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Crítica: Concierto por la lírica en el Teatro Rosalía de La Coruña

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Autor: Beatriz Cancela
6 de febrero de 2016

¡ÓPERA SÍ!

Por Beatriz Cancela
La Coruña. 3/II/16. Teatro Rosalía de Castro. Concierto por la lírica de los cantantes gallegos. Fragmentos de óperas, zarzuelas y canción culta gallega.

   Con este grito unánime se cerraba el telón de un Teatro Rosalía de Castro (otrora Teatro Principal) que precisamente en este año, tan crítico para la lírica coruñesa, celebra los 175 años de su construcción. Hasta ese preciso momento, 17 cantantes (con las ausencias de la soprano María José Moreno y del barítono Pedro Martínez) representados por un ya consagrado Borja Quiza y los pianistas Ludmila Orlova y Manuel Burgueras coronaron por todo lo alto tres horas de repertorio lírico variado: arias a solo, dúos y hasta tríos de óperas convergían con números de algunas de las zarzuelas más destacadas de este género español, sin obviar la canción culta gallega; realizando un recorrido por los autores más representativos de todos los tiempos desde Haendel (1685-1759) hasta el villalbés Rosendo Mato (1914-1994).

   Por la excepcionalidad del evento, antes de comenzar el recital se proyectaron varios mensajes de repulsa hacia la cancelación de la temporada lírica coruñesa: Ainhoa Arteta, Ramón Tebar, Juan J. Rodríguez y Celso Albelo, Elina Garança, Gregory Kunde o Désirée Rancatore, incidieron en su vínculo con la trayectoria operística de la ciudad gallega y mostraron su absoluto apoyo al sector. También antes de la segunda parte, cuando es Leo Nucci el que condena la terrible situación por la que pasa la Temporada Lírica de A Coruña, ciudad a la que profesa especial cariño ya desde 1973. Incluso en el descanso se aprovechó para emitir imágenes de algunos fragmentos célebres de óperas representadas en la ciudad herculina.

   En este contexto abría la primera parte un enérgico y arrollador Borja Quiza con "Largo al factotum" de El barbero de Sevilla predisponiendo al público para el resto del recital. Radicalmente contrastante el siguiente número, "Piangerò la sorte mia" de la ópera Giulio Cesare in Egitto de Haendel, resultó ser un derroche de delicadeza y emotividad, que tan sutilmente interpretó la soprano Patricia Rodríguez. Tras ella aparecían en escena las sopranos Alba López y Paloma Silva, cual Condesa y Susanna interpretando el bello dueto "Canzonetta sull'aria" de Las bodas de Fígaro de Mozart, con sumo gusto y compenetración. Sin dejar a un lado a Mozart, serán Borja Quiza, la soprano Nuria Lemos y la mezzo Nuria Lorenzo, los que nos deleitarían con el trío "Soave sia il vento" de Così fan tutte, aunque posturalmente más estático dentro de la expresividad con la que venía discurriendo el recital, vocalmente resultó muy bien engarzado por los tres prometedores cantantes.

   La gran revelación de la velada la constituyó el contratenor Alberto Miguélez-Rouco, que con poco más de 20 años se erige como una de las grandes promesas de la lírica actual, y que nos deleitó con el aria de la ópera Orlando de Haendel, "Fammi combattere"; más estático al inicio, paulatinamente iría incrementando la energía en la interpretación a medida que las agilidades de la obra se iban intensificando. Su magnífico final causó furor en el auditorio que fervorosamente lo ovacionó. Seguidamente Patricia Rodríguez y Borja Quiza regresaban al escenario haciendo gala de su lado más jocoso con el dúo de Papagena y Papageno de La flauta mágica, realizando una magnífica interpretación y compenetrados en todo momento. Otra pareja musical que cautivó a los allí asistentes fueron el barítono Axier Sánchez y el tenor Francisco Pardo que con el dúo "La donna é un animale stravagante"  de L'elisir d'amore de Donizetti, nos dejaron uno de los mejores dúos de la velada, interpretativa y vocalmente hablando. Pero todavía quedaba mucho por delante, y eso vino a recordárnoslo el barítono Luis Cansino con "L'onore, ladri", de Falstaff de Verdi, brindándonos una excelente ejecución y demostrando soltura, flexibilidad vocal, gran maestría y ganándose al público haciendo gala de una gran profesionalidad. Cerraría la primera parte el barítono Javier Franco con "Sacra la scelta" de la ópera Luisa Miller dando vida al padre de la protagonista de forma contenida, expresiva y con perfecta técnica y domino vocal, obteniendo grandes vítores por parte del público asistente.

