Por Aurelio M. Seco [@AurelioSeco]
Fotografía: Fernando Frade/CODALARIO
Cuando visité por primera vez la residencia de Aldo Ceccato en Bérgamo con la intención de comenzar a recoger los materiales para escribir su biografía, me sentí fuertemente impresionado por el orden absoluto al que había sometido su carrera, un orden que, en el terreno más práctico, le había llevado a guardar todos y cada uno de los programas de mano de los conciertos que había dirigido hasta entonces, e incluso anotar a mano, en cada partitura, la orquesta, el día y lugar donde había sido interpretada. Es sorprendente como, a lo largo de su vida, ha sabido aunar de manera tan natural dicha diligencia gestora con un concepto vital expansivo, jovial, apasionado. Ceccato recibió partituras y diversos materiales musicales de su suegro, Victor de Sabata, que él mismo incrementó hasta lograr reunir un legado documental de enorme importancia. El maestro todavia reflexiona sobre qué institución tendrá el privilegio de acoger su "amada biblioteca".
Una de las dos alas de la hermosa residencia de Aldo Ceccato en Bérgamo está dedicada por entero al estudio del maestro. En el piso de abajo encontramos un fortepiano y, en el de arriba, un piano de cola, una habitación y un gran estudio con todos sus materiales del pasado, presente y futuro, porque Aldo Ceccato es, a pesar de su edad, un maestro ilusionado en lo que todavía está por llegar. "Cuidarse de manera rigurosa es algo imprescindible para un director. “Mens sana in corpore sano”. A sus 84 años, en la presente temporada ofrecerá su version de la Novena sinfonía de Mahler en la temporada de la Filarmónica de Málaga, un conjunto que, bajo su dirección, alcanzó los mejores datos de abonados de su historia, en un período que califica como "inolvidable".
Cuando desvelé a Aldo Ceccato cuál iba a ser el título de su biografía, días más tarde me llamó preocupado. “Memorias de un maestro” puede dar a entender que ya ha concluido mi trayectoria, y yo todavía tengo muchos proyectos por hacer y energía para llevarlos a cabo. Me lo decía con ochenta años y, a pesar de ellos, tenía razón. La inteligencia y rigor con que ha gestionado su carrera también le han permitido llegar a esta edad en unas condiciones físicas y mentales envidiables. No es algo que diga por cumplir con el maestro. Todo el mundo lo puede ver a simple vista. “No se preocupe”, le dije entones, “hay jugadores de fútbol que escriben sus memorias con menos de cuarenta”. Sonrió ante el comentario, seguramente por la alusión al deporte rey, que adora y sigue con verdadera pasión. "El fútbol ya no es lo que era. El negocio absurdo y sucio de compra y venta de jugadores es un disparate, una vergüenza", afirma enfadado.
Forma parte de la mansión un amplio jardín que el maestro pasea con frecuencia, sorprendiéndose con la belleza de una flor, el olor a tierra recién mojada o el canto de un pájaro. Lo habrá recorrido mil veces, pero da la sensación de estar descubriéndolo a cada instante, como cada vez que debe volver a dirigir una sinfonía de Beethoven. "Abro la primera página y estudio la obra como si no la conociera. Siempre encuentro cosas diferentes, no sólo porque cada obra cambia en cada interpretación. Yo mismo cambio también con el tiempo". Aldo Ceccato se siente de verdad fascinado por la vida en todas sus manifestaciones. Le apasiona el trato personal y lo fomenta, pero no cede un ápice ante la vulgaridad, la soberbia, prepotencia, ignorancia o estupidez. Ante ellas, la sonrisa generosa y amable desaparece del todo tras la más impactante de las tormentas, con frecuencia de forma tan intensa como fugaz.
Su pasión por la vida y la gente es palpable a cada paso, en cada gesto. Si se sube a un taxi, de inmediato entabla conversación con el conductor sobre la última tecnología japonesa aplicada a los coches híbridos o sobre cualquier tema en general. La figura del taxista, explica el maestro, es muy interesante. "Lo saben todo acerca de lo que sucede en la ciudad". Si pasea, se fija en ciertos detalles ornamentales, la belleza de una calle o su tranquilidad. Durante la comida, destaca la calidad de los platos si son gustosos y no puede evitar entablar conversación con los camareros. En todos los hoteles y restaurantes que hemos compartido, han bastado minutos para que el trato con él se volviese de lo más familiar, cariñoso y cercano. El carisma, qué duda cabe, lo trae el maestro desde la cuna. Recuerdo una cena en un céntrico restaurante ovetense en el que Ceccato nunca había estado. Al terminar la velada los camareros ya le habían pedido hacerse una foto con él que, al día siguiente, estaba colgada en la pared. Ceccato ha mantenido una intensa y fructífera relación con Oviedo, en los últimos años especialmente con su Conservatorio Superior de Música (CONSMUPA). Su actual director y compositor Fernando Agüeria ha querido vincularlo con un centro al que vuelve con cierta frecuencia para impartir clases magistrales.
