EN LO PRÓSPERO Y EN LO ADVERSO
19-11-13. Madrid. Teatro de la Zarzuela. Ainhoa Arteta, soprano. Malcolm Martineau, piano. Obras de Schumann, Strauss, Albéniz y Falla.
Amor y vida de mujer - Frauenliebe und -leben - es un canto universal a la felicidad, la desdicha, la esperanza, la muerte y a todas aquellas cosas que forman parte del amor. Entrar a debatir el sexismo que encierran las letras de Von Chamisso, escritas en 1830, sería un vácuo debate hoy en día. El texto habla desde lo femenino hacia la figura masculina, pero bien que su contenido, su esencia, puede trasladarse desde y hacia cualquier sexo. Al igual que puede escucharse "Nur die Würdigste von allen darf beglücken deine Wahl" ("Sólo la más digna de todas puede merecer tu elección"), pronto la joven enamorada aclara las palabras de él: "Ich bin auf ewig Dein" ("Por siempre soy tuyo"). Grandilocuencia romántica la del poeta que en todo momento Ainhoa Arteta supo transmitir, sin caer en exageraciones fáciles o cursilerías y frusilerías varias en las que muchas voces (también manos al piano) tienden a caer en Schumann. Gran acierto este el de la soprano tolosana que supo destilar la sencillez del compositor alemán, de melodía tan contenida como dulce, sin llegar a los acentos blandos o el fraseo manierista, aunque sobrándole incluso algo de operística visión y faltando un punto más allá de abandono en las páginas más pesarosas como "Nun hast du mir den ersten schmerz getan".
La voz de Arteta ha ganado cuerpo, se ha ensanchado y el timbre se ha oscurecido un tanto; nos encontramos ya ante una lírica plena con más soltura en el registro grave, mientras que el agudo sigue quedando descubierto en ocasiones, de ahí que el Schumann, de escritura más bien media, media-grave, quedara resuelto con elegancia mientras que en las siguientes tres canciones de Strauss - Morgen, Ständchen y Zueignung - se evidenciara un vibrato marcado en las notas altas, así como ataques y entradas demasiado marcadas para tener a Strauss entre manos. Excelente aquí el acompañamiento del pianista escocés Malcolm Martineau, fraseando y recogiendo a la soprano de forma exquisita, con el mismo buen hacer que demostró durante toda la noche, si bien fue en esta primera parte donde supo desplegar su maestría con más comodidad.