Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Asturias no siempre ha sabido valorar y aprovechar a sus ciudadanos más valiosos. Al contrario, con frecuencia les ha dado la espalda. Ahí está el ejemplo de Gustavo Bueno, para vergüenza de la Fundación Princesa de Asturias, quien no tuvo a bien, seguramente por motivos ideológicos o por buenismo, pero del malo, galardonar a uno de los más importantes filósofos que ha dado la Historia. No se puede olvidar tampoco el maltrato de la anterior corporación municipal ovetense hacia la fundación que lleva su nombre, una de las más potentes entidades filosóficas del presente. Poco le importa, en cualquier caso, a la obra que ha dejado Bueno estos galardones, que son mucho menos importantes que su legado y Escuela. A Asturias le ha pasado un poco con Bueno lo que al Cervantes le sucedió en su día con Francisco Umbral, que le habían dado el Umbral al Cervantes y no al revés. El espíritu del Materialismo Filosófico, viene a cuento decirlo por su vertiente musical, sigue y seguirá vivo, en estos momentos a través de la Escuela de Filosofía de Oviedo y la labor de numerosos investigadores y su propio hijo, Gustavo Bueno Sánchez.
Sí, Oviedo sigue siendo, aunque con incómodos recortes, uno de los pocos lugares de verdadero interés musical de la región. Y de España. Ya no están los Premios Líricos Teatro Campoamor, ni por cierto se le esperan. Qué pena. A cambio nos han puesto unos insulsos y mal concebidos y gestionados Premios Ópera XXI en los que hasta el nombre es malo. Pero todavía existe y con cierta fuerza el Festival de Zarzuela y el de Ópera del Campoamor, así como el Festival Internacional de Piano Luis G. Iberni o el ciclo de grandes conciertos del auditorio. Oviedo también cuenta, no olvidemos que por obra y gracia de Gabino de Lorenzo, con una interesante orquesta sinfónica, la Oviedo Filarmonía, conjunto que ofrece, con un presupuesto demasiado ajustado, una interesante temporada de conciertos a lo largo del año. Al igual que le ha pasado a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, la Oviedo Filarmonía viene de un período no demasiado fértil, de la mano de un director musical, Marzio Conti, cuya labor no estuvo a la altura que se esperaba. Algo parecido le sucedió a la OSPA con el búlgaro Rossen Milanov, poco más que un brioso buen concertador. En la OSPA se siguen haciendo mal las cosas, pero a nadie parece importarle. El pasado concierto de temporada fue muy interesante, en manos de Kynan Johns. Este viernes dirigió un joven talento, Nuno Coelho, muy apoyado por agencias tan importantes como Ibermúsica o Askonas Holt, que sin embargo ofreció una muy discreta versión de la fascinante Sexta sinfonía de Bruckner. Nos pareció imprudente la elección para alguien tan joven, aunque tenga talento. Hubo muchas cosas mal resueltas y confusas en la versión, o expresadas de manera intrascendente. Pero el público y los músicos no pudieron aplaudir más al director que, también hay que decirlo, dirigió bien el difícil Concierto para violín de Ligeti. Hoy parece que se jalea todo por norma y cortesía. Fue fantástico el trabajo de la concertino invitada.
Y mientras la OSPA parece adormecida, sin acabar nunca de concretar el fichaje de su próximo concertino y director titular, preocupadísima además por inocular en la conciencia del aficionado un bable inventado, absurdo y sin sentido (así de irracional, por falta de lógica lingüística, se está volviendo Asturias), la Oviedo Filarmonía ha comenzado a brillar con enorme intensidad gracias al trabajo de su nuevo director titular, el español Lucas Macías, la principal razón de este artículo.
El sábado 10 de abril asistimos al concierto que la orquesta ofreció dentro de las Jornadas de Piano, con Dmytro Choni como solista invitado. Choni tocó brillantemente el dificilísimo Concierto nº 2 de Rajmáninov. Estamos ante un pianista portentoso técnicamente, aunque en su versión echemos en falta una mayor fantasía, presencia y un concepto sonoro más atento al devenir del concierto. Choni no es Prats ni De Solaun, dos de las más grandes referencias internacionales en este repertorio. Pero lo que más nos llamó la atención de la cita es la labor realizada por Lucas Macías, un director al que nunca habíamos visto trabajar en directo, y muy poca veces en grabación, habida cuenta de las escasas muestras que hay, por ejemplo, en Youtube. Porque tenemos que decir que Macías, y su trabajo orquestal, se convirtió en el principal protagonista de la velada, incluso acompañando al pianista, y no porque lo tapase la orquesta, sino por su extraordinaria labor de dirección. No salimos de nuestro asombro al observar a la Oviedo Filarmonía sonar como una de las más interesantes orquestas españolas. No todo fue perfecto en el concierto, ante un repertorio difícil, pero sí podemos asegurar que disfrutamos de cada segundo fascinados como pocas veces en el Auditorio de Oviedo. Hay en el trabajo Macías, además de una obvia deuda con su más importante mentor, cierta grandeza. Y si bien notamos a veces una contención en las formas, creemos que estamos ante un maestro de enorme talento que puede hacer historia en Oviedo. La Cuarta sinfonía de Brahms corroboró lo visto en la primera parte. Así que esperamos con verdadera ilusión el próximo concierto de este director, nada menos que el Réquiem alemán de Brahms, al frente de la Oviedo Filarmonía y el extraordinario coro El León de Oro.
Es un privilegio tener a Lucas Macías en Oviedo. Veremos si la ciudad y sus representantes saben estar a la altura o desperdician, una vez más, la oportunidad.
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