En esta edición del centenario se han propuesto dos montajes de Aida. Una nueva producción a cargo de La fura dels baus, de la que ya se ha dado cuenta en Codalario, y la reevocación de la edición originaria de 1913 con dirección de escena del veterano casi nonagenario Gianfranco de Bosio. Bellísima y espectacular la escenografía, el movimiento de masas, los trajes y la coreografía de Susanna Egri, que apuntalan el carácter colosal y fastuoso asociado a Aida en el amplísimo escenario de la Arena de Verona.
A diferencia de lo que ocurre tantas veces, el espectador no tiene ninguna duda que está ante la ópera que se anuncia y que lo visto sobre el escenario es lo que corresponde a esos dos primeros actos, a los que no se puede hurtar esa espectacularidad y grandiosidad que hunde sus raíces en una bien consolidada tradición operística, a la cual se acercó Verdi en un momento de su trayectoria. Efectiva la dirección de escena y favorecedora la labor de los cantantes, que bastante tienen con unos papeles nada fáciles. La intimidad del acto tercero fue perfectamente evocada por una estupenda iluminación que junto a la genial música verdiana sugieren el discurrir del Nilo, la noche, el misterio... No hace falta nada más, plasmar, reforzar si se quiere, lo que ya está impecablemente descrito en la partitura. Igualmente estupendo el final con los dos planos, abajo los dos amantes que se inmolan por amor y arriba, Amneris rezando por su paz eterna. Todo ello con un decorado de una belleza insoslayable. El reparto también se encuadró en la mejor tradición. Voces potentes y bien timbradas que llenaron el gran recinto.
La soprano friuliana Fiorenza Cedolins es una especie de emblema de los últimos años en el festival, no en vano lleva 14 temporadas consecutivas sin faltar a su cita. En la mejor tradición del sopranismo italiano de raíces Tebaldianas, exibió timbre bello y esmaltado, italianitá, articulación genuina, reguladores (estupendo el que emitió en el gran concertante del acto segundo), sfumature y esa manera siempre hermosa, refinada y nobilísima de frasear. Además, esa forma de caminar por el escenario, siempre llena de fascino y distinción. Si bien en "Oh Patria mia" mostró alguna inseguridad, en el resto del acto tercero mostró canto de alta escuela con algunos filados logradísimos en el dúo con Radamés, así como en la sublime escena final de la ópera.
Marco Berti volvió a demostrar su liderazgo como tenor lírico-spinto italiano actual. Squillantísimo, robusto, pródigo en sonidos percutientes, pletóricos de metal y punta. Además, frente a su hasta ahora habitual monotonía como cantante y fraseador, parece querer explorar el fascinante mundo del contraste forte-piano, del claroscuro. Sin ir más lejos, smorzò el si bemol final de "Celeste Aida" conforme a lo escrito, aunque la nota no quedara todo lo lograda que cabría desear. Asimismo, en el gran dúo final delineó con un fraseo más variado y valiéndose del canto piano las maravillosas frases "Morir! sì pura e bella! morir per me d'amore, degli anni tuoi nel fiore, fuggir la vita!"