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Crítica: Sara Águeda ofrece un recital de arpa en el Museo de Bellas Artes de Oviedo dentro del II Ciclo de Música Antigua 'Sonidos de la Historia'

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Autor: Javier Labrada
19 de marzo de 2015

A LAS ÓRDENES DE SARA ÁGUEDA

Por Javier Labrada
Oviedo.  19/03/2015. Museo Bellas Artes. Ciclo Sonidos de la Historia. Sara Águeda, arpa de dos órdenes. Obras de: Diego Fernández de Huete, Lucas Ruiz de Ribayaz, Agostinho da Cruz, Antonio de Cabezón, Alonso Mudarra, Juan Hidalgo y Bernardo de Zala.

   Continúa el ciclo  de música antigua "Sonidos de la Historia" en la capital asturiana. En esta ocasión respaldado por el peculiar y atrayente sonido que Sara Águeda consiguió extraer de su arpa de dos órdenes, un instrumento que sin duda se ve con demasiada poca frecuencia en las salas de conciertos actuales, hecho que no acabamos de entender ya que, a diferencia de otros instrumentos de música antigua, el arpa de dos órdenes cuenta con un repertorio escrito ciertamente extenso.

   En una época como el Renacimiento, donde continuamente tenían lugar profundos cambios culturales, generalmente opuestos a las tendencias medievales, se produjeron también numerosos cambios en el mundo de la música. Algunos, como su secularización, ya pudimos evidenciarlos en el pasado concierto de este ciclo, con el laúd de seis órdenes de Alfred Fernández; otros, como las modificaciones experimentadas por los propios instrumentos, fueron palpables este pasado jueves.

   Debemos tener en cuenta, por ejemplo, que en los siglos XV y XVI cada instrumento, en función de sus características, ocupaba un lugar concreto en la ya compleja sociedad renacentista. Así pues, las trompetas y demás instrumentos de viento metal solían reservarse para los acontecimientos militares o políticos, el órgano era de exclusivo uso eclesiástico y los demás instrumentos de viento madera o cuerda como el laúd o la flauta estaban relacionados con el ocio y el esparcimiento.

   En el caso del arpa dicha clasificación no resulta del todo acertada. Este instrumento, que había sido muy utilizado durante el medievo, parece caer en desuso dentro de la Europa renacentista. No obstante, aún quedaría un lugar en el viejo continente donde seguir escuchándolo: la Península Ibérica. Es entonces aquí donde se perfecciona y se dota de un nuevo orden de cuerdas cromáticas que, entremetidas con las diatónicas, dotan al instrumento de un carácter único. Sus atribuciones también serán únicas, dado que el instrumento deberá ir también alternándose entre la música sacra y la profana. Siendo extensamente utilizado en el campo de esta última como un miembro más de las representaciones teatrales que comenzaban a celebrarse en los corrales de comedias y en los ambientes palaciegos de los nobles más adinerados.

   Lo primero que llama la atención al escuchar un arpa de dos órdenes es su peculiar sonoridad, más metálica que la del arpa al que estamos acostumbrados, pero igualmente agradable y cautivadora. También sorprende su contenido tamaño y la naturaleza de sus cuerdas, fabricadas con tripa. Aunque lo mejor de la noche no fue ver el instrumento, sino escucharlo, y es que su sonido ayuda en parte a derribar la imaginaria barrera que parece haberse levantado entre la música barroca y la renacentista, dejando injustamente apartada a esta última a la que se excluye aplicando el nombre de antigua.

   Águeda es además una de esas personas que eleva el valor de la música que interpreta, consiguiendo con su actitud y su técnica despertar el interés del público. Abordando las obras con esa seguridad que solo se consigue cuando conoces a la perfección tu repertorio, parecía querer demostrar a los espectadores que la música renacentista, o antigua, puede estar tan llena de matices como cualquier obra romántica. Algo que se vuelve creíble al escuchar los pianísimos que nos iba dejando en algunas de las obras.

   Revindicando también esa naturaleza algo teatral del arpa de dos órdenes la interprete decidió arriesgarse con Yo soy la locura, Vuestros ojos tienen de amor (Anónimo) y La noche tenebrosa (Juan de Hidalgo), 3 obras en las que, pese a no haber estudiado canto, debía acompañar el sonido del arpa con su voz. El resultado fue positivo, y su instrumento, denso y bien templado demostró ser lo bastante correcto como para estar a la altura de las exigencias de la partitura.

   Resultó también muy interesante escuchar las explicaciones que ella misma iba dando al público como complemento al programa. Detalles sobre las obras interpretadas y sus autores que sin duda facilitan el acercamiento a este tipo de repertorio, quizás inusual incluso para los melómanos más experimentados.

   Muy interesante por tanto esta segunda entrega del Ciclo Sonidos de la Historia, del que aplaudimos su esfuerzo por traer a Oviedo obras e intérpretes que por desgracia nunca hemos visto sobre las tablas del Auditorio Príncipe Felipe.

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