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CRÍTICA: GALA DE ENTREGA DE LOS VII PREMIOS LÍRICOS 'TEATRO CAMPOAMOR'. Por Rubén Martínez

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Autor: Rubén Martínez
7 de abril de 2013
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Foto: Valentín González Cores
     
  UNA GALA QUE INVITA A SENTIR
 
      En la noche de ayer sábado se celebró una nueva gala de entrega de los Premios Líricos  "Teatro Campoamor", y ya van siete ediciones. Debemos congratularnos de que esta iniciativa cultural única en España y sin duda no exenta de cierto riesgo siga resistiendo y sorteando las embestidas de la crisis y de los recortes. Evidentemente no es ajena a ellos y su presupuesto se ha visto también afectado, aunque sigue manteniendo su esencia y se ha establecido en estos años como cita obligada del mundo lírico, tanto en el ámbito profesional de gestión como de crítica musical. Baste recordar que en esos siete años de historia han desfilado por el escenario del Campoamor figuras líricas de la talla de Montserrat Caballé, Waltraud Meier, Zubin Mehta, Matti Salminen, Fiorenza Cedolins, Plácido Domingo, Mirella Freni, Natalie Dessay, Teresa Berganza, Marcelo Álvarez, Christa Ludwig, Leo Nucci, Nina Stemme, Jose Van Dam o Ruggero Raimondi.
      La dirección escénica del espectáculo ofrecido el sábado fue encomendada a Calixto Bieito, ganador en la edición de 2011 y profesional cuyo nombre suele ir ligado a la polémica en sus propuestas. Con una sobria "escenografía" compuesta por un andamiaje en forma de U sobre el que estaban dispuestos los miembros de la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo rodeando a la Oviedo Filarmonía, que en esta ocasión se encontraba sobre el escenario y no en el foso, la esencia de la gala consistió en minimizar la palabra, prácticamente limitada al recitado de frases célebres de compositores, músicos, cantantes y filósofos por parte de los maestros de ceremonia, la actriz Rossy de Palma y el contratenor Xavier Sabata, así como en el sobretitulado. En esta ocasión  el trabajo del "enfant terrible" Bieito no nos ha parecido especialmente provocador, si bien la entrada de los presentadores trasladando los trofeos en un carrito de supermercado y la posterior performance del concertante "Ogni cura si doni al diletto" de Ballo in Maschera en las voces de Sabata y de Palma descolocó a más de uno.
      En el plano musical, el encargado de inaugurar la velada, tras un fragmento de la obertura del Tannhäuser wagneriano, fue el canario Celso Albelo. Su vinculación con estos premios es particularmente intensa, habiendo sido galardonado en la edición de 2010 con la estatuilla al Cantante Revelación. El hecho de que apenas dos años después haya recibido también el premio a Mejor Cantante Masculino pone de relieve la importante evolución de su carrera en un breve periodo de tiempo. La presencia de Albelo en Oviedo es habitual aunque la Ópera de Oviedo aún tiene como asignatura pendiente conseguir que participe en su temporada. El fragmento elegido por Albelo en esta ocasión fue "Spirto gentil" de La Favorita donizettiana, pieza a la que su vocalidad se adapta a la perfección y que escanció con la elegancia y conocimiento de belcantismo a que nos tiene acostumbrados.
      Tras la entrega del premio a la producción de El Gato Montés, recogido por el director de Teatro de la Zarzuela de Madrid,  Paolo Pinamonti, que se podrá ver en el Campoamor en el próximo mes de mayo, le llegó el turno al galardón al mejor cantante de zarzuela, que recayó en el tarraconense Ángel Ódena. Su interpretación de la romanza de Luisa Fernanda "Luche la fe por el triunfo" se inició desde el pasillo central de platea y se desgranó como es característico en este cantante, con derroche decibélico y maneras un tanto rudas así como una oscilación en el apoyo cada vez más inoportuna que desluce ocasionalmente sus intentos por encontrar dinámicas. No se le veía especialmente cómodo con el hecho de tener a la orquesta a su espalda e incluso tuvo una entrada en falso, aunque recibió una importante ovación, creemos que más por lo estentóreo de su instrumento que por el refinamiento de su interpretación. Precisamente se podrá escuchar en Oviedo a Ódena como Juanillo en El Gato Montés el próximo mes de mayo.
      Un fragmento del archiconocido "Treulich geführt" del Lohengrin wagneriano bien ejecutado por la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo sirvió de banda sonora para el duelo a florazos de Rossy de Palma  y Xavier Sabata, ambos en traje de novia, enfrentamiento que se saldó con la victoria de la actriz y que selló escanciando sidra y soltando un asturianísimo "¿Quiés un culín?" que desató las risas del público. Guiño a los hasta ahora desconocidos orígenes asturianos de la copresentadora. Tras la entrega al maestro Maurizio Benini del premio al mejor director musical por sus funciones de Adriana Lecouvreur en Barcelona, se asistió a uno de los números inolvidables de la velada, el "Cara sposa" del Rinaldo handeliano en la voz de Sabata, en el que exhibió el cálido instrumento y la extrema sensibilidad que le caracterizan. Este fue también para nuestro gusto el mejor momento de la Oviedo Filarmonía y de su director titular Marzio Conti.

