La presencia de Sir Simon Rattle con la que es virtualmente su nueva orquesta, la London Symphony Orchestra, ha sido sin duda el momento estelar del recién concluido Festival de Santander. Una edición auténticamente en la que la orquesta ofreció dos conciertos; el primero de ellos con la Novena sinfonía de Mahler y el segundo con un programa mayoritariamente checo: Danzas eslavas op.72 de Dvorak, Mi madre la oca de Ravel y la Sinfonietta de Janacek. Entre ambos conciertos el director británico recibió a los medios acreditados en una reunión informal que tuvo lugar en el Hotel Real de Santander. En un clima relajado y distendido Sir Simon hizo gala de una conversación amena, rebosante de ironía, buen humor y mucha sinceridad.
Rattle habló sobre la Novena sinfonía de Mahler, el público de Santander, el entusiasmo y la camaradería que le une a su nuevo conjunto, pero también miró hacia atrás para valorar su época berlinesa, la figura de Leonard Bernstein ante su inminente centenario, e igualmente abordó con enorme franqueza la situación en Venezuela.
Tras disculparse porque su español es peor que su alemán, Rattle habló en inglés sobre la Novena de Mahler en estos términos:
No es solo sobre la muerte. En ella cabe absolutamente todo y de hecho tras ella Mahler siguió componiendo pues tenía muchas cosas que decir. Por supuesto la muerte está muy presente en la pieza. Esta nos evoca sus terribles pesadillas en las que era enterrado vivo. Su propia marcha fúnebre está presente en la pieza, especialmente al final del primer movimiento. Pero también está su esfuerzo por permanecer vivo, por permanecer aquí.
Uno de mis antiguos profesores y mentores, Berthold Goldschmidt, quien fue el asistente de Erich Kleiber en el estreno de Wozzeck me dijo hace mucho tiempo: “Oh Simon, el secreto de esta música es que la mayor parte de esta música no es música, es sólo polvo. ”Una imagen increíble. Goldschmidt dirigió la primera interpretación de la Décima y el estreno de la Tercera en Inglaterra, la cual fue en una fecha tan tardía como 1960. Olvidamos que hay un tiempo todavía no muy lejano en el que esta música estaba por descubrir.
Preguntado por la importancia del silencio en esta obra, Rattle comentó:
Sí, como en Webern, algunas veces el silencio es incluso más relevante que la música, aunque (bromea) depende del tipo de móvil que pueda sonar en la sala. Pero por supuesto para mi es una bendición tener una orquesta que está dispuesta a tocar tan suavemente, tan piano, como la London Symphony Orchestra. Es algo muy infrecuente. Porque es un riesgo real, es lo que en inglés decimos “call disaster”: invita al desastre.
El público de Santander fue mucho más que educado. Requiere un gran esfuerzo permanecer en silencio al final de una obra de esta naturaleza (hubo en el Palacio de Festivales un silencio de 30 segundos al final de la interpretación). La pieza necesita ese silencio pero el público no siempre se da cuenta de ello. No se da cuenta de que es parte de la interpretación.
En el escenario sentimos en todo momento cuando el público escucha con esta intensidad y esto es algo que nos ayuda mucho. Como digo, el público es realmente también parte fundamental de la interpretación. Sentimos perfectamente su energía detrás de nosotros. Lógicamente también la sentimos al final del concierto con los aplausos y cuando habla con nosotros en los camerinos, pero desde luego es algo que ya hemos notado durante la interpretación.
Ante una alusión sobre aquellas personas que son incapaces de separarse del móvil durante un concierto, y que incluso llegan a enviar Whats Apps continuamente, Rattle provocó las risas con su cáustica respuesta:
No estoy normalmente a favor de la pena de muerte pero en ocasiones la contemplaría. No hay muchos sitios en nuestro mundo de hoy en los que 2000 personas estén en silencio y quietas tanto tiempo. Esto es algo casi imposible fuera de nuestra modalidad artística. Puede interferir el sonido del móvil u otros ruidos pero el tipo de silencio y concentración de un concierto como el de anoche no se encuentra incluso ni entre los feligreses que van a la iglesia. Y esto es una importante experiencia. El público es parte de la interpretación… incluso aunque una copa del mundo esté sucediendo al mismo tiempo. En estos casos es divertido ver como al terminar el concierto los músicos o el público salen corriendo para ver cómo va el partido.
