La Voz de Asturias (Domingo, 10/10/10)
UN "TROVATORE" DEFLO-JO, FLOJÍSIMO
La producción ideada por Gilbert Deflo para "Il trovatore" de Verdi se esperaba en Oviedo entre crónicas de un fracaso anunciado. Y como si no se pudiera huir del destino, el segundo título de la temporada resultó mediocre y profundamente aburrido. Aunque muchos pudieran pensar lo contrario, lo peor no fue la puesta en escena, siendo verdaderamente mala, sino la versión musical de Julian Reynolds, director totalmente inconsciente del estilo verdiano, que propuso una lectura ingenua, superficial, falta de carácter, desinteresada y, además, inestable, en el ritmo y la concertación con los cantantes.La versión musical fue lamentable, e hizo difícil vivir la función con tranquilidad, observando atónitos cómo la poderosa expresividad de Verdi se transformaba en pura melifluosidad sentimental, un tanto amorfa y fuera de lugar. La Oviedo Filarmonía parecía descontrolada, ofreciendo unos fortísimos desagradables que estaban sin ordenar. Otro defecto fue el estilo. La tersa línea de la cuerda verdiana fue interpretada como una especie de idea sonora flácida y excesivamente matizada, como si el director pensase en el bicentenario de Chopin y no en tragedia de Verdi.
La puesta en escena también resultó decepcionante. El escenario se desnudó tanto que quedó en evidencia, sin un solo elemento de "atrezzo". Deflo incluyó un puñado de telas de fondo, parece que de muy buenas calidades, estupendas para hacerse un abrigo, pero que en la obra sólo aportaron la imagen de la luna. No hubo ni un momento bello.Ante los discretos resultados musicales, el público no pudo encontrar en el escenario ningún tipo de entretenimiento. Por el contrario, todo resultó vulgar y un tanto pretencioso, como quien se empeña en hacer comulgar a los demás con ruedas de molino, porque sí. El movimiento escénico resultó monótono y descuidado, el vestuario, feo y algo excéntrico. La luz, gruesa y poco eficaz, hasta el punto de convertir en rubio, en el primer acto, el pelo blanco de Azucena. Nada menos que una gitana rubia y de blanca piel. ¿De verdad tantos ensayos no daban ni para conseguir que los soldados desfilasen todos a la vez, unificando el movimiento de sus brazos? ¿No hubiera sido más inteligente restar ensayos escénicos y aumentar los musicales? Mejor todavía ¿No hubiera convenido más contratar a un mejor director musical? El reparto fue bastante aplaudido por un público que, seguramente, quiso compensar las carencias escénicas premiando un trabajo más voluntarioso que notable.
Del reparto sólo destacó el Coro de la Ópera, que realizó un gran trabajo que sobresalió. Puede que se echaran en falta más voces pero, desde luego, no más voz. Los demás se limitaron a solucionar, como pudieron dadas sus cualidades, un repertorio bastante difícil. Hui He es una soprano que posee un "vibrato" que más parece un gorgorito constante poco agradable. Con esta imagen sonora, Leonora no pudo destacar por sus dulces cualidades canoras. Además, la artista china posee unos agudos que no están a la altura y nunca mejor dicho, sino que siempre se ofrecen bajos, con el desasosiego que ello conlleva para el espectador cualificado. Pero ahí no queda todo, porque después está su inseguridad cantando, que genera un "rubato" incómodo. Entre lo bueno está su generosidad dramática. Fue muy aplaudida por el público, quizás por este último aspecto.
A Elisabetta Fiorillo -Azucena- le sucedió algo parecido. La mezzo parece haber perdido cualquier tipo de sucesión de continuidad entre registros e iba, de su bastante incómodo registro agudo, fino y punzante, a un grotesco registro grave, bastante crispado. No obstante, hay que agradecer a la mezzo su entrega con el papel, que resultó agradable. Dalibor Jenis mostró una acusada tendencia engolar con la "e" y con sus medias voces. Fue un Conde de Luna bastante frío en escena, pero llevó adelante el papel con garantías.Walter Fraccaro -Manrico- fue un tenor correcto, de voz siempre presente y buenos recursos técnicos que, si no logró hacer brillar "Di quella pira" ni a su personaje, sí garantizó que no se perdiera por el camino. Stefano Palatchi defendió bien el papel de Ferrando, algo falto de graves y agudos. Marifé Nogales y Albert Deprius estuvieron discretos.
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