Por Alejandro Martínez
AURA. Judith Jáuregui, piano. BerliMusic. Obras de Liszt, Debussy y Mompou
Seguramente no sea Judit Jáuregui una pianista virtuosa, en el sentido de que no muestra un derroche técnico apabullante, casi mecánico, como ese del que hacen gala ciertos pianistas orientales, uno tras otro, todos idénticos e indistinguibles, como producidos en serie. En el caso de la joven pianista donostiarra, contando por supuesto con todos los papeles en regla en ese citado apartado técnico, prima más bien una vocación expresiva llena de franqueza y autenticidad. Comunicación y sensibilidad se revelan así como sus principales virtudes, dando por supuesto, insistimos, su solvencia técnica, pues de otro modo no cabría abordar un repertorio como el que presenta en este nuevo disco, con obras de Liszt, Debussy y Mompou. Estamos ante un disco íntimo, que trasluce una búsqueda de concentración y quietud; hay en el disco una nostalgia reconfortante, que apacigua.
Es recurrente ya en nuestras retinas esa imagen de una sala de conciertos presidida únicamente por la figura recortada de un gran piano negro y brillante, a decir verdad un tanto frío y amenazador. En contraste con eso, este disco de Judith Jáuregui dibuja más bien un piano de colores, un punto otoñal, sereno, amable y aterciopelado. La pianista donostiarra nos propone así un paseo de trazo impresionista, tras un primer disco consagrado más bien al repertorio romántico, con Schumann, y tras un emotivo homenaje a Alicia de Larrocha.
Comienza este viaje con dos piezas de Listz, las Six Consolations (Pensées Poétiques) y Les Jeux d´eaux á La Villa d´Este. El piano de Jáuregui suena aquí francamente evocador, vaporoso y ligero, como en un ensoñamiento sin fin, invitando ya a cerrar los ojos y sumergirse en una música cargada de imágenes. Su Debussy, con Estampes y L´isle Joyeuse, encuentra un sonido canónico, el de un impresionismo comme il faut. Las Estampas son ciertamente una joya no tan interpretada como debiera y se advierte aquí un trabajo meditado y firme por parte de la pianista. Con Mompou se encuentra Jáuregui como en su espacio natural, en una intimidad que sin embargo nos abre y nos comunica. Hay por su parte una afinidad transparente con la obra del compositor catalán, fruto sobre todo de la fe y entrega con que la pianista encara estas partituras. De Mompou interpreta aquí Jáuregui las Impresiones íntimas y las Scènes d´enfants. El repertorio escogido en este disco posee una evidente coherencia y el resultado final es un plácido periplo, evocador y cargado de serenidad y poesía.
Conviene subrayar una vez más la valentía de la intérprete a la hora de llevar las riendas de su propia discográfica, BerliMusic, para editar sin ataduras sus trabajos. Este es su segundo disco autoeditado y el resultado es de una calidad ciertamente intachable. Una edición mimada en su estética, con una presentación cálida, rematada por un reportaje fotográfico que irradia no en vano la misma serenidad que escuchamos después en la grabación propiamente dicha.El disco cuenta con la colaboración en la producción de Christopher Alder. Tan sólo adolece el disco de algunas imperfecciones en lo que se refiere a la toma de sonido, quizá demasiado cercana, con algunos ecos aquí y allá, y algunos sonidos que no respiran todo lo que debieran.
Si nos ponemos exquisitos, al trabajo podrá faltarle madurez en algún punto, mirado con lupa, pero lo cierto es que en conjunto seduce por su verdad, por su entrega, de una poesía nada rebuscada y franca. Es el de Jáuregui así un piano próximo, cordial, hecho de franqueza. Un disco el suyo pues cargado de verdad, que seguramente no complacerá a todos los oídos, pero al que no cabe reprochar falta de autenticidad. Lo que menos abunda a veces en el mundo de la música es la personalidad, singular y genuina, y precisamente eso es lo que trae consigo Judith Jáuregui en cada uno de sus trabajos, que se antojan como pequeñas confesiones al oído del oyente, que es así casi más bien un confidente. Sus discos son proyectos personales, sin un perfil comercial aparente, lejos pues del eco mediático que a menudo no busca otra cosa que la caduca inmediatez. Sólo cabe, en fin, dar la bienvenida a este nuevo trabajo de Judith Jáuregui que se sostiene sobre todo en la franqueza de su intérprete.
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