Dirigí una Novena de Mahler en Nueva York hace muchos años con la Filarmónica de Berlín en la que el ruido del público era tan fuerte que no tenía nada que ver con un teléfono móvil. Simplemente era una continua sucesión de toses, estornudos, carraspeos, etc. Era tan fuerte que al final del primer movimiento la orquesta estaba perdida. “Simon ¿Qué está pasando?”, me dijo el concertino. Era realmente un problema.
Nuestra obligación es recordar a la gente que son parte de la interpretación, pero no podemos hacerlo de la misma forma en que por ejemplo le decimos a un niño “¡Come vegetales porque son saludables! La gente se enfada si se le dicen estas cosas. Pero en ocasiones, cuando fuera el sonido es más y más ruidoso, necesitamos ayuda para dar vida al mundo interior de una obra. Hay aquí afuera (señalando al jardín del hotel) más tranquilidad de la que había en la sala de Nueva York. Es una cuestión de donde procede uno. Si uno procede de una ciudad tan ruidosa como New York en la que el silencio es un lujo es hasta normal que esto suceda.
Preguntado sobre la vinculación de la orquesta con otros tipos de públicos, Rattle reflexionó de esta manera:
Lo que es fascinante en la LSO es el enorme rango de cosas que hace y la forma en que disfrutan con esa variedad. A veces interpretamos una obra de un increíble virtuosismo, un trabajo realmente duro, pero otras es un trabajo de una naturaleza muy distinta: por ejemplo la semana pasada estuvimos haciendo Super Mario en sesiones de 7 horas. A la orquesta le gustan los cambios y le gusta moverse muy rápidamente de una cosa a otra. Cada actividad se ve como un fantástico contrapunto. Pero por supuesto los músicos están muy felices cuando volvemos a una pieza como la Novena de Mahler, una obra que este año hemos tocado muchas veces. Es como un estofado de carne que cuando se deja un tiempo en la nevera y se retoma está todavía mucho más rico.
A raíz de esto surgió la cuestión: ¿Prefiere en sus conciertos un público entendido y respetuoso que conozca a fondo las piezas o un público nuevo?
Amo a todos los públicos. Uno de los conciertos más emotivos que tuve en Berlín fue hace dos años cuando tres de las orquestas de la ciudad, nos reunimos en un concierto de bienvenida para los refugiados. Por supuesto había algunas personas entre el público -mayoritariamente refugiados- que sabían mucho sobre música, pero también personas que nunca antes habían acudido a un concierto. Sin duda ninguna fue uno de los públicos más concentrado, intenso y estimulante que nunca he tenido. Sucedió una maravillosa historia. Mi asistente Andreas, que estaba muy implicado en la educación musical, tenía un amigo que había sido profesor de violín en Alepo y que había llegado a Berlín hace cuatro años. Justo antes del concierto estaban entre el público cuando repentinamente un niño pequeño se acercó a ellos y abrazó al profesor. Este niño había llegado hace tres semanas y vivía en el pasado en la misma calle de Alepo que el profesor. Ninguno de los dos sabía que estaban allí. Fue absolutamente conmovedor y más aun pensando que una situación así surgió gracias a la música.
En Londres hemos encargado lo que hemos dado en llamar “community operas”: óperas que pueden ser interpretadas tanto por miembros de la orquesta como por gente joven, pero también por una gran variedad de miembros de la comunidad. La primera pieza que hicimos fue “El monstruo en el laberinto” de Jonathan Dove, que trata acerca de la leyenda del Minotauro. Está pensada para gente que no ha cantado nunca antes; gente que no ha estudiado música. Está abierta a todas las personas que viven en el área que rodea al Barbican… salvo políticos (con ironía). Todos del mismo código postal. En esta área viven por supuesto un cierto número de refugiados que acaban de llegar a Gran Bretaña. La historia del Minotauro es por supuesto la historia de toda esta gente joven, llegando en barcos, con destinos en cierto sentido análogos al Minotauro: vidas rodeadas de incertidumbre, sin saber qué sucederá. Los ecos de esta historia sobre los refugiados, pero también los ecos sobre todos los residentes que saben exactamente sobre lo que la obra trata es realmente impactante.
A continuación, surgieron dos interesantes cuestiones: ¿Es más difícil subir una orquesta a primera división o mantenerla? Y ¿La programación de una orquesta debe estar centrada en atraer nuevas generaciones o basarse en el virtuosismo?