Presiden su enorme estudio sendas imágenes de Beethoven y Brahms. "Todos los grandes autores han sido muy importantes", explica Ceccato, "Pero Beethoven tiene un marco especial, muy especial". Mientras hablamos, surge de unas incipientes escaleras de caracol la figura de su esposa Eliana. Desde ese preciso instante ya no hay nada más importante en la habitación, ni Beethoven, ni Mozart ni su biografía. Todo queda relegado a un segundo plano cuando ella entra en la sala, con su presencia poderosa, imponente melena blanca y magnética personalidad. Ceccato reverencia la figura de su esposa como si a su lado sintiera la presencia del propio Victor de Sabata. "Victor de Sabata tuvo dos hijos, Elio y Eliana, el sol y la sol", explica Ceccato sonriendo.
Su esposa, su familia, el gran Victor de Sabata, su propia madre, la naturaleza, la situación política y cultural de Italia, que tanto le preocupa, Celibidache, los grandes maestros del pasado, la música a todas horas y en todo momento, e incluso el fútbol, son temas recurrentes en sus conversaciones, variados letimotivs de la vida de este director de orquesta especial donde los haya, de culto si se quiere, pero sin duda hijo de la tradición de los más grandes, de los nacidos antes de la Segunda Guerra Mundial, y heredero de una ciencia y costumbres que ahora parecen de otra época pero que en realidad son y siempre serán inmortales de necesidad para quien aspira a lo más alto en cuestiones personales y artísticas. "La precaria situacion politica que estamos padeciendo lo estropea todo. En Italia faltan programas de estudio como en Inglaterra, donde cada alumno de cualquier escuela toca un instrumento y aprende a cantar en el coro. Resultado: orquestas y coros en cada escuela".
"Poco a poco ha ido desapareciendo una generación que representaba una manera de ser y hacer música que ya no existe". El maestro me dice esta frase un día por sorpresa, con un rictus inusualmente melancólico para lo que es habitual en él. Lipati, Cortot, Zecchi, Horowitz, Dobrowen, Fricsay o Barbirolli son nombres que, para la generación actual, apenas suponen una verdadera referencia, ya que no han tenido continuidad. A veces tengo la sensación de que no pertenezco a este mundo y a esta época. Me siento tan ajeno a cómo la gente se comporta, trabaja y vive hoy día…. ¿Qué artistas recuerda con más admiración, maestro? "Nathan Milstein por su nobleza, Rudolf Serkin por su profundidad y Martha Argerich por su virtuosismo deslumbrante".
Pero disfruta enseñando a los más jóvenes. Estar rodeado de ellos y transmitirles sus valores le reconforta y le permite trazar una línea de continuidad entre el pasado y el presente que, no pocas veces, ve rota por la guadaña de la falta de preparación. Insiste mucho en la importancia del gesto, que debe acompañar a la música y no ir en contra de ella.
No todos le entienden.
En la actualidad, su agenda sigue llena de compromisos. También dedica parte de su tiempo a enseñar y reflexionar a través de publicaciones, conferencias o clases de dirección. "Hoy día predomina el show y lo superficial por encima del trabajo serio y riguroso". Y es cierto que, con las excepciones que se quieran anotar, el siglo XXI ha llegado con tanta prepotencia como desorientación. Hablo de la música y también en general. Una especie de relativismo vacuo que todo lo inunda parece haberse apoderado de la totalidad del pensamiento. Entre tanto, se nos ha olvidado la razón que produce las cosas. Y no es director de orquesta, maestro, todo el que coge una batuta y dirige, como no es pianista todo el que toca el piano, ni crítico musical todo musicólogo que escribe crítica en un periódico, por muy importante que sea la publicación. Se habla de ‘música clásica’ como un lenguaje de un tiempo pasado, hoy superado por una idea de Música todavía por aclarar.
