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Crítica: Recital de Renée Fleming en el Teatro Real de Madrid

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Autor: Raúl Chamorro Mena
15 de abril de 2016

"AND NOW, YOU’VE CREATED A MONSTER"

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 14/IV/2016. Teatro Real. Ciclo “Las voces del Real”. Renée Fleming, soprano. Hartmut Höll, piano. Obras de Mozart, Händel, Schumann, Donaudy, Tosti, Boito, Leoncavallo, Massenet, Saint-Saens, Oscar Strauss, Gershwin, Puccini, Ponce, Castellano Gómez, Arlen y Richard Strauss.

   Como tercera propina del total de seis que ofreció, Renée Fleming tuvo el detalle de esforzarse en cantar en castellano. Interpretó "Estrellita" de Ponce y preguntó al público "¿Qué tal?". Éste repondió que “muy bien” y ella replicó “And now you’ve created a monster” y agarró un abanico para atacar ese magnífico pasodoble que es "La morena de mi copla". Momento, sin duda, hilarante, insólito y a recordar de este curioso recital ofrecido por la diva nortemaricana en el Teatro Real de Madrid.

   En su tercera comparecencia en el referido recinto madrileño, -las otras dos fueron recitales con orquesta-, la Fleming ofreció un extrañísimo y deslavazado programa (“pintoresco” lo califica Elisa Rapado en su artículo del programa de mano) con arias, lied, canzone, opereta… que junto a las seis propinas y los constantes comentarios de la diva intercalados entre las piezas, dieron un carácter festivo al evento.

   Harmut Höll acometió magníficamente -con un piano con la tapa cerrada- la introducción del genial  “Porgi amor” de la Condesa mozartiana, Fleming fría, con la voz descolocada, opaca y justísima de presencia sonora, tuvo problemas para acabar las largas frases de la pieza, interpretada, además, a un tempo particularmente lento. Las dos arias de Händel (“Bel piacere” de Agrippina y “V’adoro pupille” de Giulio Cesare) volvieron a certificar, una vez más, su poca afinidad con este repertorio y tampoco remontaron el vuelo, continuando los problemas con el legato, la emisión, los agudos abiertos y un esmalte que sonaba arañado y desgastado.

   A continuación, con el ciclo “Fraunliebe und-leben” (“Amor y vida de mujer”) de Robert Schumann, al menos, apareció el canto legato y escuchamos ya algo más reconocible, el timbre indudablemente bello y singular de la Fleming. Aunque faltó contraste en el fraseo, juego de dinámicas y diferenciación entre cada canción, la musicalidad intachable, así como la expresión femenina sumisa y devota de la mayoría de las piezas se adecúa bien a su temperamento, siempre más proclive a la expresión lánguida y melancólica. La soprano, micrófono en mano, expresó el contexto histórico de los poemas de Adelbert von Chamisso, cuando las mujeres pasaban de ser propiedad de sus padres a serlo de sus maridos.

   Al comienzo de la segunda parte, Fleming abordó tres “canzoni” italianas con las que enmarcó la tan magnífica como complicada aria de Margherita “L’altra notte in fondo al mare” del Mefistofele de Arrigo Boito. Dos canciones por delante: “O del mio amato ben”normalmente abordada por tenores y “Aprile” de Tosti, la primera cantada con mera corrección, muy desdibujada la segunda, culminada con un sobreagudo muy descontrolado. La “Mattinata” de Leoncavallo se encuadró despúes de la referida aria. Todas ellas con una pobre pronunciación del italiano y una articulación gutural y borrosa, escasamente idiomática.

   Sin embargo, en contra de lo que en principio cabría esperar, la Fleming completó una muy apreciable interpretación del aria del Mefistófele. Bien delineada, con unos buenos ascensos al agudo, esta vez sí, cubiertos y timbrados, una expresión sentida y entregada, además de sacar adelante los complicados pasajes de agilidad que encierra el fragmento.

   “I Love Massenet” proclamó la diva estadounidense. Y lo demostró en los dos fragmentos subsiguientes. La ópera Thaïs ha sido uno de sus caballos de batalla, logrando imponer en los teatros una obra poco habitual. En su primer concierto en el Real interpretó el aria más famosa, la del espejo, que ahora mismo ya le resultaría tirante de tesitura. Esta vez abordó “Cést Thaïs, l’idole fragile” que forma parte de un dúo con Nicias, una extrañeza más que añadir al programa. Una melodía bella, sensual y envolvente marca de la casa impecablemente traducida por Fleming, con la voz ya por fin colocada, más liberada. Eso sí, en su situación actual, más erosionada en centro y grave, ganando brillo arriba. Manon es otra de las grandes criaturas operisticas de ese fabuloso creador de papeles femeninos que fue Massenet (quizás el más destacado en ese apartado junto a Giacomo Puccini) y otro de los papeles en que más ha brillado Renée Fleming en su carrera. La soprano americana demostró en el “Adieu notre petite table” su gran afinidad con este compositor y el repertorio francés en general, logrando uno de los mejores momentos de la noche.

   Después de una desconocida pero atractiva canción de Saint Saens y un aria de la opereta “Les trois valses” de Oscar Strauss, llegó el festival de las propinas. Nada menos que seis con las que los idiomas presentes en el evento llegaron a la cifra de cinco. Efectivamente, un esplendido “Summertime” del Porgy and Bess selló otro de los grandes momentos de la noche y junto a la interpretación de “Over the rainbow” mostraron a la soprano en su salsa. El inevitable “Oh mio babbino caro” dio paso a la interpretación de “Estrellita” de Ponce en un castellano ininteligible. A continuación tuvo lugar la anécdota que se relata en el primer párrafo de esta recensión. Aunque la Fleming demostró un salero con el abanico propio de quien ha nacido en Pensylvania, es decir, ninguno, hay que alabar el detalle y esfuerzo de cantar en castellano y el estusiasmo con el que abordó el popular pasodoble “La morena de mi copla”. Después del ya referido “Over the rainbow”, una embriagadora intepretación de la sublime “Morgen” de Richard Strauss (no podía faltar uno de los compositores que mayor gloria ha dado a la diva) con un estupenda introducción pianística de Höll, quizás un tanto amanerada, pero muy efectiva, concluyó el recital. Un evento claramente encuadrable en el género de “exhibición de una diva-estrella de la lírica”, deshilvanado, extraño, discutible, festivo…, pero indudablemente entretenido. El público disfrutó y ovacionó generosamente a la diva.  

Fotografías: Javier del Real

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