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Crítica: Neuenfels escenifica 'Ariadne auf Naxos' en Berlín

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Autor: Alejandro Martínez
19 de junio de 2015

A LA VEJEZ, VIRUELAS

Por Alejandro Martínez

Berlín. 14/06/2015. Staatsoper. Strauss: Ariadne auf Naxos. Camilla Nylund (Ariadne), Roberto Saccà (Baco), Brenda Rae (Zerbinetta), Marina Prudenskaya (Compositor), Roman Trekel (maestro de música) y otros. Dirección musical: Ingo Metzmacher. Dirección de escena: Hans Neuenfels.

  Estrenaba la Staatsoper de Berlín una nueva producción de Ariadne auf Naxos, una partitura a decir verdad no demasiado presente en su historia. Para la ocasión, en su primera aproximación a esta obra, el trabajo del veterano y polémico Hans Neuenfels, nacido en 1941, es de una elegancia y sencillez que admiran. Como si cansado de epatar con algunas banalidades y otros muchos aciertos, no seamos injustos, hubiera decidido el afamado director volver a beber de las fuentes originales, revisitando el teatro clásico, con una raigambre intelectual bien entendida, repartiendo juego hábilmente entre la tragedia y la comedia. Partiendo de una caja en blanco despliega una reflexión sobre el amor y la muerte plagada de buen gusto y de pequeños detalles, con una hermosa estética a cargo de Katrin Lea Tag, con vestuario de Andrea Schmidt-Futterer e iluminación de Stefan Bolliger.

   La propuesta juega hábilmente con las limitaciones de un código en blanco y negro que sólo se altera por el vivo vestido rojo que lleva Zerbinetta y por el rosa de un telón que comparece al fondo. Así Neuenfels va hilando y deshilando, cual Ariadna, todo el tejido emocional que se desgrana en los dos actos de esta partitura, con una general sobriedad poética pero con hueco también para la sutil ironía que lo empapa todo. Al final la representación se resuelve no obstante con el negro de un final funesto, en el que Ariadna termina con su propia vida. No hay redención; la muerte tiñe toda esperanza mientras Baco termina la función acongojado en el foso. En el caso de Ariadne asistimos sin duda al más sofisticado y reflexivo de los encuentros entre Strauss y Hofmannsthal. Y Neuenfels acierta de pleno al recrear ese tono. Seguramente asistimos al estreno de un trabajo llamado a ser un clásico. A la vejez, viruelas.

   En el foso, a las órdenes de una extraordinaria y luminosa Staatskapelle, la versión de Ingo Metzmacher es de libro, capaz de sonar al mismo tiempo camerística o apabullante cuando así es requerido, manteniendo un constante halo de trascendencia que en modo alguno es contrario al desenfado que preside algunas escenas. Su batuta desentraña la pieza con claridad, cómodo y firme, demostrando que es uno de los directores más infravalorados del panorama actual, lejos de la fama que cosechan otros colegas, pero con al menos semejantes méritos.

   Vocalmente, la protagonista Camilla Nylund luce como Ariadne en una de sus mejores encarnaciones: luminosa, magnética y vocalmente infalible. Si bien todo en ella es a veces un tanto anónimo, en esta ocasión tanto la entrega como la seguridad con que aborda la partitura se imponen sobre cualquier limitación de partida. Junto a ella, una brillante Brenda Rae es la más ovacionada de la noche, ofreciendo una Zerbinetta encantadora en escena, vivaz y con un alma tangible. Vocalmente es el suyo un derroche de recursos a la hora de hacer frente a esta exigente parte. Extraordinaria la prestación de Maria Prudenskaya con la parte del Compositor, con un timbre denso, grande, timbrado y vibrante. Su entrega escénica y su adecuación estilística son dignas de elogio. El papel de Baco recaía en Roberto Saccà, raro caso de un tenor italiano haciendo fortuna con papeles de repertorio alemán y a quien de hecho ya habíamos visto interpretando este papel en Londres. Saccà repite su solvente encarnación, generalmente cómodo con la extensión del papel, aunque limitado por un timbre que suena leñoso y generalmente tosco, por voluntarioso y entregado que sea el intérprete, al que toda poesía parece ajena de antemano. Roman Trekel ofrece una de las mejores interpretaciones que le recordamos con el papel del Maestro de música. Todos los comprimarios de la Staatsoper rinden a un nivel altísimo. Por último, es cuando menos interesante, aunque no termina de cuajar, la idea de asignar el papel del mayordomo a una actriz, en este caso la veterana Elisabeth Trissenaar, a la sazón esposa del propio Neuenfels.

Fotos: Monika Rittershaus

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