verdiana (papel que, en una entrevista concedida a Codalario, admitió haber sido el segundo en aprenderse tras la Carmen de Bizet). El ensimismamiento visionario, prácticamente hipnótico, el talento expresivo, la entrega en los clímax y el golpe de gracia definitivo, esto es, la frase final «Sul capo mio le chiome sento rizzarsi ancor» que, esculpida en un rotundo, suficiente y hermoso registro grave, puso el vello de punta a un auditorio que recibió con vehementes aclamaciones semejante creación. Aunque si de creación se trata, no le fue a la zaga su «Sierras de Granada» de La tempranica de Gerónimo Giménez, ya aclamada recientemente en el Teatro de la Zarzuela de Madrid habida cuenta de su estilo idiomático y expresividad exenta de exageraciones o efectos vacíos. Mucho de esto suele darse (y sufrirse) con los numerosos acercamientos a la Carmen de Bizet, pero si  por algo Nancy Fabiola ha paseado este personaje por numerosos y prestigiosos escenarios internacionales es porque da en la médula interpretativa del mismo, comunicando a través del canto que llega directo a la audiencia. Eso y desde luego un considerable desparpajo y talento escénico.  Y es que con su celebérrima Habanera conquistó a un público que cayó rendido ante la forma de insinuar, sugerir y, finalmente, seducir cantando a los presentes mientras se paseaba con seguridad a lo largo del estrecho espacio entre el filo del escenario y los asientos de los músicos.


   Por su parte Ainhoa Arteta, tras su fallido primer asalto, se repuso con una de sus especialidades en esta última etapa de carrera musical, pues no en vano nada más atacar la estremecedora «Sola, perduta, abandonata» comprobamos con cierto alivio no sólo que su voz era emitida con firmeza y el timbre aparecía – ahora sí – hermoso y personal, sino que su caracterización de la Manon Lescaut de Puccini lograba conmover y traspasar la frialdad de una versión concertística gracias a una entrega veraz que conquistó a la audiencia. En la segunda parte, dedicada a la zarzuela, se presentó más risueña y con natural desenvoltura, motivada por el cambio de género en lo musical y de apariencia – un ceñidísimo y aflamencado vestido negro - en lo físico, desgranando el lamento de Sagrario en La rosa del azafrán con fraseo contrastado y expresivo crescendo emocional. Ya en los bises (conformados realmente como una tercera parte con obertura, aria, aria y dúo), interpretó un «Summertime» del Porgy and Bess de Gershwin, tan personal como idiomático.

   Los dúos revelaron la complicidad entre las dos protagonistas desde la sensual «Barcarola» de Los cuentos de Hoffmann de Offenbach hasta el musicalísimo bolero de Los diamantes de la corona de Barbieri. Un punto atrevido, pero tal vez por ello interesantísimo, resultó el dúo «É un anatema» de La Gioconda de Ponchielli donde ambas cantantes exhibieron sus resortes dramáticos y actorales, bien que Arteta perdió algo de pie en un registro grave que necesitaba un apoyo más solvente y que suplió con algún que otro efecto verista. Finalmente, como bis final ofrecieron el desconocido pero divertidísimo diálogo entre la «caña de azúcar» y la «remolacha» procedente de  Los presupuestos de Villapierde, de Vicente Lleó Barbastre y que hizo las delicias de un público entregadísimo a ambas cantantes españolas.

   Lucas Macías, que esta temporada se ha hecho cargo de la titularidad de la Orquesta Ciudad de Granada, supo desquitarse y dejar en anécdota puntual el controvertido inicio. Así lo demostró en un bien entendido acompañamiento a las cantantes (sólo algo desajustado en la página de Verdi) y en unas sabrosas piezas orquestales, especialmente el «Intermezzo» de Manon Lescaut de Puccini y en una lucidísima obertura Candide de Leonard Bernstein donde la Sinfónica de Sevilla remató una gran prestación también por su parte.

Fotos: Teatro de la Maestranza

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