No hace mucho tiempo llegué a leer en un importante medio de comunicación que en nuestro siglo no sería posible un director como Celibidache. El autor lo afirmaba seguro de sí mismo, como si el día de hoy representase un tiempo nuevo y mejor, y el maestro rumano un modelo moral o artístico trasnochado que debe ser superado. Observar a este autor borrar de un plumazo el talento de uno de los más importantes directores de orquesta de la historia, me pareció representativo del grado de mediocridad intelectual al que ha llegado buena parte nuestra sociedad que, en general, acepta en un porcentaje elevado este tipo de manifestaciones. "Celibidache fue un intérprete extraordinario y un catedratico excepcional. Con él, la técnica de la dirección de la orquesta obtuvo un perfil científico y lógico", explica Ceccato, que aprendió sus secretos durante tres años, tiempo suficiente para dejar la mano del gran maestro rumano y buscar su propio rumbo artístico.
Aldo Ceccato nunca ha querido entrar en el campo del denominado historicismo. Es muy tajante en esto. "Tocar el repertorio Barroco con instrumentos ”de epoca”, es una barbaridad. ¿Acaso no hemos aprendido nada desde entonces?". También es muy duro con los actuales directores de escena y las escasas posibilidades de ensayos en las producciones operísticas. "No puedo tolerar registas ignorantes de la música. Además, pretendiendo ser actuales, realizan puestas en escena ridículas". Ceccato ha dirigido en lugares tan importantes como el Covent Garden, Ópera de París, San Carlo de Nápoles, La Scala, Ópera de Chicago..., pero fue poco a poco apartándose de la ópera, desilusionado por las razones mencionadas. Con todo, ha dejado versiones de referencia de La traviata y Maria Stuarda.
Un día, al final de una charla con un puñado de jóvenes directores, uno de ellos se acercó a Aldo Ceccato para pedirle una carta de recomendación. Ya había acumulado un buen puñado de ellas, pero el maestro milanés le dijo que no a la suya. "Le ruego que entienda que apenas le he visto trabajar y no puedo recomendar algo que no conozco". Se sorprendió el estudiante por este comportamiento porque había obtenido el apoyo de importantes nombres, directores que, por un equivocado concepto de la cortesía, se habían plegado a ello sin entender, seguramente, la injusticia de otorgar un mérito exagerado a quien en realidad no lo merece. "Es fundamental que un artista realice una carrera desde la meritocracia", insiste Ceccato. Hoy más que nunca, un director tiene muchas oportunidades de apartarse de este camino. Un político, gestor o agente con poder puede convertir en director de una orquesta importante a un músico mediocre.
Aldo Ceccato estudió con Celibidache y Franco Ferrara, vio dirigir a Toscanini y Victor de Sabata, uno de sus modelos artísticos, conoció de cerca a Bernstein, quien le ofreció un puesto como su director asistente, que rechazó, a Karajan, quien le invitó a dirigir su Filarmónica de Berlín, e invitó a su propia orquesta a Eugene Ormandy, Carlos Kleiber, Leonard Bernstein, Karl Böhm y Carlo Maria Giulini, entre otros. "Nunca he tenido miedo ni complejos a la hora de invitar a mis orquestas a colegas de gran nivel artistico. Al contrario, es un placer y una nueva experiencia para la orquesta". Como director ha sido titular de numerosas orquestas, entre las que se encuentran la Orquesta Nacional de España, Sinfonica de Detroit, Filarmonica de Hamburgo, Filarmónica de Bergen, Sinfónica de la RAI de Turín, Filarmónica Checa... No me extrañé cuando el director de un importante centro musical español se refirió a él como “un mito” de la dirección orquestal, a pesar de que su nombre no haya llegado a tener el grado de repercusión mediática de otros maestros de su generación. Ceccato nunca permaneció demasiado al frente de cada conjunto, por su manera de entender la profesión, por su sentido del saber estar, por su pasión e incluso rebeldía. "Yo tengo mi personalidad y sensibilidad", explica, "aunque sí tendría que haber hecho mejor una cosa: ¡Callarme! En muchas situaciones decir siempre lo que pensamos, sin reflexionar, es un grave error. En la próxima existencia tendré en cuenta de esta consideracion. En cualquier caso, me siento orgulloso y privilegiado de haber tenido la suerte de ser músico y de compartir con millones de personas el incomparable mensaje de la gran música".
