Una entrevista de Inés Tartiere | @InesLFTartiere / Fotos: Fernando Frade/Codalario
En pleno lanzamiento de su nuevo CD Vinceró! en Madrid, y de su debut en la ópera de Bilbao con Andrea Chénier, hemos podido hablar con el gran tenor norteamericano Gregory Kunde. Nos confiesa sentirse bendecido por esta oportunidad que le ha brindado su carrera, de poder afrontar los roles con los que siempre ha soñado. Su trayectoria es admirada por todos, así como su cercanía y su innato sentido del humor, que hace que te llegues a olvidar que te encuentras ante un verdadero fenómeno de la lírica mundial. Consciente de que su carrera tiene fecha de caducidad, disfruta al máximo cada día, y le ilusiona seguir incorporando nuevos roles a su ya abultado repertorio, y ateniéndonos a su fortaleza y a sus ganas, aún intactas, podemos augurar que será por muchos años más. Por suerte, siempre tiene sitio en su agenda para los teatros españoles, en los que vamos a poder seguir disfrutando de su voz durante la próxima temporada.
¿Cómo ha sido la experiencia de grabar este nuevo CD, Vinceró, con la Orquesta Sinfónica de Navarra y el maestro Ramón Tebar, en el Auditorio Baluarte de Pamplona?
Un sueño hecho realidad. Después de cuarenta años de carrera, poder grabarlo es tan bonito... Tengo otro CD de hace ya quince años sólo de Rossini, que representa la primera parte de mi carrera. Vincero! Forma parte de esta segunda carrera: los grandes hits con los que llevo soñando tantos, tantos años, que siempre he querido cantar y que sinceramente nunca pensé que pudiera llegar a hacerlo. Por fin lo he conseguido, hoy en día son una realidad. Trovatore, Tosca, Aida, Chènier, Turandot, Otello… Tanta gente me decía: puedes soñarlo pero ni lo intentes, realmente con mucha lógica, y sin embargo he tenido la suerte de lograrlo, y me pareció una buena idea cuando me lo propusieron dejarlo grabado en este disco, con la excelente Orquesta Sinfónica de Navarra, y con el gran director Ramón Tebar. Ha sido una una experiencia maravillosa.
Sus colaboraciones con el maestro español Ramón Tebar son cada vez más frecuentes. Creo que tienen una gran relación también de amistad.
Somos como hermanos. Acabamos de hacer un concierto en la Ópera de Naples, en Estados Unidos, la semana pasada y él me acompañó al piano. Ramón no suele tocar mucho el piano, porque está dirigiendo prácticamente todo el tiempo. Pero yo siempre le pido que por favor lo toque para mí, porque es realmente fantástico. La primera vez que coincidimos fue en La Coruña, en un concierto que hicimos junto con el gran barítono español Juan Jesús Rodríguez, y me pareció espectacular. Desde entonces siempre que podemos intentamos colaborar juntos. Haber podido grabar este CD con él ha sido realmente increíble.
¿Sería capaz de decirnos cuantos papeles ha cantado en su carrera?
No (risas). Al menos setenta y cinco, es muy probable que más. A partir de ahora voy a hacer una lista para no olvidarme, porque es imposible recordarlos todos.
Parece no tener límites, mirar su agenda desde hace años es impactante. ¿Cuál es su secreto?
No lo hay, ojalá lo hubiese, ¡lo contaría!. Pero si tuviera que explicarlo es cuidando la voz siempre, con todo lo que hagas, no sólo cuando estás cantando, nunca forzarla. Especialmente en la carrera de un cantante, es muy importante tener paciencia, no correr demasiado. Cuando fui consciente de que mi época belcantista estaba llegando a su fin, me paré y pensé detenidamente, esto puede ser el final de mi carrera, pero también podía intentar que fuera el comienzo de otra apasionante, con Verdi, Puccini… y ¿por qué no? mi voz estaba preparada para este repertorio más pesado, decidí intentarlo, y aquí seguimos.
Acaba de estrenar Andrea Chènier en Roma, y ahora vuelve con el papel a Bilbao, con un gran elenco como Anna Pirozzi, Ambrogio Maestri, el maestro Stefano Ranzani ... ¿Se siente cómodo en este nuevo papel que acaba de incorporar?
