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Crítica: Mariella Devia se despide de 'Lucrezia Borgia' en La Coruña bajo la dirección de Andriy Yurkevych

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Autor: Raúl Chamorro Mena
26 de septiembre de 2017

MARIELLA DEVIA SE DESPIDE DE LUCREZIA BORGIA EN PLENA GLORIA

   Por Raúl Chamorro Mena
La Coruña, 23-IX-2017, Teatro Colón. Lucrezia Borgia (Gaetano Donizetti).  Mariella Devia (Lucrezia Borgia), Celso Albelo (Gennaro), Elena Belfiore (Maffio Orsini), Luiz-Ottavio Faria (Don Alfonso, Duque de Ferrara), Francisco Corujo (Rustighello), Axier Sánchez (Astolfo), Jeroboám Tejera (Gubetta), Enrique  Alberto Martínez (Liverotto), David Sánchez (Gazella), Ramón Farto (Vitellozzo), Pedro Martínez Tapia (Petrucci). Coro Gaos. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director musical: Andriy Yurkevych. Versión concierto.

   Efectivamente, la gran Mariella Devia se despidió de la Lucrezia Borgia de Donizetti en plena gloria vocal, en la gloria del 65 aniversario de Amigos de la ópera de La Coruña y también en la gloria de una programación lírica, en la que su director artístico César Wonenburger logra un milagroso “cada vez más por menos”, toda vez que los recortes presupuestarios no afectan a sus calidades. Las razones están claras, el presupuesto hay que invertirlo, fundamentalmente, en los cantantes, consiguiendo una fidelización de un  grupo de artistas de calidad, que agradecen el cariño con el que se los trata, lo que sumado a los muchos atractivos de la ciudad herculina, garantiza su disposición a volver año tras año.  

   Donna Mariella regresaba al Teatro Colón, donde se había presentado por primera vez en La Coruña en el año 1982 con una de sus grandes creaciones, Amina de La sonnambula de Bellini. Parece ser que estamos asistiendo a una paulatina despedida de los escenarios por parte de la gran soprano italiana, ya que, a pesar de su espléndido estado vocal, el ritmo de viajes, largos períodos de ensayos (y, además, con las producciones que se estilan hoy día) y necesidad de compartir más tiempo con la familia, terminan produciendo un lógico cansancio. Por tanto, esta interpretación concertística de la magnífica obra donizettiana tenía todos los ingredientes para calificarla de histórica, además de ser, probablemente, la última ópera que Donna Mariella cante en España, lugar en el que tantas veces ha destilado su arte. En 2018 tiene previstos dos conciertos en España (Valencia y Madrid) y tal y como afirmaba en una entrevista recientemente publicada, su despedida se producirá en Palermo en 2019. Si bien, encontrándose en un estado vocal tan pletórico, lo mismo podría cambiar de opinión, lo que agradeceríamos tanto los aficionados como el repertorio de bel canto romántico.

   No por ser cualidades bien conocidas, dejan de sorprender desde su primera intervención, la firmeza de la emisión, las impecables colocación y apoyo, el timbre sano, sin acritudes, ni asomo de oscilación de la veterana soprano después de casi 45 años de carrera. Resplandeciente la clase de su legato, la exquisita musicalidad, la morbidez, el control absoluto y el fiato tan generoso como bien dosificado, en ese fabuloso cantabile que es el aria “Com’è bello! Quale incanto”,  que presenta una estructura de cabaletta lenta con una segunda estrofa con variaciones a cargo del propio compositor. El personaje de Lucrezia tiene dos caras, la siniestra, la que corresponde a los asesinatos, envenenamientos, traiciones, incluso sombra de incesto, en definitiva, al historial de corrupción moral de ella misma (hija del papa Alejandro VI y hermana de Cesare Borgia) y su famosa familia renacentista de origen valenciano y, por otro lado, el amor profundo y devoto, purificador (y hasta redentor), que siente por su hijo abandonado y que desconoce la identidad de su madre. La Devia, de forma sabia y en perfecta sintonía con el propio Donizetti, pone el acento en esta última faceta, en el lado patético y melancólico de esta mujer angustiada por su pasado y atrapada por su destino. De esta manera, la soprano expresó adecuadamente esa ternura hacia su hijo, tanto en el recitativo previo al aria referida como en ese magnífico dúo del prólogo, insólito en el melodrama italiano, pleno de ambigüedad, toda vez que Gennaro no sabe que esa dama madura que le fascina es su madre. El propio Duque Alfonso, esposo de la protagonista, está convencido de que es su amante y trama la venganza. En el muy dramático final del prólogo, cuando la protagonista es desenmascarada y delatada como la Borgia ante Gennaro por sus amigos, todos los cuales tienen algún crimen que reclamarle, la Devia lo resuelve sin excesos y escanciando una espléndida nota en messa di voce mantenida varios compases, muestra de su inmensa técnica, así como control de la respiración y de todos los resortes de la producción del sonido. En el intenso dúo con su despiadado esposo en el acto subsiguiente, la Devia abordó esa secuencia de ira, disimulo, súplica y amenaza (“Oh! A te bada, a te stesso pon mente, Don Alfonso, mio cuarto marito”) con su innata sabiduría y sobriedad, sin forzar y dejando de lado, por supuesto, cualquier atisbo de exageración. En el último acto la venganza de la protagonista hacia los cinco amigos de Gennaro que la humillaron en Venecia al final del prólogo, se vuelve cruelmente contra ella, toda vez que su hijo ha permanecido en Ferrara acompañando a su fiel amigo Orsini. De nuevo, Lucrezia tiene delante a su hijo envenenado, pero esta vez se niega a tomar el antídoto y prefiere morir junto a Orsini y los demás, no en vano, el honor es más importante para él que su propia vida. De forma estéril su madre le ruega que se salve mediante el sublime cantabile “M’odi, Ah m’odi”, ejemplo de coloratura dramática con fines expresivos, en el que la Devia con esa difícil facilidad de las grandes, destiló una combinación de clase e intensidad a la altura de tan excelsa pieza. Cuando se programa Lucrezia Borgia, uno de los primeros interrogantes que nos asaltan es si la acabará el tenor o la soprano, dado las diversas versiones de la obra que existen, además de añadidos y arias alternativas. La presencia de la Mariella Devia nos aseguraba la interpretación de esa espectacular pieza de virtuosismo que es “Era desso il figlio mio” que Donizetti estuvo obligado a componer ante las exigencias de la diva del estreno milanés de 1833, Henriette Merit-Lalande. Una Devia entregadísima, con genio, queriendo dejar un recuerdo imborrable de su despedida del papel, completó una grandiosa interpretación de un fragmento en el que el genial compositor fue capaz de dotar a la endemoniada coloratura di forza  la expresión de la agitación y estado alucinatorio (más que de locura) de la protagonista. Un espléndido sobreagudo puso la guinda a una gloriosa despedida por parte de esta maestra del belcanto a un papel de tanta dificultad como Lucrezia Borgia.  

