Una entrevista de Lorena Jiménez
Valeri Abisálovich Gergiev (Moscú, 1953), aquel joven talento que en sus inicios fue alumno del maestro Ilya Musin en la Escuela de Dirección de Leningrado y con 22 años, siendo todavía estudiante, ganó el Concurso de Directores de Orquesta de la Unión Soviética, es uno los directores más renombrados de la actualidad; reparte su tiempo al frente de las más importantes orquestas y sus conciertos se suceden en frenética agenda por medio mundo. Venerado en su país, ha dado al repertorio ruso una enorme proyección internacional, y desde que con 35 años asumió su dirección artística y musical – ocho años más tarde asumiría la dirección general–, ha convertido al legendario Teatro Mariinsky de San Petersburgo en icono cultural de Rusia.
Me recibe con inesperada cordialidad en los ojos, me tiende la mano y me invita a sentarme en el sillón de al lado. Carismático y temperamental en el pódium, el vehemente director de orquesta de expresiva técnica gestual –dirige casi siempre con las manos–, en la distancia corta no intimida; casi inspira ternura. Recién cumplidos los 60, el rostro cansado del que ha dormido poco y una cabeza casi desnuda de pelo gris como su barba, le hacen parecer mayor. Valery Gergiev se acomoda en el sillón, preparado para la foto, listo para la charla, consciente de la brevedad del encuentro, corta todo preámbulo con una mirada, en tono amable, casi afectivo, que quiere decir: adelante con la primera pregunta.
Hace unos meses visitó Madrid en lo que supuso su primera gira como nuevo Chef dirigent de la Filarmónica de Múnich, con un programa que incluyó obras de Debussy, Shostakovich y un compositor muy querido por el público ruso, ¿los rusos entienden mejor a Berlioz que sus compatriotas franceses?
No puedo decir que el público ruso lo entienda mejor; lo que sí puedo decir es que Berlioz fue toda una sensación en Rusia, aunque no hay una razón concreta. Quizá la clave del éxito esté en el hecho de que él nunca fue visto como un compositor local, quiero decir, como un compositor francés, sino que Berlioz simplemente vino a Rusia en 1849, y trajo su música; no solo su famosa Sinfonía fantástica, sino también algunos extractos de Romeo y Julieta, que todavía no se habían tocado en Rusia; en su última visita a finales de1867, el éxito fue enorme, porque sus brillantes ideas fueron vistas como un soplo de aire fresco. No podemos olvidar que en el mismo periodo de tiempo, vinieron Giuseppe Verdi, Richard Wagner, Franz Liszt y Berlioz…pero Berlioz fue el primero…
¿Y qué me cuenta de Shostakovich, cuyo Segundo concierto para violín y orquesta dirigió en el Auditorio Nacional de Madrid? ¿Cuál es el mayor reto para un director de orquesta a la hora de interpretar su música?
Creo que Shostakovich tiene la capacidad de crear una atmósfera tensa y de gran intensidad psicológica, y el mayor reto para el director es que tiene que encontrar la forma de entender y de sentir esa gran riqueza psicológica que hay en la música de Shostakovich. No todo tiene que ver con la teatralidad, la energía, el ritmo o con la belleza del sonido, sino que, en primer lugar, está esa increíble atmósfera sinfónica que él recrea, y que se puede apreciar incluso en el Concierto para violín, que es una obra muy sinfónica, que desarrolla mediante clímax y, precisamente, uno de los grandes clímax de la obra es cuando el violín toca solo; tenemos la cadenza, pero el tempo aumenta cada vez más, para crearesa gran intensidad psicológica. Él vivió en una época muy complicada, así que no resulta especialmente difícil de comprender por qué su música es tan intensa, oscura y conmovedora o eso espero (risas). Se debe, sin duda, a lo que vivió desde niño, primero con la época de los zares en Rusia, la Primera Guerra Mundial, luego la revolución,después la dinastía fue destruida y llegaron los bolcheviques, llegó Stalin…es decir, que vivió acontecimientos muy dramáticos, desde que tenía tan solo 8 años, y, además, durante toda su vida tuvo que enfrentarse a ese tipo de acontecimientos. Así que indudablemente todo esto marcó su percepción del mundo. Uno puede imaginar que no tuvo una infancia fácil…porque, como decía, desde muy joven su vida estuvo marcada por la guerra, la revolución, el ejército rojo…y todo esto se escucha claramente en su música.
También está su amado Tchaikovsky…
Bueno, hay cientos de personas que dicen “mi amado” o “nuestro amado” Tchaikovsky (risas)…los japoneses dicen “nuestro” Tchaikovsky, los americanos también dicen “nuestro” Tchaikovsky (risas) Y, por supuesto, los rusos dicen, a veces, “nuestro” Tchaikovsky… En España conocen muy bien su música, porque he venido mucho durante los últimos veinte años con la Mariinsky, la London Symphony, y la Rotterdam Philharmonic Orchestra para interpretar su música.
¿Cómo definiría Valery Gergiev al público español?
Hay tres cosas muy interesantes con respecto al público en España: en primer lugar, aman la música, en segundo lugar, es un público que viene a escuchar orquestas, directores, programas y compositores muy diferentes, y en tercer lugar, tienen tanto interés por la música que vienen incluso cuando los conciertos son a las diez de la noche (risas)… Bueno, es un horario que tampoco va tan en contra de la naturaleza humana, porque así pueden ir al concierto después de cenar y dedicarse simplemente a escuchar la música, aunque vuelvan a casa pasada la madrugada (risas), pero está bien, pueden hacerlo cuando es viernes, no pasa nada porque lleguen más tarde a casa, ya que pueden descansar el sábado por la mañana… Fíjese, nosotros también hacemos esto en el Mariinsky, durante el Festival de White Nights, a veces incluso empezamos a las once de la noche, y cuando se trata de ballet, se termina realmente tarde porque dura tres horas o más…Pero siempre está lleno en las White Nights (risas)
Hablando del público, cuando estuve en Rusia, me sorprendió la cantidad de público joven que asiste a los conciertos; de hecho, los jóvenes son una gran mayoría en el patio de butacas, algo que no es habitual en otros países, donde la media de edad ronda los 50-60 años…
Bueno, a veces, también veo en España a muchos estudiantes que asisten a los conciertos… depende también un poco de si se trata de conciertos de abono o de otro tipo de concierto. Aquí está mi amigo José María (señala a su agente José María Prat, presente durante la entrevista) con el que siempre estoy hablando de cómo se puede atraer a la gente para que vaya a los conciertos, y los dos coincidimos en que para conseguirlo hay que hacer cosas interesantes. Y si no van, quizá sea porque nos estamos equivocando en algo. Y, sí, efectivamente tiene razón, en el Mariinsky y en toda Rusia en general, es cierto que sí se ven muchas caras jóvenes. Recientemente, hemos empezado un nuevo festival en Múnich, que dura tres días, desde por la mañana hasta por la noche, con entradas baratas, jornadas de puertas abiertas, programas inusuales, programas, por ejemplo, de una hora como máximo de duración… Creo que es muy importante darle al público...
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