Maravilloso elenco. Me encuentro mucho más cómodo en esta producción que en la de Roma, la razón es principalmente porque allí solo teníamos un día de descanso entre las funciones. Los cantantes en el fondo somos muy frágiles. En Bilbao tenemos dos días, que siempre creo que es lo perfecto, un día para recuperar y el otro para descansar y empezar a pensar en la función del día siguiente. Un día para un papel exigente como Chènier es muy muy duro. Hicimos seis representaciones en nueve días, y debutaba el papel. Es un rol muy bonito pero muy exigente, canto mucho: cuatro arias, dos duetos… En ambas producciones hacemos los dos primeros actos juntos, una pausa y a continuación los dos últimos actos. Tengo tiempo para descansar antes de empezar a cantar en el tercer acto, pero luego desde "Sì fui soldato!" va todo seguido, "Come un bel dì di Maggio" y el maravilloso dueto final “Vicino a te”. Es una gran ópera, siempre he querido debutarla.
He visto su esperado debut en la Royal Opera House de Londres, con Manrico de Il trovatore la temporada pasada con Anna Pirozzi, y no sorprende que colaboren tanto juntos, como Roberto Devereux en Bilbao, Norma también en Bilbao la próxima temporada… ya que sus voces realmente se complementan muy bien.
Sí, es totalmente cierto, nuestras voces se complementan muy bien. Cuando estaba cantando Un ballo in maschera, ella estaba empezando y formaba parte del segundo reparto, hace ya siete años, y le escuché por primera vez y pensé ¡Dios mio qué voz! Después hicimos un concierto juntos en Parma de tutto Verdi. Ella cantaba Abigaille de Nabucco, Violeta de Traviata, Leonora de Trovatore, todo con la misma naturalidad. Mientras cantaba el aria "Sempre libera" de La traviata, yo era su Alfredo y estaba detrás del escenario y recuerdo quedarme totalmente impactado. Es realmente fantástica. Estoy encantado de poder compartir escenario con ella en tantas ocasiones.
¿Cómo ha mantenido su voz saludable a lo largo de su carrera?
No cantando demasiado, no hacer más de lo que la voz te permite. Siempre le digo lo mismo a los estudiantes. Tu sabes cuando es demasiado y cuando es perjudicial para ti. Es como si fueras un atleta, si corres corres y no te responden las piernas sabes que ha sido demasiado, tienes que parar. En este mundo todos quieren correr demasiado, es un hecho y muchos de los jóvenes no están preparados para cantar este tipo de repertorio de spinto o dramático. La voz no siempre esta preparada, puedes cantarlo, pero hay que mantener la voz, ese es el truco. Maestros como Bergonzi, Kraus, Domingo, Pavarotti, Nucci, Bruson, fueron cantantes que el apogeo de su carrera les llegó a los cuarenta o cincuenta años. La primera vez que escuché en un teatro a Alfredo Kraus, él tenía 53 años y cantaba Werther. Estaba en plena cumbre de su carrera, su voz era perfecta, con la madurez necesaria, la mejor época de su vida como cantante.
¿Qué ha significado Alfredo Kraus para usted?
Alfredo ha sido mi mentor, lo ha sido todo para mí. Su técnica era tan especial. Me lo enseñó todo, cómo la voz realmente trabaja, que ha sido siempre importantísimo para mi, dónde está el foco de la voz, la forma en la que se expande en mi. Muchas veces me han dicho: me has recordado a Alfredo Kraus en algún sonido, pero no es en el sonido es en el estilo de canto. Incidía mucho en el sonido nasal y cuando era joven lo más importante fue aprender a colocar la voz aquí donde el piano forte. Fue increíble para mi poder aprender de alguien como él y contar siempre con sus consejos. Cuando eres jóven, alguien te tiene que explicar todas estas cosas, y yo tuve la inmensa suerte de que fuera el gran Alfredo Kraus. Compartíamos mucha parte del repertorio, ópera francesa, Bellini, Donizetti, aunque él no cantaba Rossini. Esto es algo que he descubierto con el tiempo, que no era tiempo de Rossini. La “Rossini renaissance” fue una generación anterior a la mía, con Rockwell Blake, Chris Merritt, que fueron los que me inspiraron y me hicieron descubrirlo. Alfredo ha sido una de mis mejores experiencias en todo, no solo en el escenario, también fuera del mismo, no sólo era un gran cantante, era mejor persona. Pertenecía a una generación realmente fantástica, también Mirella Freni, Ghiaurov, que siempre estaban disponibles para ayudar a los demás en cualquier momento y para cualquier cosa. Eran artistas de verdad. Siempre les he estado tan agradecido que he intentado seguir su legado y ayudar siempre que he podido a las nuevas generaciones, se lo debo a ellos.
