Die Walküre (R. Wagner). Wiener Staatsoper. 23/06/13
Como verán los lectores, venimos asistiendo al Anillo de la Staatsoper de forma ciertamente arbitraria e ilógica, puesto que acabamos de ver Die Walküre tras hacer lo propio, hace unas semanas, con Götterdämerung. Confiamos en cerrar la Tetralogía el año próximo con las dos jornadas restantes. Como ya dijimos con ocasión de su Ocaso, la propuesta escénica de Sven-Eric Bechtolf, con escena de R. Glittenberg y vestuario de M. Glittenberg, naufraga por su vacuidad. No dice nada y uno se pregunta si acaso quiere decir algo, o ni siquiera. Nos guste o no, una propuesta como la suya, palidece ante las propuestas, llenas de personalidad, de La Fura o de Carsen, por citar dos extremos de nuestros días. Bechtolf ni siquiera busca una dirección escénica que gire en una clave meramente estética. Como mucho, encontramos un par de detalles interesantes en la dirección de actores, pero todo el conjunto de su propuesta nos parece indigno de un gran teatro como la Staatsoper, que debiera presentar un Anillo memorable también en el apartado escénico. La Walkiria que nos ocupa no fue memorable en ninguno de sus apartados, en contra de lo que cabría esperar, y en manifiesto contraste con el magnífico Tristán del día anterior.
Volvíamos a encontrarnos con el sudafricano J. Botha, que tanto nos decepcionó como Parsifal en Salzburgo hace unas semanas. Era aquí el intérprete del rol de Siegmund y lo cierto es que nos convenció apenas un punto más que en la anterior ocasión. Su voz es ideal para esta parte, con la dosis justa de lirismo y con la consistencia suficiente el el centro y el grave, amén de un agudo resuelto y grande. Lo mejor de su recreación vino de la mano de los momentos más líricos, incidiendo incluso en una lograda media voz. Pero su mayor inconveniencia como Parsifal volvió a repetirse aquí de nuevo: es un cantante por lo general desapasionado, que no transmite el sufrimiento, el ímpetu, la pasión, y cuantos sentimientos discurren por la partitura de Siegmund. Tiene las notas, sostiene el fraseo, pero no consigue comunicarnos con verdadera pasión lo que su texto se trae entre manos. Es una lástima, pero lo cierto es que sigue siendo una voz importante, en bruto, antes que un cantante comunicativo.
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