Por Alejandro Martínez
29/09/2013. Théâtre du Capitole, Toulouse. Manon (Massenet).
Natalie Dessay ha decidido decir adiós a la ópera. Se trata, sin duda, una decisión tan difícil como valiente, y en la que, aventuramos, habrán llevado igual pesó los factores ligados a su maltrecha salud vocal como cuantos se refieren a los crecientes peajes que debe pagar una gran estrella de la ópera como ella para mantenerse en lo más alto de este espectáculo. Su marcha no es una buena noticia, desde luego, para quienes amamos su arte y apreciamos su personalidad. En cualquier caso, no es momento para lamentarnos por su adiós, sino ocasión para reconocer y celebrar su valía. Y es que Dessay ha dado tanto a la ópera de las últimas décadas: Zerbinetta, Ophélie, Olympia, Marie, Lucia, Sonnambula, Mélisande... Y ha escogido Manon, en el recogido teatro del Capitole de Toulouse, para decirnos adiós. El papel está trufado de frases que uno se pregunta si no hablan de la propia Natalie, de su personalidad y sus circunstancias. Como ese 'Profitons bien de la jeunesse... Nous n'avons encor que vingt ans', a modo de espléndido resumen de esa vitalidad inherente que transmite, incluso al decir adiós.
Y es que esta obra es, de algún modo, el resumen mismo de su trayectoria. Desde esa joven risueña, curiosa e inexperta del primer acto, a la mujer cansada, herida y vencida del último cuadro, pasando por la mujer coqueta y deslumbrante que centra la atención de los focos en mitad de la ópera. Dessay, de alguna manera, como Manon, se ha divertido, ha soñado, se ha entregado en cuerpo y alma y ahora, fatigada, desea pasar página. Sólo cabe decirle gracias y desearle buena suerte. Si algún día decide retomar las tablas operísticas, le esperaremos con los brazos abiertos.
El maestro López Cobos, al que no hace mucho entrevistamos en estas páginas ofreció una dirección de ritmos muy marcados, un tanto excesivamente en el primer acto, pero con un sentido neto y continuado del lirismo, subrayando la constante melodía que articula esta bellísima partitura de Massenet. Aunque menos inspirado que en anteriores Manon, como la de París hace varios años, con Renée Fleming y Marcelo Álvarez, mostró su habitual solvencia desde el foso, más atento a las voces aquí que en otras ocasiones. A sus órdenes, los cuerpos estables de la ópera de Toulouse, orquesta y coro, respondieron a un nivel muy alto aunque sin deslumbrar. Asimismo, ya fuera por iniciativa suya o no, lo cierto es que se presentó una versión muy completa de la partitura, lo que es de agradecer en un título a menudo mutilado sin contemplaciones.
La propuesta escénica de L. Pelly se nos antojó decepcionante en líneas generales, con momentos de una pobreza y feísmo casi cómicos. Lo cierto es que sorprende que una producción de este minimalismo mal entendido, tan hueca por momentos, sea una coproducción de cuatro teatros de gran envergadura, como lo son el Met de Nueva York, el Covent Garden de Londres, la Scala de Milán y el propio Capitole de Toulouse. Si por algo destaca la labor de Pelly, eso sí, es por una esmerada dirección de actores, eficaz asimismo en el manejo de los coros y las escenas más abigarradas.
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