¿Si tuviera que destacar algún momento de su carrera?
Por supuesto ha habido muchísimos, pero recuerdo uno siempre con cariño. Fué mi debut en Pésaro en 1992 con Semiramide de Rossini, era mi primer rol de Rossini importante y con el maestro Alberto Zedda. Era consciene de que nadie que estuviera allí me había escuchado antes. Después del estreno, al día siguiente iba caminando por la calle con mi mujer -Pésaro es muy pequeño-, y me gritaban por la calle ¡maestro, maestro! por supuesto yo ni me daba la vuelta, nunca pensé que pudieran estar refiriéndose a mi, y seguían, ¡maestro Kunde! Le escuché anoche, es usted un maestro de Rossini (risas). Ahí te das cuenta de lo que significa realmente la fama, con una sola representación pasé de no ser nadie a convertirme, de repente, en un supuesto experto en Rossini (risas) También recordaré siempre mi Guillermo Tell en La Coruña en el año 2010 con el maestro Alberto Zedda. Nunca olvidaré una de esas funciones. El concierto fue increíble, tuve una conexión con Zedda como nunca había sentido antes con nadie. Fue un momento único y muy especial. Era como un padre para mí, el mejor director de Rossini, en mi repertorio que he cantado durante veinte años. Y por último, cómo no, mi debut de Otello en el teatro La Fenice de Venecia en el año 2012.
Cantar Otello es un sueño que todo tenor desea cumplir. ¿Qué tiene este papel?
Todos los tenores soñamos con cantar Otello. Es el personaje con mayúsculas. Se juntan la música más increíble con la actuación mas fantástica en un mismo rol. Es un grandísimo papel.
¿Cómo puede controlar sus emociones cantando un rol como este?
Es una gran pregunta, porque es tan difícil... Hay que autoconvencerse de que eres un hombre malo, pero sólo mientras lo interpretas, claro (risas). A veces hay que disfrutar siendo el malo de la historia. En el belcanto estás acostumbrado a perder a tu adorada mujer, a llorar su pérdida, y de repente, aquí tú eres el malo. Te conviertes en el asesino, es muy dramático.
Imagínese que cuando estaba cantando Rossini le hubiesen dicho que llegaría a cantar el Otello verdiano, ¿se lo hubiese creído?
Imposible, nunca me lo hubiese creído. En una función en 1987 en Montreal, estaba cantando una producción de Otello, yo era Cassio, y le miraba al protagonista emocionado, y soñaba, pensaba, ojalá algún día pudiera hacer yo eso. Se lo comenté al director y apenado me comentó: mi querido chico, puedes cantar Cassio de milagro (risas)deja de soñar! Cómo podría llegar a imaginarlo, ni Otello ni ningún otro de los papeles que ahora me acompañan, ha sido una bendición.
Y ahora se la convertido en el único tenor de la historia que ha cantado los dos Otellos (Rossini y Verdi) en una misma temporada, y sólo dos en la historia han cantado ambos a lo largo de su carrera.
Soy el único loco que se ha prestado a ello (risas). Fue un reto, y acepté. Merecía la pena intentarlo. Canté primero el Otello de Rossini en La Scala y tres semanas después el Otello de Verdi en Peralada. Si querían que los hiciese en la misma temporada, tenía que ser primero el de Rossini y luego el de Verdi, al revés hubiese sido imposible.
Realmente el cambio de su voz ha sido espectacular, más que dos etapas diferentes prácticamente son dos tenores diferentes, pero con la misma esencia.