No tengo respuesta a lo primero. Soy realmente muy afortunado pues siempre he trabajado con unas u otras de las grandes orquestas del mundo. Mis años en Birmingham fueron algo distintos porque estábamos creciendo juntos continuamente. Había sido por supuesto una experiencia increíble para todos nosotros. Me siento aún muy orgulloso por lo que habíamos conseguido, subiendo a un nivel mejor y mejor. Pero ahora es una experiencia diferente. Aunque lo cierto es que todas las orquestas necesitan trabajar. Por supuesto la inspiración es una parte fundamental, pero mantener la energía, el conjunto, la afinación, el fraseo típico de cada orquesta y muy particularmente en una gran orquesta en la que cada persona tiene sus ideas propias, muy arraigadas, es algo con lo que tenemos que lidiar continuamente. Esto nunca para.
En cuanto al virtuosismo este es… (hace un gesto de desaprobación con la cabeza). A veces el hecho de que uno pueda hacer algo no significa que deba hacerlo. Virtuosismo es algo maravilloso, por supuesto, pero no sí uno actúa pensando: “¡Oh, que músico tan increíble!” Yo aspiro a un virtuosismo de significado o de espíritu. Y en cuanto al repertorio pienso que debemos siempre intentar renovar nuestro gran repertorio standard. Tenemos que explorar nuevas víaspero siempre en un equilibrio. Y por supuesto tenemos que dar cabida a las voces de la nueva generación, la cual tiene en su cabeza unas intenciones muy distintas a las nuestras.
Inevitablemente se le preguntó a Simon Rattle por los motivos que le hicieron dejar la Filarmónica de Berlín por la LSO: ¿Fue un fichaje al estilo del futbol?, ¿No le gustaba seguir tanto tiempo en Berlín?
Afortunadamente, los directores duramos mucho más que los entrenadores de fútbol... sobre todo si se trata de Mourinho (más risas). 16 años es en términos de -permítanme el ejemplo- un presidente de los Estados Unidos como una pesadilla. Es lógico que haya un límite de tiempo. Creo que ha sido un tiempo más que bueno, particularmente por lo que supone trabajar con este particular grupo de personalidades. Estoy muy feliz de empezar una nueva vida en Londres. No me perdería para nada mis días en Berlín. Amo mucho lo que he hecho y aprendido allí, pero ahora estoy en un mundo muy distinto. Para mi, el sentimiento ya no es: “I’m lost in translation” (ironiza).
Los músicos de la LSO y yo hemos establecido de forma muy rápida, increíblemente rápida, un pulso sincronizado. Y estamos sólo al comienzo del segundo año. El sentimiento de vivir en esta sincronización natural es para mi impagable. Y por supuesto hay gente en esta orquesta que no había visto en cuarenta, cuarenta y cinco años. Habíamos tocado juntos en orquestas de jóvenes y hecho muchas fechorías juntos. Esto es también un sentimiento positivo. Hay historias mutuas que uno no podría contar en esta sala (se ríe).
En relación con lo anterior se le preguntó a Sir Simon, si tenía el miedo de que una orquesta alemana que él había hecho global y multicultural, pudiera volver a ser una orquesta alemana.
La Filarmónica de Berlín es globalmente una de las orquestas más jóvenes de la actualidad en términos de edad, pero una parte natural de su ADN es increíblemente conservador. Lo que me da una gran esperanza es que los músicos han nombrado a un extraordinario director con muy amplios intereses que realmente los impulsará y trabajará mucho en este aspecto que comentan. Esto me hace ser muy optimista.
Ambas orquestas (la LSO y la OFB) tienen una larga tradición. Las dos trabajaron con Artur Nikisch quien fue director principal de ambas al mismo tiempo. La Filarmónica de Berlín siempre habla de su larga tradición y de como nunca nada vuelve a ser lo mismo de nuevo, pero frente a esto, lo curioso de la LSO es que lo que cuentan de su tradición son historias divertidas. Están siempre mirando hacia el futuro. Esto es muy interesante pues define a dos tipos muy distintos de músicos. Para mi lo que es natural aquí (con la LSO) no es una cuestión de “Oh, nosotros debemos hacer siempre cosas nuevas”, sino una cuestión de refrescar lo que hacemos en cada momento y yo encuentro esta forma de pensar acerca de lo qué viene ahora, como una sana mentalidad de intentar hacer las cosas más adecuadas en el momento más adecuado.
Los directores no somos una verdadera profesión. Como diría Trump, no es un verdadero trabajo, somos “fake news”. Lo fascinante de este trabajo es como la misma música es reflejada por distintas orquestas. La misma música puede decir cosas muy diferentes. Esto es para mi absolutamente fascinante. No hay una Champions League de orquestas. No se puede decir: “Han marcado el gol, nos vamos.” Gracias a Dios no se trata de eso. Es una cuestión de diferentes músicos aportando distintas cosas a la música. Y es desde luego muy inspirador para mi ser parte de eso. No sé si lo han notado pero los directores no hacemos ningún sonido. Esla orquesta la que hace los sonidos.
