Crítica de Raúl Chamorro Mena de la Quinta sinfonía de Mahler dirigida por Adam Fischer en Madrid para La Filarmónica, al frente de la Sinfónica de Düsseldorf
Mahler sólido y experimentado
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 14-III-2024, Auditorio Nacional. Ciclo La Filarmónica. Sinfonía núm. 45 “De los adioses”, Hoboken I/45 (Joseph Haydn). Sinfonía núm. 5 (Gustav Mahler). Orquesta Sinfónica de Düsseldorf. Dirección: Adam Fischer.
Cita muy interesante la que planteaba el ciclo La Filarmónica para este día 14 de marzo, con un avezado Maestro ya en plena madurez artística como el húngaro Adam Fischer al frente de la orquesta de la que es titular desde 2015, la Sinfónica de Düsseldorf. Una buena agrupación, sin duda, pero muy lejos de las alemanas de primera fila.
Con aguda genialidad, Franz Joseph Haydn logra encauzar, con su Sinfonía número 45, una protesta a su patrón y mecenas, el Príncipe Esterházy, que en 1772 había decidido permanecer en su residencia estival todo el verano, con lo que los músicos se veían privados de sus vacaciones y sin poder ver a su familia, que no se desplazaba con ellos a la estancia veraniega. En el último movimiento, los músicos se iban marchando uno a uno hasta que sólo quedaban dos violines. Fischer con gesto preciso y gran control sobre la orquesta expuso con nervio y asumible luminosidad y refinamiento el primer movimiento -algo bruscas las trompas-, para delinear con bello lirismo la inspirada melodía del adagio, un animado minueto y finalizar con energía el presto, hasta que los músicos, en medio de la oscuridad casi completa, fueron apagando su atril y marchándose uno a uno hasta quedar dos de ellos y el director que fueron los últimos en salir.
Hace poco más de un año, el hermano de Adam, Iván, ofreció en Madrid una Quinta de Mahler memorable al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera. No llegó a ese nivel ni mucho menos la interpretación de Adam Fischer, tampoco la Orquesta de Düsseldorf puede compararse a la excelsa de la Radio bávara. Sin embargo, el mayor de los Fischer es un experimentado mahleriano que en Madrid ya ha tocado varias de sus Sinfonías, y su versión de la famosa y emblemática Quinta atesoró indudable interés.
Desde la fanfarria de la trompeta, Fischer dosificó adecuadamente la progresión rítmica de la marcha fúnebre, aunque faltó algo de claridad a los tríos. Pulso, energía y tensión alumbraron el segundo movimiento, pero la cuerda, tanto grave como aguda, acreditó cierta debilidad y falta de anchura y redondez. En el Scherzo volvió a escucharse alguna estridencia de las trompas, si bien la batuta continuó demostrando su capacidad de construcción y contrastó bien la desolación de los dos primeros movimientos con el desenfado popular de los valses y landler. Intenso, muy hermoso y ensoñador resultó el célebre adagietto, muy bien cantado por la orquesta bajo el mando efusivo de Fischer, que evitó en todo momento caer en ningún exceso mientras graduaba apropiadamente los clímax. Buena prestación del arpa. La batuta, asimismo, administró bien el contraste con ese final alegre y resuelto, variado en sus contrastes y en el que las maderas redondearon una buena actuación.
En definitiva, un Mahler muy sólido, compacto, bien construido, por un Maestro veterano en plenitud de su madurez artística, no especialmente fantasioso si se quiere, pero con el justo punto de emotividad y contrastes, al frente de una orquesta buena, pero no excelente.
El público, después de dar un recital de desaforadas toses y sonidos de móviles, que irritaron al propio Fischer, ovacionó con fervor.
Foto: Rafa Martín
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