Sí, es increíble. Todo empezó en el año 2009, yo estaba cantando en Manchester La damnation de Faust de Berlioz, con el maestro Gianandrea Noseda, y en un ensayo me preguntó directamente: ¿quieres cantar Vespri sicilianni conmigo en Torino? Yo sorprendido le dije que no sabía, que si él realmente creía que podría llegar a cantarlo, y él me dijo que sin ninguna duda. Lo pensé bien y me dije a mi mismo, ¿por qué no? Si sale bien estupendo, y si sale mal no lo volveré a cantar y ya está. Realmente creo que he hecho una buena carrera, no tengo nada que perder, y ahí empezó todo.
Aunque no tenga nada que perder, o ya nada que demostrar, el público siempre espera de usted un nivel muy alto. ¿Esto le hace ser muy exigente?
Siempre doy lo mejor de mí mismo, cada noche, cada función, pero intento no ser muy exigente porque puede no llegar a ser bueno. Digamos que no me machaco, las cosas no siempre salen como queremos y no lo podemos controlar.
Premio al mejor cantante masculino en lnternational Opera Awards en el 2016, dos veces ganador al mejor cantante en los Premios Líricos teatro Campoamor. Más de setenta y cinco roles en su haber. ¿Le queda algo por conseguir?
Es una pena que hayan suprimido los Premios Líricos Teatro Campoamor, espero de verdad que se vuelvan a programar. Me quedan muchas cosas por conseguir todavía. Principalmente, roles que quiero seguir debutando. Por suerte cada vez menos, por ejemplo cantar Calaf de Turandot, siempre ha sido otro de mis sueños y lo cumpliré este verano con el maestro Mehta en Israel. Peter Grimes, que aunque ya lo debuté con el maestro Pappano en Santa Cecilia en concierto, deseo hacerlo en escena. Chènier era otra de mis ilusiones y este mes lo estoy cumpliendo.
¿Cavaradossi?
No sabe cuánto tiempo llevo queriendo cantar Tosca. Estamos intentando buscar un hueco en la agenda, que está imposible de aquí a dentro de tres años. Aunque cante tanto siempre es menos de lo que me gustaría(risas). Soy muy afortunado.
Creo que después de su ya comentado debut en la Royal Opera House en Londres ya no le queda ningún teatro importante en el que debutar.
Pensándolo bien, también creo que no. Londres era el último que me quedaba, después de La Scala, Viena, París, el Met, Madrid, Barcelona, me hacía especial ilusión debutar allí por primera vez con mi nuevo repertorio, y volveré ahora en junio con Otello. Aunque siempre me quedará la espinita de no cantar más en Estados Unidos, mi país. Tengo planes para Los Angeles y San Francisco. Chicago fue el teatro que me vio crecer, pero ahora mi carrera está prácticamente en Europa.
Muchas veces ser profeta en tu tierra es lo mas difícil, aunque en su caso creo que es porque le han encasillado con el repertorio rossiniano.
Exactamente la última vez que canté en Estados Unidos, una producción de ópera, porque conciertos si he vuelto, fue en el Met con I puritani de Bellini con Anna Netrebko en el año 2006, hace ya once años. Es posible que me sigan viendo como un tenor maduro que canta Rossini, y que ha cambiado de repertorio a los sesenta años y probablemente no les interese. Aunque yo sigo teniendo la esperanza de volver allí con mi repertorio actual.
Es curioso porque no sobran precisamente tenores spinto o dramáticos allí ahora mismo.
Sí hay grandes colegas allí muy buenos, pero no tantos con este repertorio. Pero esto no está en mi mano. Si tiene que llegar llegará, sino tampoco me obsesiono con ello.
Por otro lado, siendo egoístas estamos encantados de que pueda cantar con más asiduidad en España.
(Risas) España es mi segunda casa, estoy encantado de estar aquí y de volver siempre. Porque todos los teatros son realmente estupendos, se trabaja muy bien y porque adoro este país y se nota, cada vez está más presente en mi agenda. Ahora estoy en pleno Chénier en Bilbao, y el año que viene haré Polliuto y Manon Lescaut en Barcelona, Aida en Madrid en marzo, y volveré a Bilbao con Norma en mayo.
¿Qué es el éxito?