Sobre su faceta de intérprete Rattle contestó:
En ocasiones hago música de cámara y disfruto esa maravillosa sensación de estar creando la música en el mismo instante. Pero con la orquesta el director va siempre por delante en el compás. A veces cuando toco me quedo ensimismado pensando en el acorde que va a suceder y cuando me doy cuenta resulta que ¡Me he olvidado de tocar! Pero es algo absolutamente emocionante crear el sonido uno mismo. Por supuesto los directores lo echamos de menos. Claudio (Claudio Abbado) me lo dijo cuando le sucedí: Simon, cuando trabajas con una orquesta realmente muy buena, tú aportas el 25% y la orquesta el 75%. Te van a devolver mucho más de lo que uno puede imaginar. Y esto es absolutamente cierto; es mucho más lo que obtienes cuando tocas con un grupo tan excelente de músicos. En muchas ocasiones me gustaría intercambiar mi puesto con los músicos.
Hubo también una pregunta muy concreta en relación al nuevo CD de Rattle con La edad de la ansiedad de Bernstein: ¿Lo valora como un compositor serio?
Si uno escucha Wonderful Town o West Side Story ve que no hay nada más serio que estas obras. Es sin duda otro género, pero no por ello menos serio. Lo que encuentro fascinante ahora es como en los cuarenta y cincuenta, en tiempos de intenso modernismo, había realmente un problema. La gente miraba desdeñosamente a esta música. Pero estoy convencido de que todo el mundo al mismo tiempo se daba cuenta de que West Side Story era la pieza más grande jamás escrita en ese género. Sin embargo, desde la distancia de hoy no importa lo más mínimo si esta música suena como Stockhausen o si suena como Bernstein.
Hicimos una serie en Berlín y Londrés en la que cada año tocábamos la música de una década. Y por supuesto una de las obras fue una semana Gruppen de Stockhausen y a la semana siguiente West Side Story de Bernstein. Dos obras maestras en aspectos muy distintos, pero esto no importa en absoluto. Hoy estamos mucho más abiertos a muy distintos tipos de música. Nadie pensó que la Age of Anxiety fuese una obra ecléctica, en el sentido que este término se usaba en su tiempo; casi como un insulto. De hecho, la gente que así lo usaba debería escuchar la música que se está haciendo hoy.
Si se trata de música realmente buena y está maravillosamente escrita y desde el corazón, es decir, si el compositor tiene algo que decir, no importa en absoluto cuál es su estilo. Recuerdo que cuando Esa-Pekka Salonen escribió su primera obra realmente exitosa, me dijo: “Simon, finalmente he escrito una obra en la que por fin no he pensado; oh Dios, que dirán los expertos". Encuentro que estas obras de Bernstein soportan mejor y mejor el paso del tiempo. Me gustaría que estuviese vivo para poder verlo. Hace ya muchos, muchos años, como dirigía a menudo su Prelude, Fugue and Riffs que no es una obra muy conocida, siempre me decía lo agradecido que estaba. Tenía un terrible complejo de inferioridad. Me gustaría que estuviese alrededor para comprobar la acogida que sus obras tienen en la actualidad.
Un momento especialmente intenso surgió cuando se le preguntó a Rattle por su fuerte compromiso en el pasado con el Sistema venezolano y la situación actual con decenas de músicos en el exilio voluntario, represión tremenda y un Gustavo Dudamel que no quiere volver a Venezuela.
En cada sitio del mundo al que voy hay ahora un músico venezolano. Y el comentario siempre es: ¿Estás bien?, ¿Tú familia sigue en el país? En Berlín hay casi como un gueto de músicos venezolanos: violinistas, oboístas, directores, todos viven en la misma calle. Todos conectados, formando una red. Lo que está pasando en la actualidad en el país es una tragedia.
Es curioso lo que sucedió en la vecina Colombia, un país que conocí bien hace muchos años. En la actualidad puede uno salir a la calle a pasear sin ningún tipo de problema, sin embargo, cuando estuve allí de joven no se me permitía salir a la calle solo. Y en Venezuela ha sucedido justo lo contrario. La primera vez que fui a ver a Gustavo llevaba dos guardaespaldas, la última ocasión teníamos seis. Y ahora, si uno quiere quedarse allí su vida peligra.