   Sería Victoria Álvarez con "Rosa de abril" de Andrés Gaos, la que iniciase una segunda parte más extensa centrada en la canción lírica y en la zarzuela, aunque sin abandonar la ópera. Con gran delicadeza comenzaba el piano, pasando el testigo a la soprano, que paulatinamente iría ganando fuerza hasta alcanzar el clímax en las notas más agudas. Sin dejar Galicia, Pablo Carballido con su interpretación de "Aureana do Sil" de Mompou y su voz cálida sorteando agudos y graves magistralmente, no restó un ápice de sentimiento y supo conmover hasta al más distraído del teatro. En esta misma línea discurría Carmen Subrido pero ahora con Strauss y su "Allerseelen", siendo la sutileza y la delicadeza lo más destacado de su interpretación. Mostró, Carmen, exquisita elegancia a la hora de ejecutar sus ricos matices e imprimir un hermoso vibrato que ensalzaba el texto de ese "Día de difuntos". Tras ese impase volvió un emotivo Quiza con una versión cargada de dramatismo de "Lela" de Rosendo Mato, dejando al público sin aliento.

   Dando un salto cualitativo, Helena Abad nos trasladó a través del número "Glitter and be gay" de la opereta Candide de Bernstein, a un agradable registro cómico. Su interpretación graciosa fue acompañada de una gran técnica y dominio vocal, sin relajar en ningún momento la intensidad: magnífica de principio a fin. Sin lugar a duda, realzaríamos su contundente final, que le reportaría grandes aplausos. Por su parte, el aria de Magda de La rondine de Puccini a cargo de Clara Jelihovschi destacó por su gran precisión y delicadeza haciendo patente una gran intensidad vocal. Del mismo autor, el "Vals de Musetta" de La bohème traía de nuevo al escenario a Carmen Subrido reafirmando su potencia vocal y control de la voz en los agudos, incidiendo en el gran agudo sostenido final. Por su parte, el barítono Eliseu Mera interpretaba un "Oh, sainte medaille", de Fausto de Gounod; obra amable y de gran belleza en la que Mera discurrirá hacia una mayor potencia  a medida que la obra avanza. Era el turno entonces de Massenet y su "Oh Nature" de la ópera Werther por el tenor Francisco Pardo. De su interpretación realzaríamos el control vocal y la precisión en agudos. Y de la misma ópera era el aria de las cartas que con tanto dramatismo ejecutó Nuria Lorenzo. Tras ella, y a causa de imprevistos de última hora, se incluyó el dueto de Nemorino y Dulcamara de L'elisir d'amore, y aunque con algunos lapsus, Francisco Pardo y Luis Cansino supieron salir del paso resultando un gracioso dúo.

   A continuación las miras apuntaban a la zarzuela con la "Romanza de Cosette" de Bohemios de Vives, en la que Paloma Silva reafirmaba su escrupulosa técnica. Alba López, por su parte, imprimía gran salero y soltura a las Carceleras  de Las hijas de Zebedeo de Chapí. Axier Sánchez en la Romanza de "La linda tapada" de Alonso se "enfundaba" el acento andaluz y dejaba fluir su gran torrente de voz. En El barbero de Sevilla de Giménez, una pizpireta Helena Abad, nos mostraba con Me llaman la primorosa un dominio absoluto de la voz en la ejecución de adornos, glisandos y arpegios, alcanzando un final sublime. Más serio aparecía Javier Franco con "Luché la fe por el triunfo", de la zarzuela de Moreno Torroba Luisa Fernanda, de nuevo, alcanzando un clamor unánime por parte del auditorio por su genial interpretación. De igual modo, Luis Cansino con  "Nemico della patria", de Andrea Chénier de Giordano, obtendría un magno reconocimiento en esta ocasión por afrontar un registro más dramático en comparación con lo que nos había acostumbrado a lo largo del recital. Reafirmó su capacidad comunicativa y el dominio de las inflexiones vocales y expresivas. Fuera de programa estaba el dúo de Ascensión y Joaquín de La del manojo de rosas de Sorozábal que excepcionalmente dramatizaron Borja Quiza y Alba López.

   El momento más emotivo del recital, sin lugar a duda, resultó ser el famosísimo coro de Nabucco, "Va pensiero", momento en el que todo el elenco salió a escena y, todos a una, clamaron aquello de «Le memorie nel petto riaccendi, ci favella del tempo che fu!». Pero sin lugar a duda, fue el momento de comunión con el público y donde quedó patente la importancia de la lírica para A Coruña, ya no solo como melómanos, sino como parte de ella, y por ello el auditorio se unió al coro en una sola voz. Tras ese mágico momento, retumbaron aplausos y gritos de ¡ópera sí! por parte de un público totalmente entregado y en pie.

   Especial mención merecen Ludmila Orlova y Manuel Burgueras, los pianistas que se encargaron de acompañar a los cantantes de forma magnífica. En todo momento en sintonía con los cantantes y las obras, aportando la jocosidad, el dramatismo o la expresión que cada cual requería y haciendo de éste un recital sencillo pero grandioso.

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