   Celso Albelo recibió al comienzo del evento de manos de su presidenta Natalia Lamas, la insignia de oro y brillantes de Amigos de la Opera de La Coruña en su condición de recién nombrado socio de honor de la entidad. Muy respetable y meritoria la interpretación del tenor canario del papel de Gennaro, joven puro y noble, además con sus dosis de inocencia e impulsividad. Visiblemente resfríado, mostró el buen gusto y naturalidad de su canto desde su bellísima romanza “Di pescatore ignobile” que introduce el dúo con Lucrezia en el prólogo. Cierto es que el sonido es modesto en la franja centro-grave, pero gana timbre en la zona alta donde Albelo conserva esa facilidad de siempre. Las sendas krausistas alumbran siempre sus modos e inflexiones y no hay mejor espejo para este repertorio y este papel. En esta ocasión pudimos escuchar la mejor solución para el público cuando se cuenta con intérpretes de calidad, que se interpreten tanto el final del tenor como el de la soprano, con lo que Albelo pudo delinear con sensibilidad y sentido de la línea el sublime “Madre, se ognor lontano” compuesto por Donizetti para “il tenor della bella morte”, Napoleone Moriani, en su revisión de la obra de 1840. A destacar también las fabulosas frases de Gennaro en esa joya de la partitura que es el terceto “Guai se ti sfugge un moto” en que la voz del tenor surge celestial, como irreal, y que fueron bien traducidas por el tenor canario, buen conocedor del estilo belcantista. Asimismo, Albelo interpretó el aria compuesta por Donizetti para el tenor protegido de Rossini, Nicola Ivanoff, “T’amo qual s’ama un angelo”, descubierta por Richard Bonynge a mediados de los setenta y que Alfredo Kraus siempre imponía en sus interpretaciones en directo. Tuvo mérito la intepretación de Albelo con una segunda estrofa en que la intención de contrastar, de emitirla a media voz debe prevalecer ante el hecho que más bien fue falsete lo que realmente se escuchó y como dijo en su día el mítico tenor Alessandro Bonci “La media voz es seda y el falsete, algodón”. A pesar de no estar en el mejor estado vocal debido a la afección señalada, el tenor tinerfeño tuvo arrestos para acabar la pieza encaramándose al sobreagudo en la fermata y La natural conclusivo que desencadenó una gran ovación del público.

   El brasileño Luiz-Ottavio Faria lució sonido denso y poderoso, de verdadero bajo, con apreciable anchura y rotundidad, especialmente en la zona centro-grave -emitió un par de notas abisales de gran efecto en sala- y aunque sus modos canoros son un tanto descuidados, más bien rudos, especialmente para un repertorio como este, expresó bien la brutalidad del personaje. Más discreta Elena Belfiore en el papel de Maffio Orsini escrito para contralto in travesti. Comenzó muy floja y dubitativa con un sonido poco firme y muy pobre, además de desguarnecido en el grave, para ir remontando hasta un brindis correctamente cantado, pero con un fraseo un tanto plano. Entre las abundante galería de secundarios que exije esta ópera destacaron la finura de Francisco Corujo en Rustighello y la recia sonoridad de Jeroboám Tejera como Gubetta.

   El ucraniano Andriy Yurkevich es un buen conocedor de este repertorio (ha colaborado en diversas ocasiones tanto con Mariella Devia como con Edita Gruberova) y lo demostró con una dirección si no refinada y elegante, indiscutiblemente briosa, con buen pulso y adecuado acompañamiento al canto. La Sinfónica de Galicia estuvo al nivel que cabe esperar de su acreditada trayectoria y el coro Gaos se mostró cumplidor en su cometido. Éxito rotundo, con ovaciones especialmente centradas en Albelo y, sobre todo, la maestra Mariella Devia cuya salutación final fue acompañada de una lluvia de pétalos de rosa que enmarcó la eclosión de vítores y aclamaciones.  

Foto: Miguel Ángel Fernández/Programación Lírica de La Coruña

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