"Una propuesta escénica entre modesta y pobre, un reparto desigual y una dirección desde luego no especialmente mozartiana"
José Amador Morales
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 18-II-2017. Wolfgang Amadeus Mozart: La flauta mágica. Erika Escribá-Astaburuaga (Pamina), Roger Padullés (Tamino), Sara Blanch (Reina de la Noche), Peter Kellner (Papageno), Mikeldi Atxalandabaso (Monostatos), Estefanía Perdomo (Papagena) David Lagares (Sacerdote, Primer orador, Segundo caballero), Beñat Egiarte (Segundo sacerdote, Primer caballero). Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Pedro Halffter, dirección musical. Roberto Andò, dirección escénica. Producción del Teatro Regio di Torino.
La última propuesta lírica del Teatro de la Maestranza de Sevilla nos ha deparado el retorno, quince años después, de un título tan popular como La flauta mágica de Mozart. En esta ocasión no ha habido sorpresas pues se pudo contemplar, con matices, aquello que era fácilmente previsible sobre el papel habida cuenta de los antecedentes. Es decir, una propuesta escénica entre modesta y pobre, un reparto desigual y una dirección desde luego no especialmente mozartiana.
La producción del Teatro Reggio de Turín en su simplicidad permite seguir la trama en sus aspectos más esenciales, sin profundizar ni ahondar en ninguno en concreto. Tan sencilla que hasta en cuatro o cinco escenas el escenario se iba a negro sin ningún elemento visible salvo el personaje correspondiente. Una suerte de "minimalismo low cost" al que desgraciadamente estamos empezando a acostumbrarnos. Más discutible aún resultaba el abuso de la utilización del patio de butacas debido a la inevitable descompensación acústica y al olvido del resto de espectadores que, al estar ubicados en otras zonas de la sala, tuvieron dificultades para seguir esos momentos. Y, finalmente, incomprensible la aparición de la Reina de la Noche y Monostatos en el lieto fine.
Ya en la obertura Pedro Halffter mostraba las cartas de lo que iba a ser su Mozart en base a una dirección carente de la intensidad, brillo y humor que asociamos al genio de Salzburgo. En aras de una malentendida fluidez, su batuta imprimió unos tempi contradictorios, pasando de largo por escenas de enjundia musical como la de los oradores, ingratamente metronómica, o un dúo de Papageno y Papagena tan precipitado que dejó sin resuello a los protagonistas. No encontramos tampoco la calidad sonora que otras veces, al menos de partida, ha propuesto el madrileño, ofreciendo aquí un sonido orquestal embotado y mate a lo largo de toda la representación. Durante la función que comentamos (la última de esta producción, por cierto) hubo serios desajustes entre foso y escenario que llevaron al borde del precipicio, por ejemplo, el aria de Sarastro o el dúo Pamina-Papageno.
El reparto estuvo encabezado por la interesante Pamina de Erika Escribá-Astaburuaga que, a pesar de una voz que inicialmente más ligera de lo acostumbrado, convenció progresivamente en virtud de un hermoso timbre y un fraseo de buen gusto. Tal vez lo contrario sucedió con el Papageno de Peter Kellner, tan brusco en su línea de canto como contundente vocal y teatralmente. Como no podía ser de otra forma, triunfó la Reina de la Noche de Sara Blanch, segura y eficaz aunque de coloratura algo mecánica. Por su parte, Roger Padulleś fue un Tamino en el que la buena intención no compensó una voz en exceso pequeña y estrangulada en el registro agudo, al igual que el estentóreo y apenas señorial Sarastro de Javier Borda: ambos tan planos en lo vocal como en lo escénico. El resto del reparto basculó entre el convincente Monostatos de Mikeldi Atxalandabaso, los acertados sacerdotes y caballeros de David Lagares y Beñat Egiarte, y las poco refinadas finas damas y Papagena. Y, cómo no, una mención especial merece la deliciosa actuación de los tres muchachos de la Escolanía de Los Palacios, que vuelve a entusiasmar en otra memorable aparición en el Teatro de la Maestranza.
A pesar de los lunares comentados, el público disfrutó de lo lindo con la maravillosa música de Mozart y su inmensa capacidad para imponerse por encima de todo y todos…
Foto: Cortesía Teatro de la Maestranza
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