Gustavo es un hombre extraordinario. El peso que tiene que llevar sobre sus hombros es excesivo para un joven de su edad. Lo que él ha tenido que soportar y vivir desde sus mismísimos comienzos es algo absolutamente injusto para nadie de cualquier edad, pero particularmente para alguien tan joven. Y él se las ha arreglado para afrontar una situación completamente imposible con un asombroso talento. Y todavía aún es capaz de mantenerse en contacto con la realidad de su país a pesar de la distancia.
Pero todo el mundo sabe que las cosas todavía tienen que necesariamente empeorar más en ese país, antes de que vuelvan a mejorar. Ojalá llegue un momento en el que podamos decir: Caracas solía ser como la antigua Bogotá y sin embargo ahora la situación es tan buena como Bogotá. Pero todavía esto está por llegar. Sin embargo, este ideal de medio millón de personas tocando en orquestas juveniles -más de los implicados en organizar actividades deportivas en todo el país- sigue siendo un milagro. Estoy convencido de que su música no desaparecerá. Pero cómo se va a conseguir, realmente no lo sé.
Una de las últimas veces que estuve allí, con toda la familia, al segundo día nos llevaron todo de la habitación del hotel: los pasaportes, las cámaras, las joyas; todo lo que tenía valor. Le pregunté al maestro Abreu que podríamos hacer. Me dijo: “Qué mal, pero no te preocupes. Haz el ensayo. Llamaré al número dos para resolverlo. No quiero que esto te descentre”. Al final del ensayo me dijo. “Creo que todo ha sido devuelto.” El número dos por supuesto era Maduro quien había interrogado al staff del hotel el cual tuvo que explicar todo como un malentendido. Abreu nos dijo que siguiésemos una noche más y al día siguiente cambiásemos de hotel. Lo interesante de la cuestión es el terror en que vivía la gente del hotel. Maduro fue el ejecutor, y ahora es ese mismo ejecutor quien está a cargo de todo en el país. La situación en el hotel es en cierto modo un reflejo de la situación en el país.
Es muy triste porque el Sistema es un gran milagro artístico. Espero que su ADN sea lo suficiente fuerte para perdurar ¡Cuantos miles de músicos venezolanos tenemos la suerte de disfrutar en todo el mundo, y que afortunados somos por ello y que privilegio el mío haber sido parte de este proceso!
Finalmente, y en relación con el segundo programa se le preguntó a Rattle sobre la música checa y como esta es parte de su próximo proyecto. Y a continuación y para despedir el encuentro se comentó el caso concreto de la compositora nonagenaria Betsy Jolas de la que Rattle se ha convertido en defensor y admirador.
Esta música es parte de mi vida, aunque no vivo con una checa sino con una morava. Magdalena nació en una casa que está a un par de calles de donde Janacek nació. Asimismo, solemos pasear por los bosques que inspiraron la “La zorrita astuta”. Cuando toqué esta pieza como estudiante me enamoré de esta música. Un naturaleza ordenada y preciosa, exactamente igual que la música de Dvorak y sus ocho Danzas eslavas que vamos a escuchar esta noche. Ocho milagros absolutos, uno tras otro. Es una música que me toca el corazón.
Con nuestra serie Roots&Origins queremos reflejar las raíces populares de las que la tanta gran música nació, como puede ser por ejemplo el caso de un Ländler de Schubert o la música zíngara. Es un gran tema para explorar músicas de diferentes aromas, e incluso obras modernas que no se suelen interpretar a menudo. Así podemos hacer un programa con música de Szymanowsky, Bartok, Golijov, Stravinsky o el citado Prelude, Fugue and Riffs de Bernstein.
En cuanto a Betsy Jolas, para mi era sólo un nombre hasta que coincidimos en una cena. Pensé al conocerla: Esta mujer es sorprendente; estoy convencido de que su música también tiene que serlo. Pasó tiempo hasta que pude escuchar su música. Cuando le escribí para interpretarla estaba avergonzado ¡Ni siquiera estaba seguro si estaba viva! Pero pude programar su música para Berlín tras una amistosa lucha con Franz-Xavier Roth por determinar quién sería el primero en estrenar su Little Summer Suite. Es una persona asombrosa, que a sus noventa años es mucho más juvenil que muchos de nosotros juntos. Historia viva de la música que por ejemplo cantó en el coro del Requiem de Verdi con Toscanini.
Fue muy divertida la experiencia con la orquesta. Ésta se enamoró inmediatamente de la obra. Como los músicos piden siempre comentarios a los compositores, me llamó la atención el muy directo comentario de Jolas a una orquesta como la berlinesa: “¿Siempre encuentran tan complicado tocar en piano?”
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