Barcelona. 04/06/2013. Gran Teatre del Liceu. "Il turco in Italia" de Gioacchino Rossini. Ildebrando D'Arcangelo (Selim). Nino Machaidze (Fiorilla). Renato Girolami (Don Geronio). DAvid Alegret (Narciso). Pietro Spagnoli (Prosdocimo), entre otros. Victor Pablo Pérez, director. Christof Loy, director de escena.
Casi dos siglos, en concreto 199 años, ha habido que esperar para ver el estreno en el Liceo de este título de Rossini, que en 2014 cumplirá doscientos años desde su primera representación en Milán. Para esta ocasión, el teatro de las Ramblas escogía una inspirada producción con la firma de Christof Loy, procedente de la Bayerische Staatsoper de Múnich. Es un trabajo ejemplar, en líneas generales, que insufla aire fresco e ingenio a un lenguaje, el del Rossini buffo y cómico, que adolece a veces de ser representado bajo un código demodé y caduco. Loy consigue, por el contrario, un espectáculo ágil, colorido, con estupenda dirección de actores, y con resuelta escenografía y vestuario, a cargo de Herbert Murauer. Esta misma producción se estrenó en Múnich con Carlos Chausson como Don Geronio. Sin duda, el nivel de estas representaciones del Liceo habría ganado muchos enteros con supresencia.
El gran reclamo del reparto era la voz de Nino Machaidze como Fiorilla. Esta joven soprano georgiana se ha convertido en uno de los nombres más mediáticos de su cuerda, con el consiguiente respaldo discográfico. Ya pudimos disfrutar de su esmerada Gilda el año pasado en París, dejando ya entonces más que buenas impresiones. Llegaba ahora al Liceo enavanzado y visible estado de gestación, lo que no fue óbice para que mostrase una emisión muy segura, con canto siempre sostenido sul fiato, con un agudo brillante como mayor virtud, y con una coloratura aseada aunque sin el punto de virtuosismo que singulariza a las grandes belcantistas. El instrumento tiene cuerpo, sobrada presencia, pero se antoja algo impersonal y genérico en el timbre. Como intérprete sabe recabar la atención y generar interés en el oyente, aunque falta esa madurez que convierte la emisión belcantista en un tejido mágico. Mostró, en cualquier caso, buenas dotes actorales y facilidad para la comedia. En conjunto, pues, una cantante con un gran potencial, si continúa tomando en serio lo que tiene entre manos. Una intérprete ideal, a día de hoy, para la Manon de Massenet, la Adina de Elisir, la Julieta de Gounod, Gilda y Traviata, etc.
El segundo reclamo del reparto era el Selim del bajo italiano Ildebrando D'Arcangelo, a quien disfrutamos hacedos años en Milán como un espléndido Don Giovanni. En esta ocasión, en el Liceo, hizo gala de una notable vis cómica y de un sentido netamente rossiniano del fraseo. Muestra ya, eso sí, un instrumento cada vez más seco y romo, sin punta, aunque a cambio la emisión es generalmente ortodoxa y apta para el canto ágil y siempre resuelta en el sillabato rossiniano.
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