Canio, El Payaso, está interpretado por un Vladimir Galouzine que realiza una maravillosa interpretación del personaje. Es cierto que al oírle cantar se echan en falta algunas cosas, pero la franqueza escénica y lírica con que se desenvuelve este artista sobre el escenario, convierte su recreación de Canio en una auténtica delicia. Incluso su físico, algo rudo y destemplado, le ayuda a fundirse con el personaje de una manera casi ideal. Describir la fuerza musical y escénica que Galouzine y Del Monaco imprimen al personaje y la historia en los últimos diez minutos de la obra, resulta de verdad un esfuerzo inútil. Hay que verlo. "Coraggio", dice un Canio ebrio de amor y vino, encolerizado antes de salir a escena para vengar de la peor forma posible la traición sentimental de Nedda.
El personaje femenino está interpretado por la española Maria Bayo que, cuestiones puntuales al margen, participa a un gran nivel, cantando y actuando. El esfuerzo de la pareja protagonista debió de resultar ciertamente agotador, pero mereció la pena y la multitud de sinceros aplausos de un público entregado de verdad ante la visión del arte escrito con mayúsculas. Acompaña un reparto bien elegido, en el que destaca el excelente barítono español Ángel Ódena, pero también la conseguida caracterización del infame Tonio. La producción del Teatro Real era doble y, como viene siendo habitual, Pagliacci se hico acompañar de una Cavalleria rusticana que hace precisamente eso, acompañar bien.
Todo, absolutamente todo en este montaje escénico resulta excepcional y de tal fuerza expositiva que arrebata. Pocas veces he sentido la pasión de un drama musical tan puramente asentado sobre un escenario. A todo ello sin duda ayuda la inspirada música de Leoncavallo, que escribió una partitura magistral, llena de matices de emoción y sensibilidad, que tampoco vamos a descubrir a estas alturas.