 

      El premio a la Mejor Dirección Escénica se entregó a Àlex Ollé y Valentina Carrasco por Le Grand Macabre de Ligeti ofrecido por La Fura dels Baus en el Liceu de Barcelona, quienes recurrieron a sendos cartelitos para agradecer el premio en nombre de sus compañeros Alfons Flores, Franc Aleu, Peter Van Praet y Lluc Castells. Tras ellos, la música de Richard Wagner volvió a adquirir protagonismo y José Ferrero ofreció el "Winterstürme" del primer acto de Die Walküre, papel que interpretó en el Maestranza de Sevilla y que le ha valido el reconocimiento como Cantante Revelación. Ferrero empezó bien, con una voz fresca y de un timbre inusitadamente cálido, ajeno al prototipo de tenor wagneriano. No obstante, nos pareció que su prestación final se resintió porque la voz no parecía suficientemente "riscaldata" para un fragmento de esta enjundia. Se apreciaron buenos acentos aunque el grave presentaba una peligrosa oscilación y cierta artificialidad así como la zona de paso que parecía que estuviese en pleno atasco adelgazándose el sonido a medida que ascendía en el pentagrama cuando, si algo exige Wagner, es tener una zona de fa y sol ancha, robusta y con presencia. Esperemos que no se autoconsuma demasiado pronto en este tipo de roles.
      El momento más entrañable de la velada llegó con la presencia en el escenario del veteranísimo Alberto Zedda, auténtico icono del rossinianismo y que, como en él es habitual, transmutó su aparente fragilidad en una explosión de energía y vivacidad cuando subió al podio y sonaron los primeros acordes de la obertura de Il Barbiere di Siviglia. La ovación recibida tras su interpretación fue la más larga y sentida de toda la velada acompañada de numerosos gritos de "¡bravo!" y "maestro". A su vuelta al podio, Marzio Conti pidió la palabra para narrar la anécdota según la cual Rossini,  consultado acerca de su opinión sobre el mejor compositor del mundo, declaró que "Mozart es la Música". Su intervención sirvió de pie para que de nuevo Xavier Sabata ofreciese una pieza handeliana, en esta ocasión " Fammi combattere"del Orlando, en la que volvió a dejar un estupendo sabor de boca a pesar de estar a punto de resbalar con los restos del "combate floral".
      La presidenta de la Asociación ÓPERA XXI, Remedios Navarro, recogió a continuación el Premio Contribución  al Mundo de la Lírica. Tras ella le llegó el turno a la soprano Sondra Radvanosvsky, cuya aparición tras los acordes iniciales del "Pace, pace mio Dio" de La Forza verdiana resultó escénicamente impactante, como no lo fue menos la irrupción de su voz, que inundó el teatro con ese sonido personalísimo de la artista estadounidense, inconfundible, con un punto de melancolía innato y ese auténtico sonido verdiano, messe di voce y filados tan aparentemente inalcanzables para un instrumento de su naturaleza. Nunca deja de sorprender la engañosa facilidad con la que los consigue. En su defecto, la consabida dicción americanizante y a veces ininteligible, sacrificándola en favor de la impostación, así como cierta tendencia a una afinación no siempre perfecta pero, en cualquier caso, una voz con mayúsculas. Tras su intervención, el vivo entusiasmo del público pareció conmoverla realmente y en inglés se dirigió al respetable manifestando lo a gusto que siempre se ha sentido en España y su deseo de tener la oportunidad de regresar en futuras ocasiones y ser acogida con idénticos amor y calidez.
      El último galardón entregado fue para la Mejor Nueva Producción que recayó en el Peter Grimes representado en el Teatro Campoamor a principios de 2012 y que recogió Jaime Martínez, presidente de la Fundación Ópera de Oviedo. Una vez que los presentadores se hubieron disculpado por si quedaba alguien del público a quien no hubiesen ofendido, se abrazaron tiernamente para bailar al son del "Sweet Lady!" de Pepita Jiménez de Isaac Albéniz, entonado por el coro. Finalmente y como ya es tradición, todos los intervinientes saludaron bajo una lluvia de confeti dorado  poniendo así broche final a esta edición.
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