Con los años te das cuenta de que ser popular o conocido no es para nada lo más importante. Siempre intento ser buen compañero, en cada producción. Nunca hablo mal de nadie, todos tenemos días mejores y peores y lo mejor para que una producción salga bien, es el buen ambiente entre todos. Ser tu mismo, ser agradecido y disfrutar con lo que haces, ése es mi éxito. Este trabajo es un privilegio, ahora estoy aquí promocionando mi nuevo disco, cantando Andrea Chénier, mientras tanta gente se levanta cada mañana a hacer algo que realmente no le gusta nada para poder vivir. Nunca hay que olvidarse de que somos unos auténticos privilegiados.
Creo que nunca lee las críticas…
Nunca, de verdad. Y tengo mi razón. En el año 1989, hace ya casi treinta años, yo siempre hablaba con mi mujer y me quejaba diciendo que nunca dicen nada de mí en las críticas, me dedican dos palabras siempre del tipo Gregory Kunde estuvo bien, Gregory Kunde estuvo correcto, tiene voz bonita. Nada, siempre cinco o siete palabras como máximo y siempre ansiaba que me dedicaran por lo menos un párrafo. Pues ese año estaba cantando en Minnesota, y me dijeron que por fin me habían dedicado un párrafo, casi dos. Estaba entusiasmado, abrí la crítica nervioso y me quedé impresionado. Era horrible, realmente terrible, estaba paralizado. Sólo pensaba que era la primera función, y que tenía que volver al teatro y cantar nueve funciones más, sabiendo que todo el mundo en el teatro había leido esa dichosa critica. Hablé con los responsables del teatro, y me dijeron que si creía en las buenas críticas también tenía que creer las malas. Entonces he decidido no leer nunca ninguna más.
Es un tema delicado, no sé si quiere hablar de ello, pero cuando estaba cantando aquí en Madrid hace más de veinte años fue consciente de que padecía una grave enfermedad…
Sí, estaba en Madrid en el Teatro de la Zarzuela, cantando L’italiana in Algeri, y me empecé a encontrar un poco extraño. Cuando acabaron las funciones se lo comenté a mi mujer y me aconsejo que fueramos al médico. Notaba que la voz no estaba cómoda. El médico me dijo que tenía un cáncer. En ese momento se te pasan tantas y tantas cosas por la cabeza, y estuve seis meses sin cantar absolutamente nada, porque no quería dañar mis cuerdas vocales, ya que no era ni seguro que pudiera volver a cantar. Seis meses después, el doctor me dijo que estaba curado. No me lo podía creer, fue un momento indescriptible. Mi carrera estaba estancada, y estaba deseando volver. Llamé a mi agente para preguntarle por mis siguientes compromisos, en tres meses tenía I puritani con Mariella Devia en Nueva York… quería estar a punto para esa cita, pero también tenía Don Pasquale en un mes en Madrid. Decidí que allí sería mi vuelta. Fue una coincidencia pero realmente quería regresar para entonces. No tenía pelo, y me inventé una historia para que la gente del teatro no se preocupara. Soy un mentiroso malísimo, así que me pillaron enseguida (risas). Ese verano, el de 1995 también tenía Guillermo Tell en Pésaro, aún con el pelo bastante corto. Esto ha cambiado mi carrera, mi vida y mi forma de verla, pero por supuesto en el buen sentido. Me ha hecho más espiritual. Te das cuenta de que lo realmente importante en la vida no es tu carrera, sino tu familia, amigos, la gente que me ha arropado durante todo ese tiempo. Siempre he creído que cuando quieres algo con todas tus fuerzas, lo consigues. Soy un vivo ejemplo de que esta enfermedad se puede superar.
Muchas gracias por este esperanzador testimonio. ¿Qué próximos compromisos le esperan?
El siguiente es el ya comentado Otello en Londres, ahora en junio, después Turandot en Israel, Pollione de Norma en Lieja, Don Alvaro de La forza del destino en Dresde, y todos mis compromisos en España (risas)
¿Qué hay de Wagner? ¿Strauss?
No, realmente no estoy interesado. Me siento mal diciendo esto, porque entiendo que es fantástico, pero es otro mundo. Estoy feliz con mi repertorio, y deseo seguir con él hasta que tenga que retirarme.
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