No sé que habría pasado con la carrera de Aldo Ceccato si hubiera aceptado ciertas cuestiones, hecho el esfuerzo de permanecer en ciertos cargos en lugar de abandonarlos cuando su sentido del saber estar ya no le hacía sentir a gusto o, incluso, si se hubiera dejado tentar por un tipo de carrera más centrada en lo mediático. ¿Tendría que haber aceptado dirigir aquel Réquiem de Verdi en un campo de fútbol, con 4.000 coristas? "No, no, me responde. Habría sido una falta de respeto hacia el compositor. Verdi escribió esta obra para rendir homenaje a Alessandro Manzoni tras su fallecimiento, un escritor muy querido por él. ¿Se imagina usted la vergüenza que habría sentido Verdi viendo su obra convertida en un espectáculo sin alma?", explica el maestro milanés.
Su sentido de la independencia personal siempre me ha parecido una de sus más atractivas señas de identidad. Para lo bueno y para lo malo. "Las relaciones artísticas deben resultar naturales y fluidas. Como en las relaciones personales, hay cosas que no se pueden forzar. Cuando surge el aburrimiento por alguna de las partes, o se dan cierta resistencias, lo mejor es coger la maleta y marcharse", explica. ¿Maestro -le pregunto-, respecto al título de su biografía, prefiere la “m” de maestro con mayúscula o con mínúscula? "No, no: dejemos las mayúsculas para otros directores", me dice, y me recuerda un tiempo en el que uno de los más mediáticos dejó de invitarle a su orquesta tras una crítica ditirámbica en la que se afirmaba que Aldo Ceccato había dirigido cierta obra mejor que el titular. "La vida ofrece muchas posibilidades. Si se cierra una puerta, siempre se abre otra".
Sí hay que lamentar que hasta la fecha no haya dejado grabadas sus versiones de parte importante del repertorio. Nos hubiera gustado contar, por ejemplo, con su interpretación del Réquiem de Verdi, una partitura en el que es una referencia. Sucede algo parecido con tantas obras de Beethoven, Dvorak, Tchaikovsky, Brahms o Bruckner, un repertorio en el que su estilo ordenado y sensible, elegante hasta lo aristocrático pero profundamente expresivo, tiene mucho que decir. Creo que no me equivoco si afirmo que, de todos los compositores, es Beethoven el más importante en su trayectoria. En todas las orquestas en las que ha sido titular, sus sinfonías siempre han estado presentes. En más de treinta ocasiones ha dirigido su ciclo sinfónico completo. Una barbaridad.
Dentro del aeropuerto de Asturias hay una escultura de madera bastante grande y particular, realizada por José María Mateos. De lejos no parece nada especial pero, si uno se acerca, llama la atención su originalidad. Su diseñador, Alfonso Iglesias, lo denominó madreñogiro, y es una mezcla imposible entre un helicóptero y una madreña, un tipo de calzado tradicional de madera que, contemplando el conjunto, parece una barca. En todos los años que he visitado el aeropuerto para coger un avión nunca me había percatado de su presencia, de la misma forma que, seguramente, le ha ocurrido a buena parte de los que visitan el edificio. Por eso me sorprendió que, la primera vez que Ceccato entró en el aeropuerto y, cuando todavía no había dado tres pasos dentro de él, lo primero que hiciera fuera dirigirse hacia el madreñogiro, atrapado por la fuerza de su singular magnetismo. "Qué maravilla, ¿verdad? ¡Una mezcla entre un barco y un helicóptero! ¡Fantástico! ¿no? ¡Qué imaginación!".
Se quedó el maestro un buen rato observándo y sonriendo sus peculiaridades y bizarrías. "Querido maestro, su cara se transforma cuando sonríe”, le dije entonces, como otras veces, y pensé que no es frecuente ver la ilusión de un niño, tan bella en su ingenuidad, intacta en un artista que ya superaba los 80 años. Acostumbrado a tratar con quienes únicamente parecen preocupados en prestar atención a sus agendas, contactos o imagen, con sus caras largas y preocupadas, pesadas y arrugadas por el paso de los años y las durezas insondables, la personalidad blanca, dulce e ilusionada del maestro italiano me marcó por ser verdaderamente esencial. Pero ¿quién puede, en el otoño de su vida, mantener todavía viva tal capacidad de ilusionarse ante tantas cosas?, me pregunté. Recuperar siquiera por un instante el calor e ilusión de la añorada infancia es el vano anhelo de quien madura. Pero ¿quién a esta edad consigue dejar a un lado los sinsabores y el propio dolor del mundo para acercarse a él con una sonrisa sincera y esperanzada, ingenua y generosa, como si fuera la primera vez?
Sólo los más grandes, me respondí.
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