Por Aurelio M. Seco
Oviedo. 14/11/14. Temporada de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Director: Guillermo García Calvo. Violonchelo: Truls Mork. Obras de Holst,l Saint-Saëns y Stravinsky.
No suelo escribir las críticas de inmediato, recién llegado de un concierto. Prefiero dejar reposar un tanto las sensaciones vividas, porque a veces ayuda a encontrar el tono justo y equilibrado de las cosas, sin apasionamientos que puedan nublar el juicio. En otras, sin embargo, atenuarse resulta injusto, cuando aún perdura la sensación de haber asistido a una velada musical excepcional. Creo que puedo decir, recién llegado del tercer concierto de abono de la OSPA, que acabo de asistir a una de las experiencias artísticas más reconfortantes que he vivido desde que asisto a los conciertos de la sinfónica asturiana. Conocíamos, y de hecho premiamos –con el Premio Codalario “Mejor artista” 2013- el trabajo que viene desarrollando Guillermo García Calvo en Viena y en sus apariciones en nuestro país, donde es habitual verle dirigiendo a nuestros principales conjuntos sinfónicos, mostrando unas cualidades artísticas superdotadas. Ante la OSPA, todo parecía presagiar que la estrella de la noche iba a ser Truls Mork, el prestigioso chelista que visitó el Principado para interpretar nada menos que los dos conciertos para chelo y orquesta de Saint Saëns. Mork es un artista de gran talento que, durante la velada, ofreció lo mejor de sí mismo, pero más en el Primer concierto que en el Segundo, donde estuvo un tanto destemplado e incluso inseguro con la partitura, para lo que resulta habitual en él. Pero lo excepcional de la velada fue que la extraordinaria calidad del trabajo desarrollado por el director de orquesta llegó incluso a relegar a un segundo plano el enorme talento de Mork.
Ya desde el primer acorde de la atractiva Beni Mora: suite oriental, op. 29, nº 1 de Holst, fue evidente que la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias había transformado su sonido habitual en otro, mucho más denso, preciso, elegante y vivo. Tuvimos la sensación de estar ante una orquesta diferente y mucho mejor que la OSPA. Lo que hace una mano maestra y unos músicos motivados. Nos sentimos fuertemente impresionados por la energía que desprendió la versión, llena de matices dinámicos y detalles interpretativos que parecían llegar con una naturalidad asombrosamente fácil, de las manos de García Calvo hasta la orquesta.
Se puede decir que el director madrileño concertó las obras de Saint Saëns con verdadera maestría conductora, al detalle de cada compás y entrada, siempre con un gesto elegante, lleno de energía y adecuado a la música. Al concluir la obra de Holst, nos pareció que los aplausos del público no reflejaban lo extraordinario de la versión. No es de extrañar, porque García Calvo tiene la extraña virtud de elegir repertorio más como un reto personal que por su popularidad. Los Juegos de cartas de Stravinsky, obra dificilísima de hacer bien, con ritmos complejísimos y multitud de detalles orquestales, pusieron a prueba al director y a la orquesta, que resolvió la obra a una altura extraordinaria para lo que en ella viene siendo habitual. No es la partitura más conocida del repertorio pero, con todo, el público, y creo que también los músicos, sí notaron esta vez con claridad -hubo muchos aplausos y gestos de reconocimiento de los músicos- la presencia sobre el podio de un gran director de orquesta, de un músico de perspectiva artística poderosamente honesta, de un artista diferente y especial, de cuyo trabajo no podemos más que escribir con auténtica admiración.
Fotógrafo: David Bohmann
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